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Opinion - Michael Rubin
¿Se levantarán los verdaderos ambientalistas azerbaiyanos?
17 de Enero de 2024

Azerbaiyán planificó de antemano la limpieza étnica de la población cristiana indígena de Nagorno-Karabaj. Con las ganancias del multimillonario acuerdo de British Petroleum en el Caspio y la asistencia internacional, el presidente Ilham Aliyev compró drones y artillería de Israel y Turquía para darle a Azerbaiyán una ventaja militar sobre Armenia. Fingió compromiso con la diplomacia del Grupo de Minsk para encubrir sus intenciones. Antes del estallido de la segunda guerra de Nagorno-Karabaj, Aliyev incluso inició varias escaramuzas fronterizas para probar las aguas, confirmar la preparación de Azerbaiyán y sondear la debilidad de Armenia.

Azerbaiyán rápidamente determinó que Occidente era un tigre de papel, por lo que Aliyev consideró un ataque a Nagorno-Karabaj no como una apuesta, sino como algo seguro. Entonces, el 27 de septiembre de 2020, Azerbaiyán lanzó un ataque sorpresa a gran escala y en múltiples frentes, programado para coincidir con el centenario de la invasión otomana de la Armenia independiente.

En retrospectiva, el alto el fuego del 9 de noviembre de 2020 no tuvo nada que ver con un nuevo compromiso de resolver pacíficamente la disputa de Nagorno-Karabaj. Para Aliyev, se trataba de rearme y reabastecimiento. Mientras tanto, el presidente Vladimir Putin esperaba que la pausa llevara a los armenios indignados a revertir la revolución de 2018 y poner fin a la inclinación de Armenia hacia el oeste.

Cuando hace 13 meses Aliyev renovó su campaña de agresión, siguió una página del manual de Putin. Así como Rusia invadió Crimea con hombres que carecían de uniformes o insignias para ofuscar y confundir a Occidente, Aliyev también buscó confundir a Occidente. En lugar de hombres de negro, Aliyev utilizó a autodenominados ambientalistas para bloquear el corredor de Lachin.

En entrevistas con periodistas amigos azerbaiyanos o turcos, los llamados ambientalistas se declararon activistas independientes motivados por la contaminación causada por la minería de oro armenia. 

El hecho de que algunos analistas de los think tanks de Washington aceptaran semejantes tonterías al pie de la letra demuestra ingenuidad o voluntad de amplificar la propaganda azerbaiyana como agentes extranjeros no registrados. Después de todo, según Freedom House, Azerbaiyán se encuentra entre los estados más autocráticos del mundo. La sociedad civil independiente no existe. La puntuación de libertades civiles de Freedom House en Azerbaiyán cae por debajo de la Franja de Gaza controlada por Hamás y de Myanmar (Birmania) bajo la junta militar. CivilNet, una plataforma armenia independiente dedicada a fomentar el liberalismo, la transparencia y la democracia, descubrió que muchos de los llamados activistas ambientales eran en realidad funcionarios estatales estrechamente vinculados al círculo íntimo de Aliyev. Cumplieron su propósito. Iniciaron la hambruna de los cristianos de Nagorno-Karabaj y normalizaron el bloqueo. Al final, prepararon el escenario para que Aliyev completara su conquista.

La ironía, sin embargo, es que mientras los ambientalistas de Aliyev se movilizaron por una crisis imaginaria, no están presentes para las crisis ambientales reales que enfrenta Azerbaiyán. Consideremos, por ejemplo, las minas de oro controladas por Leyla Aliyeva, la hija mayor de Ilham Aliyev, y Arzu Aliyeva, su hija más joven.

El gobierno de Azerbaiyán otorgó el control de la parcela minera de Chovdar a Leyla y Arzu a través de una serie de empresas fantasma que se extienden desde Azerbaiyán hasta el Reino Unido y Panamá desde 2007. Entre 2012 y 2016, la participación de las hijas de Aliyev en la mina valuada en 2.500 millones de dólares, aumentó del 11 por ciento al 56 por ciento.

La familia Aliyev existe por encima de la ley y por eso Leyla y Arzu buscaron maximizar las ganancias a expensas de las salvaguardias locales. En primer lugar, utilizaron el dominio inminente para expulsar a varias docenas de aldeanos de zonas ricas en oro. En 2016, varios cientos de trabajadores de Chovdar protestaron por la falta de pago de salarios por parte de las empresas controladas por Aliyev que administraban la mina.

Cualquier tranquilidad durante los años siguientes se debió más a tácticas policiales que a consentimientos. Esa placidez terminó el 20 de junio de 2023, cuando estallaron enormes protestas cerca de la mina de oro de Gadabay (Gedabek). Lo que estaba en juego era la ira popular por el vertido de aguas residuales con cianuro por parte de la empresa minera y el envenenamiento de los residentes locales y su ganado. Al menos 17 niños han muerto de cánceres raros en la zona.

La reacción del gobierno de Azerbaiyán fue reveladora. Neutralizados quedaron los manifestantes espontáneos. Allí estaban las tropas de asalto que cerraron el pueblo de Soyudlu, el epicentro de las protestas medioambientales. Se filtraron vídeos que mostraban a las fuerzas de seguridad de Azerbaiyán rociando abuelas con gas pimienta. La policía arrestó y detuvo sin cargos a decenas de jóvenes e incluso a un ex parlamentario.

Ni Washington ni Ereván deberían haber guardado silencio. Aliyev escudó cínicamente su campaña de limpieza étnica detrás de una fachada de ambientalismo pero, al hacerlo, convirtió el ambientalismo en blanco de un debate diplomático más amplio. El envenenamiento de pozos y de aldeanos en Azerbaiyán representa una negligencia criminal por parte de Leyla y Arzu Aliyeva, quienes merecen prisión por sus delitos ambientales según la ley azerbaiyana. Sin embargo, lo que sucede en Azrtbaiyán no queda en Azerbaiyán: gran parte de la cuenca de Nagorno-Karabaj desemboca en el lago Sevan.

Los armenios no deberían simplemente frotarse las manos. La inconsistencia de los activistas de Lachin y su incapacidad para protestar contra Soyudlu muestra que su motivación nunca fue el ambientalismo sino más bien el genocidio. Como tal, es hora de designar a todos los azerbaiyanos involucrados en el bloqueo de Lachin por su papel en una conspiración criminal para cometer genocidio.

 

Michael Rubin (nacido en 1971) es miembro principal del American Enterprise Institute (AEI). Trabajó como funcionario en el Pentágono, donde se ocupaba de cuestiones relativas a Oriente Medio, y como asesor político de la Autoridad Provisional de la Coalición. Escribe con frecuencia sobre temas relacionados con el Medio Oriente, el sur de Asia, Africa, Taiwán y la diplomacia estadounidense.

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