Durante años, Armenia y Azerbaiyán negociaron en presencia de mediadores. Si estudiamos el proceso de negociación armenio-azerbaiyano, veremos que desde principios de los años 1990, los europeos, iraníes, rusos y estadounidenses han intentado sentar a los dos Estados en la mesa de negociaciones y actuar como mediadores. Sin embargo, estas negociaciones no tuvieron mucho éxito hasta que se creó la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y el Grupo de Minsk.
Ya se han celebrado decenas de reuniones con la participación de jefes de Estado y ministros de Asuntos Exteriores para discutir las relaciones bilaterales y el problema de Nagorno-Karabaj, con la mediación de los tres copresidentes del Grupo de Minsk. Es de destacar que durante años los copresidentes del Grupo de Minsk tuvieron diferencias, especialmente Estados Unidos y Rusia, pero resultó que el Grupo de Minsk era el único formato donde los copresidentes tenían un enfoque común.
Naturalmente, la participación de los mediadores fue extremadamente importante durante ese período. De hecho, más allá de la misión de mediación, la implicación de las superpotencias fue una especie de camisa de fuerza para las partes, especialmente para Azerbaiyán. Luego de la revolución en Armenia de 2018 y la consiguiente guerra de 2020, la situación cambió a favor de Azerbaiyán. Sin embargo, antes de 2018, la diplomacia armenia pudo aprovechar la presencia de mediadores. En particular, la participación de superpotencias intermediarias permitió el uso de ciertos mecanismos de presión contra Azerbaiyán.
Aunque los mediadores fueron imparciales y a menudo igualaron a las partes, esto fue sólo en la diplomacia pública. Todas las partes sabían que la situación estaba empeorando, que se estaban realizando provocaciones, que intentaban alterar el territorio de Armenia y Artsaj, y que el propio Azerbaiyán era la parte que violaba periódicamente el régimen de alto el fuego. La presencia de mediadores permitió ejercer presión sobre Azerbaiyán, teniendo en cuenta que muchas veces Azerbaiyán no podía cumplir los acuerdos alcanzados o los cumplía parcialmente.
El mejor ejemplo de esa presión, fueron los acuerdos de Viena y San Petersburgo alcanzados tras la guerra de abril de 2016, según los cuales Azerbaiyán se comprometió a desplegar mecanismos especiales a lo largo de la línea de contacto para vigilar los incidentes fronterizos.
Estaba muy claro que estos mecanismos estaban dirigidos contra Azerbaiyán, porque era Azerbaiyán quien disparaba regularmente contra posiciones armenias. Resulta que la presencia de mediadores fortaleció significativamente las posiciones de la parte armenia y se consideraba un mecanismo de seguridad adicional, especialmente porque los tres estados involucrados, Rusia, Francia y los EE.UU., eran países amigos de Armenia, donde Armenia tenía un poderoso lobby e influencia. Además, el presidente de Azerbaiyán, Aliyev, decía a puertas cerradas que todas las partes involucradas lo presionaban para que reconociera la independencia de Nagorno-Karabaj y el derecho a la autodeterminación del pueblo de Artsaj.
Si observamos las negociaciones de hoy, vemos que las partes han comenzado a negociar sin ningún mediador. Esto coloca a la parte armenia en una situación extremadamente difícil, porque se le imponen condiciones destructivas a Armenia que tendrá que aceptar. No existen garantías internacionales que limiten al menos un poco a Azerbaiyán y le den a Armenia la oportunidad de maniobrar. Armenia cometió un gran error cuando decidió negociar con Azerbaiyán directamente, sin mediadores.
De hecho, este es el mayor fracaso de la diplomacia armenia en el contexto de todos los fracasos que ocurrieron después de la revolución. El resultado de los mismos fracasos diplomáticos fue la guerra de 44 días, como resultado de la cual Artsaj se perdió parcial y luego completamente.
Todas las condiciones previas contra Armenia, que Ereván debe cumplir, también serán una consecuencia de esto. Por supuesto, Armenia aún podría intentar involucrar a Estados Unidos como mediador en estas negociaciones, especialmente considerando la participación activa de la administración Biden en los procesos recientes, pero parece que el gobierno armenio se siente cómodo con el formato uno a uno.