El Secretario para las Relaciones con los Estados del Vaticano, arzobispo Paul Richard Gallagher, visitó Bakú para participar en la ceremonia de colocación de la primera piedra de una iglesia dedicada al Papa Juan Pablo II.
En Bakú, el representante de la Santa Sede se reunió con el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, y con el presidente de la Oficina de los Musulmanes del Cáucaso, Allahshukur Pashazade.
Durante el encuentro con el arzobispo, Pashazade abordó la “tolerancia de Azerbaiyán”, explicando cómo el gobierno “restauró y conservó la iglesia armenia en el centro de Bakú, así como las antiguas iglesias apostólicas albanesas en Nagorno-Karabaj y Shusha”. Pashazade también instó a Gallagher a visitar Artsaj para “familiarizarse con el trabajo de restauración del patrimonio religioso y espiritual en las zonas afectadas por el genocidio cultural”. Según la información difundida por la parte azerbaiyana, Gallagher también destacó “el multiculturalismo y la tolerancia de Azerbaiyán”.
Debido a sus actividades espirituales, educativas y profesionales, el alto funcionario del Vaticano probablemente esté familiarizado con la historia y la pertenencia del patrimonio religioso y cultural de Artsaj y puede estar al tanto del “tratamiento” del patrimonio cultural armenio por parte de los azerbaiyanos desde 2020.
No está claro si los representantes del Vaticano han planteado esta cuestión en sus recientes contactos con funcionarios azerbaiyanos, instándolos a no demoler, destruir o apropiarse del rico patrimonio dejado por una de las antiguas naciones cristianas, los armenios. En cualquier caso, dicha información no ha sido mencionada en las declaraciones oficiales.
La Fundación Geghard ha abordado esta cuestión en repetidas ocasiones. Las donaciones financieras de Azerbaiyán al Vaticano no deben llevar a la Iglesia católica a hacer la vista gorda ante los crímenes azerbaiyanos. El Vaticano no debe contribuir a la política constante de Azerbaiyán de alterar la identidad del patrimonio armenio.
Creemos que el Vaticano debe condenar la política de Azerbaiyán de destruir y distorsionar el patrimonio religioso y cultural armenio y no debe convertirse en parte de la campaña de propaganda de Azerbaiyán, ni de los crímenes cometidos por las autoridades de Bakú.