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Opinion - Nélida Elena Boulgourdjian
En el año del centenario del Tratado de Lausana
19 de Diciembre de 2023

El 24 de julio de 1923 se firmó en Suiza, país elegido como sede por su neutralidad, el Tratado de Lausana que benefició a la naciente República de Turquía pero fue humillante para las minorías que habitaban en el Imperio otomano, en particular armenios, kurdos, griegos y asirios cuyos derechos fueron ignorados de plano.

A partir de entonces los sobrevivientes armenios supieron que la permanencia en sus territorios sería imposible y encararon el camino de la emigración buscando refugio en el Medio oriente, en Francia, los Estados Unidos y América Latina.

Se conoce en profundidad la llegada de los armenios a la Argentina gracias a la investigación llevada a cabo por Juan
Carlos Toufeksian en la Dirección Nacional de Migraciones (Inmigración armenia en la Argentina. Perfiles de una historia centenaria a partir de las Listas de Pasajeros (1889-1979), Fundación Memoria del Genocidio armenio, 2013).

Dicha investigación demostró que 1923, el año de la firma del tratado de Lausana, fue el del saldo migratorio más alto de armenios arribados a la Argentina.

En el plano internacional, el Tratado de Lausana modificó el tablero geopolítico de la región. Por un lado echó por tierra la esperanza de un hogar nacional para los armenios en sus territorios históricos. Por el otro, el Imperio otomano, vencido durante la Primera guerra mundial, revirtió sus resultados con el advenimiento del líder nacionalista Mustafá Kemal, dando nacimiento a la “moderna” República de Turquía cuyos triunfos en el campo de batalla fueron legitimados en el Tratado de Lausana por las potencias europeas.

Para conocer el contexto en el que fue firmado hay que remitirse a la investigación de Hans-Lukas Kieser (“Macro et micro histoire autor de la Conférence sur le proche-Orient tenue à Lausanne en 1922-23 ») donde se profundiza un tema poco
tratado, el rol de la diáspora turca en Suiza que se remonta a fines del siglo XIX donde también estaban los clubes nacionales de griegos, armenios, kurdos, asirios, búlgaros, sionistas, y egipcios.

En 1911 se fundó el Hogar Turco de Lausana vinculado al de Ginebra; ambos conformaron el centro del movimiento turquista en Europa actuando como un poderoso lobby durante las discusiones de la conferencia –entre el 22 de
noviembre de 1922 y 23 de julio de 1923- para influir en sus decisiones.

La Conferencia de Lausana fue totalmente favorable a Turquía puesto que, como sostiene Kieser cerró más de diez años de genocidios y guerras imperiales, imponiendo la idea de que era imposible la convivencia entre pueblos disímiles y habilitando la persecución de grupos minoritarios, tales como armenios, árabes y griegos.

Fue así porque en sus decisiones prevaleció el relato turquista promovido por Mustafá Kemal que dirigió el movimiento nacionalista turco obteniendo un triunfo contundente sobre los reclamos de las minorías, en particular la armenia, que ni siquiera fue mencionada en el tratado.

La conferencia comenzó en noviembre de 1922 con la presencia de Turquía ante Inglaterra, Francia, Italia, Grecia, Rumania, Japón y el reino de los serbios, croatas y eslovenos. En su transcurso los armenios así como los griegos y kurdos no pudieron hacer valer sus intereses. Se decidió finalmente abandonar por completo la idea de un Hogar nacional armenio así como la autonomía kurda y se aprobó el intercambio de población griega y turca.

Como sostiene Hans-Lukas Kieser, Mustafá Kemal logró sus objetivos; se fijaron los fundamentos de la homogeneidad étnica, la estabilidad y el fortalecimiento del nacionalismo, que finalmente fueron aprobados por occidente. Asimismo, prevaleció el proyecto discriminatorio basado en la idea de “Turquía para los turcos” con abandono del Tratado de Sèvres de 1920 que reconocía los derechos de las minorías así como la aceptación tácita de los hechos acontecidos durante la guerra: el genocidio de los armenios otomanos, las masacres de los asirios, la deportación de los kurdos y la expulsión de los griegos otomanos.

Si bien a partir de entonces, la República de Turquía afianzó el turquismo, se promovieron cambios culturales y sociales a la europea para justificar su pasado violento con un presente “civilizador”, presentando una imagen remozada y moderna ante el mundo.

De ese modo, el tratado de Lausana legitimó el nacimiento de la República de Turquía, sobre las cenizas de pueblos milenarios como armenios, asirios y griegos que habían habitado por siglos en esos territorios, siendo reverenciada hasta el presente por los países occidentales, a pesar de su deficiente democracia.

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