El fin de año es tradicionalmente un momento de reflexión y previsión, que se extiende a la geopolítica y la política exterior. Las relaciones entre Armenia y Azerbaiyán no son una excepción. Desde que terminó la primera guerra de Nagorno-Karabaj en 1994, expertos, académicos y políticos han tratado de evaluar y pronosticar la trayectoria de estas relaciones. Tales esfuerzos han cobrado impulso durante las negociaciones activas, como se vio en los debates de Key West (2001) y Kazán (2011). Con las negociaciones en curso desde la guerra de Nagorno-Karabaj de 2020 para finalizar un acuerdo de paz, las especulaciones de fin de año sobre los acontecimientos del año próximo no son sorprendentes. El autor cree que es poco probable que Armenia y Azerbaiyán firmen un acuerdo de paz pronto.
Actualmente, la situación es intrigante. Ambas partes afirman haber logrado avances sustanciales en las conversaciones de paz. En el Consejo Ministerial de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) del 5 de diciembre, el ministro de Asuntos Exteriores de Armenia anunció que se había ultimado el preámbulo del texto del acuerdo de paz y 15 de sus 17 artículos. El primer ministro armenio declaró más tarde que se había acordado el 90% del texto.
Sin embargo, según el think tank AIR Center, adepto al Estado azerbaiyano, al menos tres cuestiones polémicas siguen sin resolverse: la presencia de la misión de la Unión Europea (UE) en Armenia, los cambios constitucionales y legales en Armenia y la retirada de las demandas judiciales de Armenia contra Azerbaiyán en los tribunales internacionales. Bakú también ha propuesto otras dos condiciones previas para cualquier acuerdo de paz. Éstas incluyen la disolución del Grupo de Minsk de la OSCE y el establecimiento de un “corredor de Zangezur” libre del control armenio.
A pesar de los avances, las cambiantes condiciones previas de Azerbaiyán hacen difícil la firma de un acuerdo de paz. En 2024, Armenia ofreció concesiones, como una retirada gradual de los observadores de la UE de las zonas fronterizas delimitadas y la disposición a retirar las demandas judiciales contra Azerbaiyán una vez firmado el acuerdo. Armenia también ha iniciado reformas constitucionales que se prevé completar en 2027 y ha indicado su disposición a disolver el Grupo de Minsk de la OSCE una vez firmado el acuerdo. Sin embargo, Azerbaiyán insiste en que estas medidas deben darse antes de que se firme un acuerdo de paz.
El enfoque de Azerbaiyán, caracterizado por la constante adición de condiciones previas y el rechazo a cualquier oferta armenia, pone en duda la probabilidad de un acuerdo pronto. Una fuerte presión externa sobre Azerbaiyán podría cambiar su postura, aunque los esfuerzos de Estados Unidos, la UE y en parte de Kazajstán en 2023 y 2024 han fracasado en gran medida.
No está claro si la administración Trump dará prioridad a esta cuestión, especialmente teniendo en cuenta otros focos de política exterior, como China, la guerra entre Rusia y Ucrania, e Irán. Mientras tanto, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, saboteó el formato de Bruselas después de la toma militar de Nagorno-Karabaj en septiembre de 2023 al negarse a ir a Granada y Bruselas, y lo más probable es que el formato de Bruselas haya sido el motivo de la salida de Charles Michel de la presidencia del Consejo Europeo.
La influencia potencial de Rusia para facilitar la firma de un acuerdo de paz depende de que la resolución de la guerra en Ucrania se realice en términos favorables o al menos neutrales para Moscú. Rusia también podría intentar utilizar el formato regional 3+3 como plataforma de negociación entre Armenia y Azerbaiyán. Mientras tanto, otros actores, entre ellos Turquía, Irán, Israel, Francia, India y China, carecen de la influencia o el interés estratégico necesarios para obligar a Azerbaiyán a firmar un acuerdo. Por lo tanto, a medida que nos acercamos a 2025, el autor cree que una nueva configuración geopolítica tras un año histórico de campañas electorales aumenta el riesgo de una nueva escalada.
Pueden producirse dos tipos de escalada:
La primera implica incidentes de pequeña a mediana escala, que van desde escaramuzas fronterizas aisladas hasta hostilidades activas que podrían durar varios días, posiblemente destinadas a apoderarse de más territorio armenio, similares a los acontecimientos de septiembre de 2022. Recientes informes de los medios de comunicación afectos al Estado azerbaiyano han afirmado que Armenia se está preparando para atacar a Azerbaiyán; esta acusación probablemente se esté utilizando para allanar el camino para un ataque preventivo a Ereván y también sugiere que Bakú probablemente esté sentando las bases para una escalada en 2025. Cabe destacar que Armenia no tiene intención de atacar a Azerbaiyán, como ha declarado repetidamente el Primer Ministro, Nikol Pashinian. Por lo tanto, la probabilidad de escaladas de pequeño o mediano grado en 2025 es de moderada a alta.
El segundo escenario es una escalada a gran escala destinada a abrir por la fuerza el “corredor Zangezur”, que podría tener como blanco las partes sur o norte de la región armenia de Syunik o la región de Vayots Dzor. Varios factores que frenaron a Azerbaiyán en 2024, incluida la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2024 (COP29) y las reiteradas declaraciones de altos funcionarios iraníes de que intervendrán si hay una amenaza a la frontera de Armenia con Irán, estarán ausentes o disminuirán en 2025. La percepción de que Irán no ha logrado evitar la erosión de su influencia en Siria, junto con el posible regreso de la campaña de “máxima presión” de Estados Unidos contra Teherán, puede reducir el riesgo de una fuerte reacción de Teherán en caso de una incursión azerbaiyana en el sur de Armenia. Es probable que otras consideraciones geopolíticas más amplias (como las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, el resultado de la guerra en Ucrania y las políticas de la administración Trump en el Cáucaso Sur) también desempeñen un papel decisivo. Esa dinámica sigue siendo demasiado incierta para predecirla con precisión. Si bien la probabilidad de una escalada a gran escala en 2024 era baja, en 2025 se espera que aumente ligeramente, situándose entre baja y moderada.
En este contexto, el gobierno armenio debe vigilar atentamente los cambios en el equilibrio de poder global y regional y la intrincada interacción de las relaciones entre Rusia, Estados Unidos, la UE, Turquía e Irán.
Supongamos que Rusia gana influencia adicional en la región como resultado del cese de la guerra en Ucrania, mientras que las relaciones entre Georgia y Occidente siguen deteriorándose. En ese caso, puede ser necesario recalibrar la diversificación de la política exterior de Armenia orientada hacia Occidente para evitar una situación en la que Armenia sea el único Estado de la región que exija una mayor presencia occidental. Esta situación puede dar lugar a un consenso entre los Estados de la región para presionar a Armenia a cambiar su posición.
Una nueva escalada por parte de Azerbaiyán podría ser percibida como una opción para infligir presión.