Antes y después de los notables actos de agresión de Azerbaiyán que condujeron a la expulsión forzosa de los armenios de Artsaj (Nagorno Karabaj), los análisis de varios expertos, políticos y académicos se han centrado en las causas étnicas, religiosas y geopolíticas.
Una larga historia de conflicto, documenta los tres aspectos, y durante la guerra de 2020, el carácter racista de la campaña militar de Bakú fue flagrante. En su celebración del “día de la victoria” en Bakú en diciembre de 2020, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, y su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, no dejaron dudas de que consideraban la campaña para desarmenizar la región como una continuación de lo que comenzó en 1915.
Cuando en Artsaj, los armenios fueron expulsados en 2023, voces internacionales elevaron acusaciones de genocidio.
Sin embargo, este puede no ser el único factor que alimenta la continua cruzada antiarmenia en esta región.
En un artículo del 5 de diciembre del Frankfurter Allgemeine Zeitung , el periodista independiente alemán Ira Peter examinó la cuestión de los recursos hídricos como un casus belli (acto o evento que provoca o se utiliza para justificar la guerra).
Peter, que nació en Kazajstán y conoce bien la región del Cáucaso, publicó un informe desde Lemut, una aldea en la región de Shirak en Armenia. Habló con residentes locales, así como con representantes de organizaciones como Caritas y Mujeres Armenias por la Salud y el Medio Ambiente Saludable (AWHHE), que están lidiando con el impacto negativo del deterioro de los recursos hídricos. Sus hallazgos indican que los recursos hídricos constituyen un “objetivo de guerra subestimado”, y el argumento cobra sentido.
El artículo presenta hechos y cifras que describen una grave crisis del agua. Los recursos hídricos en la región de Shirak se han deteriorado y reducido en los últimos 30 años, desde que el sistema de irrigación de canales de la era soviética dejó de usarse con la disolución de grandes empresas agrícolas. Las tuberías de agua no utilizadas y otros equipos se deterioraron materialmente, algo que Caritas ha estado trabajando para restaurar. El cambio climático ha agravado aún más la situación. Citando a Emma Anakhasian de la AWHHE, Peter informa que entre 1929 y 2016, las temperaturas en Armenia aumentaron 1,23 grados, mientras que entre 1935 y 2012, las precipitaciones anuales disminuyeron un 10 por ciento. La agricultura sufrió, ya que había menos agua subterránea disponible, los ríos y las fuentes de agua mineral se secaron y la sal invadió el suelo. Un 40 por ciento de las tierras agrícolas se vieron afectadas. Las actividades mineras han causado mayores daños ecológicos a las fuentes de agua, como los ríos Arpa y Vorodan. Esto también ha afectado al lago Sevan, cuyas aguas son importantes también para Georgia y Azerbaiyán.
Es en este sentido, el agua adquiere importancia estratégica, es el punto de encuentro entre el agua y la guerra. A diferencia de Armenia, escribe Peter, Azerbaiyán “casi no tiene recursos hídricos”. Otras agencias internacionales estiman que el país depende entre un 70 y un 90 por ciento de fuentes externas de agua. En opinión de Anakhasian, “Las guerras de Nagorno Karabaj no tuvieron que ver con conflictos étnicos; Azerbaiyán quería tener nuestros recursos hídricos”. Esta opinión la fundamenta basándose en estudios realizados por el independiente Observatorio de Conflictos y Medio Ambiente (CEOBS). Según su informe de 2020, Azerbaiyán sufrió una grave escasez de agua en el verano de ese año, ya que el agua del río Kura, que atraviesa Turquía y Georgia, se había descendido 2,5 metros y el agua del mar del Caspio había comenzado a ingresar. La presa más grande de Azerbaiyán también bajó a 16 metros. El resultado obvio fue una escasez crítica de agua potable y para agricultura. El informe del CEOBS concluye que, por tanto, Azerbaiyán intentó tomar militarmente el control de Nagorno Karabaj, rico en agua. Anakhasian cita también su creencia sobre que Bakú tiene otras ambiciones, a saber, obtener acceso al lago Sevan, que está muy cerca de la frontera, así como de Jermuk, que fue atacado en 2022.
Vale la pena considerar este análisis, publicado en un destacado diario nacional alemán, particularmente cuando se reflexiona sobre discusiones similares relacionadas con las causas de los conflictos regionales duraderos; En Medio Oriente, por ejemplo, el control de las aguas de los ríos Litani y Jordán, en el sur del Líbano y Jordania, respectivamente, así como del lago Tiberíades en los Altos del Golán, han desempeñado un papel central. Lo mismo se aplica al Cuerno de África, donde el conflicto por el uso de las aguas del Nilo tiene una larga historia.
(El artículo al que se hace referencia es “Das unterschätzte Kriegsziel”, Ira Peter, Lemut, Frankfurter Allgemeine Zeitung , 5 de diciembre de 2023, p. 11.)