El gobierno de Biden ha mediado activamente en los esfuerzos por normalizar las relaciones entre Armenia y Azerbaiyán, así como entre Armenia y Turquía. Estas situaciones están estrechamente relacionadas, nos guste o no. El presidente saliente Joe Biden instó al presidente de Azerbaiyán Ilham Aliyev y al primer ministro de Armenia Nikol Pashinian a finalizar un acuerdo de paz antes de fin de año, probablemente con el objetivo de mejorar su reputación como mediador y negociador. Si Harris hubiera ganado, el rumbo político de los demócratas probablemente habría continuado, pero esta perspectiva parece dudosa con Trump.
Es probable que Aliyev haya hecho caso omiso de la carta de Biden, ya que Azerbaiyán no está dispuesto a firmar un tratado de paz que limite sus ambiciones y restrinja sus opciones. A diferencia de Azerbaiyán, Armenia necesita urgentemente firmar un acuerdo de paz lo antes posible.
Es probable que después los dirigentes armenios concentren todos sus recursos en los procesos políticos internos, como la organización de elecciones para legitimar el acuerdo de paz y otras concesiones dolorosas, como la renuncia a elementos de la Declaración de Independencia, la imagen simbólica del monte Ararat en el escudo de armas armenio y otros valores nacionales e históricos.
Siendo realistas, se plantean dos escenarios en relación con el proceso de paz.
Retraso del acuerdo de paz
La administración Trump puede dudar en finalizar rápidamente el acuerdo, ya que hacerlo implicaría atribuirle el mérito a la administración Biden, o al menos compartirlo con los demócratas. Otra opción es que Trump continúe las negociaciones y retrase la firma para atribuirse el mérito, especialmente porque busca historias de éxito y relatos de paz exitosos para su historial. Esta demora también estaría en línea con los intereses de Bakú, ya que le permitiría a Azerbaiyán presionar a Armenia para que obtenga más y, al mismo tiempo, experimentar menos presión externa, especialmente de Estados Unidos.
Limitada participación de EE.UU. en el Cáucaso Sur
Un segundo escenario sería el de una participación escasa o nula de Trump en el Cáucaso Sur, dejando las iniciativas regionales a Rusia, Turquía e Irán. Este escenario también favorece los intereses de Bakú, ya que Azerbaiyán no se enfrentaría a presiones externas y, a diferencia de Armenia, es capaz de negociar con éxito con Teherán, Ankara y Moscú. Sin embargo, un escenario de este tipo podría desestabilizar la región al eliminar a Estados Unidos como actor de equilibrio, aumentando así la influencia de las potencias regionales dominantes, como Rusia, Turquía e Irán. Este escenario parece más ambicioso, en particular si Trump negocia un acuerdo con Putin sobre Ucrania. Un acuerdo de este tipo probablemente incluiría un paquete integral que abordaría sus intereses y preocupaciones mutuos a nivel mundial, incluida la región del Cáucaso Sur, de importancia estratégica para Rusia.
Sin embargo, si analizamos todo esto desde una perspectiva más global, en particular en lo que respecta a las relaciones entre Estados Unidos y Rusia y en el contexto del Cáucaso Sur, existe otra posibilidad: la intensificación de las tensiones en torno a Irán podría convertir a la región en una “vía de paso”, con todas las consecuencias negativas asociadas. Si Rusia y Estados Unidos no logran llegar a un consenso sobre Ucrania y Washington adopta medidas más agresivas contra Irán, Armenia se enfrentará a nuevos y profundos desafíos, en particular en el ámbito de la seguridad. Este sería el mayor desafío que Armenia enfrentará después de la guerra en 2020.
Estos posibles acontecimientos dependerán en gran medida de las prioridades y políticas de la administración Trump en el manejo de los asuntos regionales e internacionales en general. Predecir las acciones futuras es difícil debido al silencio de Trump al respecto. La situación se complica aún más por la reciente reunión entre Trump y Biden, en la que, según se informa, Biden intentó persuadir a Trump para que apoyara a Ucrania. Sin embargo, poco después de la reunión, Biden autorizó el despliegue de misiles estadounidenses de largo alcance contra Rusia, lo que el hijo de Trump criticó como una "decisión estúpida". Esto sugiere que no llegaron a un acuerdo sobre este tema.