La creación de Israel fue un evento increíble. Requirió enormes esfuerzos, esfuerzos contra todas las reglas de la lógica y, para ser justos, fue una iniciativa heroica e increíble.
Reunir a personas que hablaban diferentes idiomas, tenían diferentes culturas, incluso de diferentes razas en el desierto, y crear un idioma desde cero iba en contra de todas las reglas.
Israel creó una generación de misioneros que vivieron en peligro todos los días, a través del trabajo duro transformaron el desierto en una mina agrícola, crearon un poderoso complejo militar-industrial y se convirtieron en un líder mundial en algunos campos.
En resumen, todo fue construido por la generación de misioneros. Pero ahora viene otra generación. La nueva generación de Israel no es la creadora de ese Estado con fuerzas increíbles, es la que disfruta de ese trabajo.
Como resultado, el pensamiento y la visión del mundo cambian. El miedo a los ataques de Irán ha paralizado a Israel; no hubiera sido así hace 50 años.
Algo similar vemos en la Armenia actual.