Por Mari Anazonian desde Erevan
El 14 de marzo de 2015 a las 20.30, llegué a Armenia en un vuelo de Air France demorado por malas condiciones climáticas. Mi vuelo anterior de conexión con París había llegado sobre la hora, y esta situación hizo que mis valijas no llegaran conmigo. En el avión me encontré con Melu y Alexia que iban a hacer el voluntariado conmigo.
Cuando llegamos a Ereván, el chofer de Birthright Armenia, que nos estaba esperando con un cartel, nos llevó a cada una de nosotras a sus respectivas casas de hospedaje.
Anahid y Sona, madre e hija, esperaban ansiosas recibir a la nueva voluntaria venida de la Argentina. Anahid (mi madre de hospedaje), me preguntó si tenía hambre y me ofreció un té con unas masitas de hojaldre rellenas de dulce de leche, que ella había preparado. Una grata sorpresa que ya era una señal de que estaba en el lugar adecuado.
Al día siguiente, me levanté a las 8:30 y Anahid ya me estaba esperando con el desayuno servido: un pan lavash, un pan matnakash (tipo figaza), mermelada, queso, manteca, dos huevos, y un té de durazno (tenía la opción de café armenio si quería).
Llovía a cántaros, se caía el cielo, y lo asocié con lo que siempre dice mi mamá Rosik, que la lluvia trae suerte. De hecho, así habían sido mis días de decisiones importantes en Buenos Aires antes de partir.
A las 10 am nos juntábamos en la oficina de Birthright Armenia para tener la primera reunión inductora sobre el voluntariado. La oficina quedaba solo a 5 minutos a pie de la casa de mi familia de hospedaje, ubicada en Sayat Nova y Abovian, a pasos de la iglesia Santa Ana y Hotel Aní.
Anahid sabía que era mi primer día en Armenia y decidió acompañarme hasta la puerta de la oficina así no me perdía, y -como buena madre armenia-, me prestó un paraguas, ya que todavía no tenía mi equipaje. En la calle, íbamos agarradas del brazo como si fuésemos realmente madre e hija y compartiendo el mismo paraguas, porque no quería que mojara el mío y había insistido en que lo guardara dentro de la mochila. ¡Un amor!. Pequeños detalles y gestos que ya me llenaban el corazón.
Cuando llegué a la oficina, me encontré en la puerta con dos chicos de Los Angeles, quienes también empezaban el voluntariado ese día. Tuvimos tres reuniones en las que nos comentaron acerca de las reglas, ética, horarios, excursiones, foros, la familia, el trabajo, las clases de armenio, etc.
Al mediodía, almorzamos en un lugar que es como comida por peso y súper económica, donde comen la mayoría de los chicos que hacen Birthright Armenia, para no gastar tanto.Éramos como 8 en la mesa hablando de lo básico de nuestras vidas, charlando en armenio, en inglés y en español... ¡Un gran mix!
A las 17:30 finalizó nuestro día con un mini tour por la zona de la oficina y la habilitación de nuestros teléfonos celulares con línea armenia. Más tarde, nos fuimos a tomar unas cervezas "Kotaykgold" con algunos voluntarios. Así conocimos a Harut, un mozo que hablaba en español y amaba a Natalia Oreiro.
A las 21 volví a casa, y cuando llegué no había nadie ¡y yo no tenía llaves!. Llamé a Anahid y me dijo que llegaría en 10 minutos. La puerta de entrada al edificio se abrió y subí a esperar al lado del departamento sentada en las escaleras ya que afuera hacía mucho frío. Se abrió el ascensor; era la vecina del departamento de al lado que me saludó con un "Parev tsedz"(Hola) y entró a su casa. Cuando abrió su puerta, sorpresivamente le gritaron ¨¡Shnorhavor Daretartz!¨ (Feliz Cumpleaños).
A los minutos, se volvió a abrir el ascensor. Salió un chico, que entró al mismo departamento y mientras entraba, escuché que decía: "hay una chica sentada en la escalera"... Entonces la mujer que cumplía años se asomó y me invitó a esperar adentro. Le agradecí porque ya estaban llegando mis anfitriones pero se asomó una abuela y me dijo en un tono más fuerte, "hace frío, pasa". Volví a negarme y a agradecerles el gesto. Esta vez, salió el chico y me indicó: "pero... podés esperar con nosotros adentro de la casa" y le volví a decir que no.
Cuando por fin pensé que lo había logrado, salió una cuarta mujer y me dijo: "ya salieron todos los de la casa para decirte que entres,¿podes entrar por favor?"
Obviamente, ya me daba muchísima vergüenza volver a negarme, de manera que entré y le dije "¡Feliz Cumpleaños!".
Me sirvieron tres clases de tortas y me prepararon café sin saber quién era. ¡Increíble gesto de un desconocido!.
Me preguntaron si era francesa por mi armenio occidental, sin tener idea que en la Argentina hablábamos este armenio.Me contaron que ellos eran de Siria, que vivían hacía dos años y medio en Armenia y que se habían escapado de la guerra. Me sorprendió a diferencia de los armenios locales, que hablábamos el mismo idioma, las mismas palabras, los mismos modos. En unos minutos ya nos volvimos íntimos.
Cuando Anahid y Sona llegaron, me llamaron preocupadas porque no me vieron. Cuando les conté dónde estaba, ni siquiera se sorprendieron. Para ellos eso eran cosas de todos los días; para mí, una gran sorpresa de este hermoso país.
A última hora me llamaron del aeropuerto para traerme las valijas... Hermosa forma de terminar mi primer día.
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