Mis artículos recientes, incluidos los publicados por el Armenian Mirror Spectator , se han centrado en si Armenia se está desplazando hacia Occidente y si Occidente está dispuesto a abrazar a Armenia.
Antes de la visita del Secretario General de la OTAN, observé que Armenia carece de una agenda clara para ser miembro de la OTAN y sólo puede participar en programas individuales. Lo mismo se aplica a la Unión Europea. Armenia desea vínculos más estrechos, pero parece renuente a romper con la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) y la Unión Económica Euroasiática (UEEA) para unirse a la UE y la OTAN. Parece que tanto la UE como la OTAN se muestran reacias a dar la bienvenida a Armenia a su redil, o al menos se abstienen de declararlo abiertamente para evitar poner en peligro la seguridad de Armenia.
Últimamente, el principal tema de discusión en Armenia han sido las relaciones del país con la UE y la posible integración con el bloque europeo. Esta discusión se intensificó tras la noticia de una reunión entre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, y el primer ministro Nikol Pashinian.
Inicialmente, las facciones prooccidentales en Armenia tenían grandes esperanzas en la reunión, pero cuando quedó claro que las expectativas públicas no se cumplirían, se produjo un cambio para restar importancia a la trascendencia de Occidente como garante de seguridad para Armenia. Si bien la UE puede ofrecer ciertos tipos de apoyo militar no letal, no puede garantizar la seguridad de Armenia. Como mencioné anteriormente, Occidente no puede brindar garantías de seguridad a Armenia y solo puede ofrecer asistencia. Las razones son varias, incluida la membresía de Armenia en la OTSC, las relaciones estratégicas ruso-armenias (al menos legalmente), así como el apoyo logístico para brindar dicha asistencia.
Después de la reunión en Bruselas, se hizo evidente que quienes creían que tener grandes expectativas era injustificado, fueron más precisos en su evaluación. Faltaron acuerdos y logros políticos serios. Faltaron declaraciones que indicaran el progreso de Armenia en la integración europea. En cambio, Estados Unidos ofreció 65 millones de dólares en apoyo financiero a Armenia, mientras que la Unión Europea prometió una subvención de 270 millones de euros. Era evidente que Occidente carece de una estrategia clara respecto a Armenia. El principal mensaje transmitido fue que, si bien Occidente está dispuesto a ayudar a Armenia, no puede garantizar la seguridad de Armenia. Por lo tanto, Armenia debe trabajar para mejorar las relaciones con Turquía y Azerbaiyán para evitar futuros ataques.
De hecho, después de esa reunión, Armenia se encontró en una situación más difícil. Occidente aclaró su posición hacia Armenia y presentó en forma clara la situación. Hacer hincapié en esta realidad complica significativamente la situación política y de seguridad interna de Armenia. Si Occidente podía ser una especie de camisa de fuerza para Azerbaiyán antes de esa reunión, ahora esos mecanismos de restricción son más débiles y frágiles.
Los recientes ataques a las fronteras armenias por parte de las fuerzas armadas de Azerbaiyán tras la reunión de Bruselas prueban aún más este punto. Por supuesto, esto no significa que Armenia no deba continuar su trabajo en términos de desarrollar y profundizar las relaciones con sus socios occidentales, pero Armenia debe entender claramente dónde Occidente puede ser útil y dónde no puede brindar apoyo. En otras palabras, Armenia no debería tener grandes expectativas y luego sentirse decepcionada por esas expectativas. Como he mencionado muchas veces, Armenia necesita una política exterior pragmática más que emocional. Armenia carece de esto, especialmente después de la guerra de 2020.