Tras la devastadora guerra de 44 días, Nikol Pashinian se enfrentó a una realidad innegable: sus decisiones habían hundido a Armenia en una catástrofe nacional. En el fondo, debió reconocer su papel en las pérdidas devastadoras y los inmensos sacrificios soportados por el pueblo armenio. Sin embargo, en lugar de afrontar esta verdad con responsabilidad y remordimiento genuino, Pashinian sucumbió a un instinto lamentable: evadir la culpa, absolver su conciencia e intentar reescribir su legado.
Lo que comenzó como una respuesta emocional reflexiva ha evolucionado hasta convertirse en una campaña calculada para desviar la responsabilidad, echar la culpa a otros y distorsionar la historia. Este enfoque no sólo profundiza la desconfianza pública sino que también socava la capacidad de Armenia para recuperarse y reconstruir después de estas crisis.
Uno de los ejemplos más sorprendentes de los intentos de Pashinyan de reescribir la historia es su reciente afirmación de que desde 1994, todas las negociaciones dirigidas por el Grupo de Minsk de la OSCE sobre Nagorno-Karabaj tenían como objetivo conceder la región a Azerbaiyán. Esta afirmación subraya sus esfuerzos cada vez más profundos por exorcizar su culpa y ejemplifica su moral política en bancarrota.
La mera existencia de los Principios de Madrid, presentados en diciembre de 2007 por los ministros de Asuntos Exteriores de los países copresidentes del Grupo de Minsk (Francia, Rusia y Estados Unidos), donde se reconoce el derecho de Nagorno-Karabaj a determinar su estatus político mediante un referéndum, afirmado inequívocamente, es suficiente para refutar la afirmación infundada de Pashinian. Al ignorar estos hechos históricos, Pashinian no sólo distorsiona la verdad sino que también socava los esfuerzos actuales y futuros de recuperación. Además, su enfoque deja a Armenia vulnerable a infinitas demandas y condiciones azerbaiyanas.
El mandato de Pashinian ha estado marcado por fracasos en cascada. Sus errores de juicio desencadenaron la guerra de 44 días, que condujo a la pérdida parcial inicial de Nagorno-Karabaj. Estos primeros errores no fueron incidentes aislados sino parte de un patrón más amplio de incompetencia que finalmente culminó en la pérdida total de Nagorno-Karabaj, el éxodo masivo de su población y el precario estado actual de Armenia. La tragedia reside no sólo en la magnitud de estos fracasos sino también en la persistente negativa de Pashinyan a asumir la responsabilidad. En lugar de reconocer sus errores y esforzarse por corregirlos, redobló sus esfuerzos, causando más daños y un impasse diplomático.
Para comprender plenamente la profundidad de los fracasos de Pashinian, hay que considerar la oportunidad sin precedentes que heredó en 2018. La transición política y el abrumador apoyo público le proporcionaron una plataforma única. Sobre la base sentada por sus predecesores, se le brindó una oportunidad histórica de lograr una solución pacífica al conflicto de Nagorno-Karabaj. En cambio, Pashinian desperdició esta oportunidad.
Los críticos podrían argumentar que los desafíos de Armenia eran insuperables y que cualquier líder habría luchado en circunstancias similares. Sin embargo, esta defensa se derrumba ante el escrutinio de los errores, los pasos en falso y la negativa de Pashinian a adaptarse o buscar asesoramiento competente. Sus fracasos no son simplemente el resultado de presiones externas, sino que surgen de su propia arrogancia y de su incapacidad para reconocer sus limitaciones. Ningún líder carente de competencias diplomáticas y militares básicas podría aspirar a afrontar solo los complejos desafíos de Armenia. Pashinian carecía de estas habilidades en 2018 y sigue careciendo de ellas hoy.
Las deficiencias de Pashinian han tenido profundas consecuencias para el pueblo armenio. La pérdida total de Nagorno-Karabaj y el desplazamiento de su población marcan no sólo una derrota territorial sino también una profunda herida en la identidad y el patrimonio de la Nación. El éxodo de los armenios de su patria ancestral es una tragedia humanitaria que resonará durante generaciones.
En lugar de unir al país ante tal adversidad, las acciones de Pashinian han sembrado división y desesperación.