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Opinion - Prensa estadounidense, Newsweek
Vardan Oskanian: Obligar a Azerbaiyán a liberar a los presos políticos
15 de Octubre de 2024

Contrariamente a lo que afirma la República de Azerbaiyán, en el Cáucaso Meridional no tiene intención de establecer la paz con sus vecinos, incluida Armenia. Hace poco más de un año, Azerbaiyán obligó a 120.000 armenios nativos a abandonar sus tierras de Nagorno-Karabaj, socavando su autogobierno de larga data y borrando todos los rastros armenios de su antaña e histórica patria.

Si Azerbaiyán realmente tuviera la intención de establecer la paz, dejaría de destruir las pruebas de la presencia cultural e histórica armenia en Nagorno-Karabaj, renunciaría a sus actuales reclamos sobre los territorios de la propia Armenia soberana y facilitaría el regreso de la población desplazada por la fuerza de Nagorno-Karabaj, a sus tierras históricas, y liberaría inmediatamente a los prisioneros políticos, ex dirigentes de esa región autónoma, capturados hace un año, luego de mantener bajo asedio y bloqueo durante nueve meses, antes de su brutal invasión en septiembre del año pasado.

El gobierno de Azerbaiyán es el más tiránico, el más corrupto y el más agresivo del mundo. Como Ministro de Asuntos Exteriores de Armenia de 1998 a 2008, durante décadas, con el apoyo de potencias internacionales (como Estados Unidos, Rusia y Francia), se negoció infructuosamente para establecer la paz entre Armenia y Azerbaiyán. Hoy hago un llamado a los países del mundo para presionar a Azerbaiyán y obligarlo a cambiar de posición.

Afortunadamente, existe una oportunidad para ello. A mediados de noviembre está prevista la celebración de la cumbre COP29, dedicada al cambio climático en Bakú, capital cuya elección ha sido motivo de numerosas controversias, ya que, al ser un país productor y exportador de gas y petróleo, Azerbaiyán contribuye a la contaminación atmosférica mundial. La selección del país fue controvertida en todos los sentidos, pero la conferencia actual brinda al mundo la oportunidad de actuar.

Los ex presidentes de Nagorno-Karabaj, Arayik Harutyunian, Bako Sahakian, Arkady Ghukasian, el ex ministro de Estado Ruben Vardanian, el presidente del parlamento Davit Ishkhanian, el ex ministro de Asuntos Exteriores Davit Babaian y el ministro de Defensa Levon Mnatsakanian, todos encarcelados en Bakú, son los representantes legales de una nación que buscaba la autodeterminación conforme al derecho internacional de conformidad con las disposiciones vigentes.

¿Estuvieron los Estados del mundo negociando durante años con terroristas y criminales, como lo presenta ahora Bakú? Por supuesto que no. Las personalidades antes mencionadas pueden compararse con Ibrahim Rugova de Kosovo o José Ramos-Horta de Timor Oriental, quienes lucharon por medios pacíficos para proteger los derechos de autodeterminación de sus pueblos. Encarcelar a los líderes armenios es una maquinación política para silenciar el caso armenio, lo que constituye una grave violación del derecho internacional y un desafío a la legitimidad del proceso diplomático internacional.

Mientras que Azerbaiyán, al convertirse en una de las repúblicas de la Unión Soviética, buscaba establecer su dominio en la región autónoma de Nagorno-Karabaj, esta última fue durante siglos cuna de armenios y tenía derecho a decidir sobre su derecho a la autodeterminación. La decisión de la población de Nagorno-Karabaj de ejercer ese derecho en los últimos años del colapso de la Unión Soviética provocó la oposición intransigente de Azerbaiyán, que luego se convirtió en un conflicto total. La situación bélica finalmente terminó con un alto el fuego firmado en 1994, que permitió a la región establecer su soberanía. Durante casi tres décadas, Nagorno-Karabaj mantuvo su estatus independiente de facto con la determinación de construir un Estado basado en los principios de la democracia y el respeto de los derechos humanos.

Las negociaciones celebradas bajo la copresidencia de los Estados Unidos, Rusia y Francia tuvieron como objetivo encontrar una solución final al conflicto, establecer la paz, reconocer y respetar las disposiciones de derechos humanos e internacionales. Pero en 2020, la agresión de Azerbaiyán calentó la situación y, como resultado de una breve guerra, el gobierno de ese estado pudo conquistar la mayor parte de los territorios circundantes al enclave. Tres años más tarde, tras repetidos enfrentamientos, Azerbaiyán atacó Nagorno-Karabaj, llevó a cabo una limpieza étnica y secuestró a los líderes de la región autónoma. Eso nos llevó a la extraordinaria situación actual, en la que el gobierno del dictador Ilham Aliyev, que ocupa el último lugar en todas las plataformas democráticas internacionales (como, por ejemplo, Freedom House), se convierte en el anfitrión de la conferencia COP29.

Esto simboliza las contradicciones morales en la diplomacia internacional. Como país líder en producción de petróleo y gas, Azerbaiyán se beneficia enormemente de los recursos naturales minerales, que es una industria que contribuye al cambio climático. Sin embargo, se le encomendó ser anfitrión de la conferencia internacional para reducir los desastres climáticos. Esta hipocresía sobre el medio ambiente es en sí misma un error flagrante, pero el hecho es que se está sentando a los delincuentes climáticos a la mesa y se les permite hospedar delegaciones. La COP28, no lo olvidemos, fue organizada por los Emiratos Árabes Unidos.

Todos estarán de acuerdo en que Azerbaiyán no puede evitar las violaciones de derechos humanos cometidas en Nagorno-Karabaj. Permitir que Azerbaiyán sea anfitrión de la conferencia COP29 sin medidas punitivas significaría hacer la vista gorda ante las atrocidades que comete. La COP29 es realmente una maravillosa oportunidad para actuar.

La sociedad mundial y especialmente los estados grandes están obligados a exigir que Azerbaiyán libere a los prisioneros políticos y a los líderes políticos armenios que encarceló ilegalmente. Ellos, esos estados, deberían estar dispuestos a boicotear la conferencia, o si rechazan esta propuesta, al menos enviar delegaciones de nivel relativamente bajo para participar en la cumbre.

Azerbaiyán es consciente de que los encarcelados no cometieron ningún delito, pero no espera que su accionar quede al descubierto. Se teme que Bakú se mantenga firme en su posición. El peligro será aún mayor cuando los Estados y las organizaciones no gubernamentales no le hagan frente. Eso, por supuesto, revivirá a dictadores y otros actores sin escrúpulos en todas partes.

Este llamado mío no se aplica sólo a los armenios detenidos. En los últimos meses, las autoridades azerbaiyanas han encarcelado a decenas de periodistas y activistas para garantizar que no se pronuncien palabras críticas durante la conferencia. También deberían ser liberados.

Probablemente no sería correcto cambiar ahora el lugar de celebración de una conferencia importante, pero se pueden encontrar soluciones o formatos alternativos para continuar las conversaciones sobre el clima en el futuro. Uno de ellos podría ser, por ejemplo, celebrar la conferencia cada seis meses en los estados democráticos más diversos del mundo, en los que se reconozcan y respeten los derechos humanos más básicos.

No se puede negar que los debates sobre el cambio climático son importantes y necesarios, pero debemos asegurarnos de que las cuestiones de protección de los derechos humanos y las cuestiones de contaminación atmosférica no se excluyan entre sí. La lucha contra el cambio climático debe llevarse a cabo en una atmósfera de imparcialidad moral. El mundo mismo debe ser firme en esta cuestión y no permitir que Azerbaiyán explote la agenda climática como escudo de relaciones públicas y al mismo tiempo siga oprimiendo a los armenios, silenciando a activistas y movimientos políticos legítimos y deteniendo a prisioneros políticos.

El tiempo se acaba. La COP29 se acerca rápidamente y el mundo tiene la oportunidad de demostrar su verdadero compromiso basado en acciones para proteger los principios de los derechos humanos, el estado de derecho y la autodeterminación. Los Estados Unidos, la Unión Europea y otras instituciones democráticas deberían estar a la vanguardia y utilizar la COP29 como plataforma para exigir la liberación de los presos. Deberían hablar de ello y, lo más importante, deberían actuar.

VARDAN OSKANIAN

Ex Ministro de Asuntos Exteriores de la RA

Fundador de Civilitas

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