El año 2024 está llegando a su fin.
Como todo pueblo informado, el pueblo armenio también está atónito, siendo testigo cada día de acontecimientos políticos cada vez más impactantes que tienen lugar de Este a Oeste y en varios puntos intermedios, y que hasta hace poco tiempo se consideraban casi imposibles.
Para cualquier individuo atento, y mucho más para una colectividad que asume una responsabilidad, no es lícito permanecer aturdido y debilitado ante el peligro. De hecho, para la comunidad armenia, esto sería considerado un crimen imperdonable.
Cualquier persona con instinto de supervivencia, dotada de una inteligencia activa y, sobre todo, de una colectividad llena de recursos, se ve impulsada, con una fuerza feroz y una urgencia que surge de la responsabilidad, a reunir todos los medios a su alcance para organizarse y oponerse al peligro que amenaza claramente con su destrucción.
En los últimos tiempos, hemos visto al mundo entero, en un estado de indiferencia o quizás de estupor, observar el exterminio de cientos y miles de palestinos indefensos, incluidos sus niños, enfermos y ancianos, por las formidables fuerzas armadas regulares de Israel.
No muy lejos, un Estado respetable, llamado hasta ayer Siria, miembro de la ONU, desapareció del mapa en silencio, con la cooperación de las llamadas “grandes potencias”, cada una persiguiendo sus propios intereses, opuestos entre sí.
A la vista de los mismos observadores indiferentes, el país llamado Líbano, como un cadáver indefenso, se ha convertido en un felpudo para las fuerzas armadas entrantes y salientes de sus vecinos. Además, el mundo también observa con asombro las inimaginables vicisitudes políticas dentro de los grandes países más “civilizados y democráticos”. Francia, donde la ultraderechista y xenófoba señora Marine Le Pen, con la promesa de eliminar a Francia de la escena internacional, parece ser capaz de llegar al poder en cualquier momento. También hemos visto la victoria trumpiana en Estados Unidos, que de manera similar conduce al país hacia una nueva era impredecible de gobierno que puede distanciarlo en gran medida del escenario mundial.
Teniendo en cuenta todo esto, queridos compatriotas, nos vemos obligados, sin excepción, a considerar que en el estado político babilónico del mundo actual, descripto más arriba, el próximo gran golpe caerá seguramente sobre nosotros. La realidad indiscutible es que en el pasado reciente, también era de esperar que nuestra Artsaj, que no tenía más fortaleza que una hoja de otoño, estuviera evidentemente condenada a desaparecer. Y así sucedió, sin la menor preocupación de los estados grandes o pequeños, amigos u observadores del mundo.
Mientras tanto, es una vergüenza que todos nosotros, en Armenia y en la diáspora, en nuestro estado de impotencia, nos hayamos limitado a golpearnos el pecho y a hacer protestas apenas audibles. En realidad, permanecimos completamente indefensos ante ese gran crimen contra la humanidad que se estaba cometiendo ante nuestros ojos. En realidad, no fuimos capaces de oponer resistencia ni de influir en la opinión mundial.
Sin embargo, el peligro actual, queridos compatriotas, es mucho más grave y pesado. Los dirigentes del mundo armenio deben darse cuenta colectivamente de que hoy es nuestra propia patria, Armenia, junto con algunas de nuestras florecientes y más importantes comunidades diásporicas del pasado reciente, las que están a punto de correr la misma suerte.
Esta alarma, queridos compatriotas, es real. Cuando Azerbaiyán, por boca de sus representantes más responsables, llama varias veces, pública y libremente al territorio de Armenia “Azerbaiyán Occidental”, cuando destina tres veces más recursos en su presupuesto de preparación militar que Armenia, a todos los responsables del mundo armenio y, sobre todo, a los dirigentes del actual gobierno armenio, simplemente, no se les debe permitir continuar con su actual curso de acción, sin tomar iniciativas excepcionales y serias como coresponden.
¿Será que sólo cuando de repente el ejército azerbaiyano invada y ocupe completamente Armenia, y la Santa Echmiadzin, siguiendo los ejemplos de Artsaj, y la convierta en una mezquita, que, debilitados aún más, correremos miserablemente de un lado a otro y, en el mejor de los casos, escribiremos cartas de protesta, si todavía encontramos destinatarios dispuestos a aceptar tales cartas?
Queridos compatriotas, como dignos herederos de nuestra gloriosa historia, cultura y pasado, todos estamos obligados en este momento a prepararnos sin vacilar y tomar medidas para proteger nuestra tierra y nuestro patrimonio.
En primer lugar, lo antes posible, toda la nación armenia, tanto en Armenia como en la diáspora, debe salir de su actual estado de letargo, evidentemente aturdido y, en realidad, completamente desorganizado.
Para organizarse es necesario movilizar literalmente todos los medios más eficaces a disposición del pueblo armenio.
La primera condición para emprender este trabajo es crear una estructura pannacional que debe elaborar un programa de estrategia nacional de supervivencia y luego supervisar su implementación .
Esta estructura debe reunir a representantes que gocen del mayor reconocimiento, estima y credibilidad entre el pueblo armenio.
Sabemos que, lamentablemente, en la realidad armenia es difícil encontrar partidos que gocen de tal reconocimiento por parte de todos, pero es evidente que en primer lugar se encuentran, sin lugar a dudas, el actual gobierno y las autoridades de Armenia, seguidos por los líderes espirituales armenios, luego los líderes de partidos, organizaciones filantrópicas y culturales que tienen una trayectoria indiscutiblemente probada de logros en Armenia o en la diáspora, y, por último, si los hay, personalidades excepcionales que se han ganado un reconocimiento nacional o internacional indiscutible. ¡Por desgracia, sabemos que personalidades como Victor Hampartzumian y Baruyr Sevak no están entre nosotros hoy!
Por eso, al final de este año, en vísperas del Año Nuevo, este mensaje urgente y esta exigencia se dirigen, en primer lugar, a las distinguidas autoridades de la República de Armenia, encabezadas por el Honorable Primer Ministro Nikol Pashinian, y, en seguida, a nuestros estimados líderes espirituales, encabezados por Su Santidad el Katolikós de Todos los Armenios, Karekin II y el Katolikós, Aram I de la Gran Casa de Cilicia. Esta exigencia se dirige, a continuación, a los dirigentes de los grandes partidos políticos y de las organizaciones caritativas y culturales de larga y probada tradición, como se ha mencionado anteriormente. Llamamos a todos ellos, tanto en Armenia como en la Diáspora, a cooperar con las autoridades para formar lo antes posible un Consejo Nacional Pan-Armenio, para el desarrollo y la implementación de la estrategia de seguridad y supervivencia nacional descrita anteriormente. Naturalmente, será necesario crear subestructuras especializadas junto a ese Consejo, compuestas por especialistas experimentados en asuntos diplomáticos, financieros, jurídicos, periodísticos y militares. Armenia y la Diáspora sin duda pueden proporcionar estos respetados especialistas con abundancia.
Al mismo tiempo, y de manera muy importante, dirigimos un llamado especial a nuestra prensa en general, y al pueblo inteligente y responsable de Armenia y de la diáspora, para que también ellos se unan a nosotros y que también ellos, con todos los diferentes medios a su disposición, expresen enérgicamente esta demanda, dirigiéndola en primer lugar al gobierno de la República de Armenia encabezado por el Primer Ministro Nikol Pashinian, así como a todos los demás partidos.
En efecto, no es la primera vez que, en tiempos de una amenaza existencial nacional, claramente alarmante, hemos llamado desde estas páginas a la necesidad de un trabajo nacional unido y organizado. Sin embargo, hasta hoy tales llamados no han tenido consecuencias. Hoy debemos reflexionar que el peligro ha alcanzado el grado más alto. La creación de una estructura nacional pan-armenia organizada y operativa está en el primer lugar de la lista de prioridades nacionales.
Ya no es posible afrontar los mayores peligros de la actualidad por separado, ni mediante cualquiera de nuestras organizaciones ni mediante muchas iniciativas aleatorias y descoordinadas.
Hoy en día, la demanda de una organización pan-armenia es la mayor urgencia.
Concluyo esta sentida declarción, subrayando que esta vez, en caso de un posible desastre nacional, si desgraciadamente seguimos en el actual estado de desorganización, los señadados más arriba, serán los responsables directos ante la historia.
¡Qué Dios Todopoderoso proteja nuestra nación, pero sabemos que Dios ayuda primero a quienes saben cómo ayudarse a sí mismos!