Todo país normal, cuyo líder tiene una adhesión inferior al 30 por ciento, prevee preparativos para reemplazarlo por alguien más exitoso y más confiable para el pueblo. La tarea de cambiar a dicho líder la asume principalmente el partido de la persona en cuestión. Nadie quiere perder popularidad, sus escaños en el parlamento, su posición en los municipios, sus carteras de gobierno.
Esto ocurre en países normales donde monarquía-dictadura y conceptos similares solo han permanecido en los libros de texto de historia.

El día anterior, Gallup publicó los resultados de sus encuestas periódicas. La calificación del Primer Ministro Pashinian ha caído al 8 por ciento, lo que es un desastre para los países antes mencionados, mientras que para nosotros es simplemente "lo que sea", "dejar que la persona trabaje", o "no nos involucramos en política", "yo no quiero oír su nombre", "¿pero quieres una guerra?" "si hay nuevas elecciones, Nikol ganará, todo está en sus manos", y así sucesivamente.

Y así, un líder sin rango y un pueblo deprimido y de voluntad débil, una oposición que, con razón, desconfía de la única salida que les queda: el derramamiento de sangre. Mientras tanto, Nikol, hábil y calculador sólo en asuntos relacionados con su propia posición, utilizando su reputación como traspasador de territorios, está dispuesto a ampliar su poder tanto como sea posible, incluso con una calificación de 0. Lo importante para él no es la desconfianza del pueblo, sino recibir una invitación a una reunión desde las capitales occidentales y ser un interlocutor-socio-subordinado de Aliyev, aunque sea en el formato de Señor y Siervo. 

El periodista pregunta por qué el gobierno inició el proceso de demarcación y delimitación de fronteras desde Tavush en lugar de Kapan o Jermuk, el parlamentario del partido Contrato Civil, con cara viscosa y vicepresidente de la comisión, llamado Armen Khachatrian responde descaradamente: "Pregúntenle a Aliyev". Quiere decir: Aliyev decide, nuestra opinión no cuenta.

Una situación vergonzosa que también ha infectado a la estructura más grave de nuestro Estado, de cualquier Estado, el Servicio de Seguridad Nacional, que el día anterior había atacado a Sargis Galstian, que llegó a Ereván procedente de Stepanakert y era considerado el llamado paramilitar de Artsaj, fue detenido acusado de espionaje. Definitivamente era necesario interrogarlo, como dicen, escrutarlo. Después de la despoblación de Stepanakert, ¿qué hacía allí y por qué apareció ahora en Ereván? Sin embargo, llamarlo espía sin más y hablar de ello es simplemente analfabetismo. ¿Es así como puede ser un espía, posando para fotografiarse y llegando a pie y por su propia voluntad?

Digamos que en nuestro país puede pasar cualquier cosa. El enemigo puede señalar cualquier punto de Armenia con el mapa que quiera y decir que es mío. 

Pero lo más absurdo es tener un 8 por ciento de popularidad del primer ministro. Más aún con la ambición del 99 por ciento.