En estos días, la atención mundial se centra en Riad, la capital de Arabia Saudita, donde no sólo se está decidiendo la cuestión del fin de la guerra ruso-ucraniana, sino también, entre otras cuestiones urgentes, la de un nuevo orden mundial, o mejor dicho, nuevos principios geopolíticos. El dictado es el de la América de Trump, pragmática y decidida. El tiempo del pacifismo ha terminado, y también el del populismo. ¿Qué tienen ustedes y de qué son capaces? Eso es lo importante, eso es lo único que se tendrá en cuenta a partir de ahora, tanto en los negocios como en la política.
Todavía es demasiado pronto para anunciar la fecha y la hora del cese de las hostilidades. El secretario de Estado, Marco Rubio y el ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, acaban de formar una comisión de trabajo conjunta que (mientras Volodímir Zelenski calienta el fuego en el frente de Kursk y parte hacia Turquía en busca de ayuda), preparará las condiciones del alto el fuego y, más tarde, probablemente de nuevo en la capital, Riad, los presidentes firmarán el tratado de paz.
¿Qué presidentes?. Con toda probabilidad, Putin y Trump. Es decir, una paz forzada, en la que Ucrania seguramente estará presente, pero no en la persona de Zelenski, a quien Trump, para satisfacción de Moscú, eliminó del juego, poniendo en duda su legitimidad y decencia. Trump, en su habitual lenguaje empresarial, dijo que Zelenski no rindió ni un solo centavo a nadie, después de recibir sumas muy grandes de dinero, que es un tirano y no es popular en su país.
Por otra parte, también es digno de mención que los países de la UE excluidos del proceso de paz, queriendo de alguna manera permanecer en el juego, se reunieron en París y, pasando por alto a Trump, una vez más lanzaron calumnias sobre Putin, lo que les valió una respuesta agresiva de Lavrov.
Lo más llamativo, sin embargo, es el lugar elegido para las negociaciones. Es cierto que Arabia Saudita es el centro simbólico del mundo árabe, pero el reino nunca había acogido unas negociaciones de tal nivel y envergadura, lo que aumenta el peso de ese país en toda la región. Al mismo tiempo, resulta que los saudíes, encabezados por el príncipe heredero Mohammed bin Salman, llevan años cooperando con el Moscú oficial en materia de exportación y distribución de petróleo y otras cuestiones. Es más, hace aproximadamente un año enviaron 400 millones de dólares para ayuda humanitaria. ¿Y qué pasa con EE.UU.? Sus estrechos vínculos con Estados Unidos son bien conocidos por todos, especialmente ahora, en tiempos de Trump, con cuya familia el heredero al trono mantiene vínculos comerciales mutuamente beneficiosos por valor de miles de millones de dólares.
En vista de estas y otras circunstancias, el mundo árabe espera que Mohammed bin Salman convenza al presidente Trump de que abandone su delirante idea de convertir Gaza en una "Riviera" y frene los apetitos depredadores de Netanyahu hacia los palestinos. Los mismos círculos, en paralelo, esperan que Trump no evite un acuerdo con Irán, -renunciando a su programa de armas nucleares a cambio del levantamiento de las sanciones- y se siente a la mesa de negociaciones con Teherán, sobre todo porque ciertos círculos del gobierno iraní están dispuestos a un diálogo de ese tipo.
Por nuestra parte, siguiendo con optimismo las negociaciones en Riad y esperando su exitosa conclusión, podemos afirmar que el fin de la guerra ruso-ucraniana aliviará las tensiones en toda la región y en el Cáucaso, por un lado, frenará el comportamiento arrogante y agresivo de Bakú hacia nuestro debilitado país y, por otro, pondrá un límite a las ambiciones de Erdogan de ocupar una posición hegemónica en la región.
Inspirados por esa misma perspectiva, debemos pensar en nuestras figuras "inteligentes y patrióticas" en que debemos cambiarlas de inmediato para evitar la completa destrucción de nuestro estado-patria, debilitándonos y dividiéndonos. Como mencioné anteriormente, los populistas y los filósofos huecos ya no tienen cabida en el mundo moderno y, por lo tanto, tampoco en nuestro país.