El martes, frente a la oficina de la ONU en Ereván, tuvo lugar una pequeña concentración de protesta de nuestros compatriotas deportados de Artsaj.
El objetivo, según se desprende de las palabras de los oradores, era informar a la comunidad internacional sobre lo que está sucediendo contra los monumentos de origen armenio, estructuras arquitectónicas antiguas y nuevas en la Artsaj, entregada y confiscada. Exigieron a la comunidad internacional detener el vandalismo azerbaiyano y la política de erradicar el carácter armenio de todo lo que hay en Artsaj.
Se trata de una exigencia justa y apropiada, con la que también están comprometidos la Iglesia armenia y diversas estructuras internacionales, con la tarea de mantener la cuestión al menos por el momento en el ámbito de la atención de los círculos profesionales. Aquellos reunidos frente a la oficina de la ONU en realidad estaban mostrando su legítimo reclamo, reconfirmando su voluntad y derecho a poseer y seguir siendo propietarios de ese enorme patrimonio, al mismo tiempo que recordaban a todos, que su deseo y visión para el Gran Retorno permanecen intactos.
También ayer, jueves, esta vez frente al edificio del Gobierno, los habitantes de Artsaj, en su mayoría madres vestidas de negro, presentaron su demanda al gobierno de la República Armenia para que reclamede los cuerpos mutilados y deshonrados de sus hijos muertos, para que devuelvan sus restos y así puedan tener un entierro en la Madre Armenia, y que puedan tener un lugar donde llorarlos...
Dos encuentros conmovedores que, por supuesto, quedaron sin respuesta ni por parte de la llamada "comunidad internacional" ni del llamado "gobierno local". A nadie le interesan esos reclamos. La ONU está ocupada con grandes problemas, el gobierno de Armenia cuenta los primeros meses, semanas y días de la "era de paz", es decir, nada.
Pero los organizadores de las dos protestas me decepcionaron. En ambos casos no se pronunció ni una sola palabra, ni una sola exigencia sobre el regreso de nuestros prisioneros que sufren en las cárceles de Azerbaiyán.
Presos, cuyo número exacto ni siquiera conocemos, salvo los datos recogidos por la Cruz Roja Internacional y alguna que otra llamada telefónica entre familiares. Y en cuanto a los que se consideran desaparecidos, allí la situación es una pesadilla perfecta, con manifestaciones trágicas de sus destinos.
Sería correcto y apropiado que durante estas y todas las acciones similares y en general en todas las ocasiones, la parte armenia, en primer lugar los armenios de Artsaj, exigieran la liberación de los 23 armenios oficialmente registrados detenidos en prisiones azerbaiyanas, incluidos 8 dirigentes militares y políticos, a mostrar intolerancia ante la violencia, la tortura física y mental y la humillación que se les aplica.
No importan cuáles sean las condiciones, simbolizan el Estado de Artsaj, y nadie, ni Aliyev, ni Pashinian, ni Erdogan tienen derecho a mantenerlos bajo vandados, encerrando así a Artsaj bajo llave. La visión de todos nosotros, en primer lugar, de los armenios de Artsaj, es tener Artsaj.
El tribunal imaginario de Azerbaiyán puede otorgarles estatus de cautivos, rehenes, criminales o cualquier otro estatus, pero no podemos sumar el sufrimiento de los abandonados, los desatendidos, los olvidados a las heridas e insultos que sufrieron.
Es nuestro deber, el deber y la exigencia de nuestra patria.