En nuestros medios no es costumbre escribir ni hablar sobre el Servicio de Seguridad Nacional, y más aún, criticarlo. Sólo falta información y mensajes de fuentes oficiales, a veces pistas aleatorias. El estereotipo que quedó de los días de la infame KGB soviética sigue siendo obstinado, y la gente, incluso los periodistas que buscan intriga en todo, se abstienen de hablar, y mucho menos revelar, sobre el servicio. Finalmente, ese servicio es confidencial. un paso o un dato descuidado pueden dañar al país y al estado. Sobre todo porque tal acto está penado por una ley escrita o memorizada.

No voy a revelar nada, porque... no tengo nada que revelar. Pero quiero hacer algunas observaciones, o más bien preguntas, partiendo de los intereses y preocupaciones de la seguridad de nuestro país. Partiendo también del principio aceptado en nuestra profesión de que a veces la pregunta y el cuestionamiento es más importante que la respuesta, sobre todo cuando ni siquiera se espera una respuesta.

No se puede describir el estado de nuestro país con colores más oscuros de lo que ya es. Derrotas, víctimas, secuestrados, pérdidas, una nación entera expropiada, nuevas amenazas, incertidumbre interna, presiones externas, peligro inminente de guerra, insefuridad, futuro incierto. Y con un impulso natural, nuestra mirada se dirige a las principales estructuras de poder: el ejército y el Servicio de Seguridad Nacional. No sabemos qué puede hacer el primero, no sabemos qué hace el segundo. El primero está desmoralizado, el segundo es autocrítico, al menos, como se suele decir, en apariencia. 

En esta y en las siguientes páginas del número anterior de nuestro periódico, utilizando fuentes internacionales abiertas, presentamos hechos extraordinarios sobre la conspiración internacional, o más bien multinacional, contra nuestro país, que fue planeada y ejecutada desde hace 9 o 10 años. El clavo de esa conspiración fueron las grandes transacciones de petróleo y gas, cuyos beneficiarios fueron las mayores empresas británicas, rusas, estadounidenses, holandesas e incluso noruegas y francesas, de la mano de la azerbaiyana Socar y el clan Aliyev-Pashaev. Esos programas multimillonarios, y las personalidades que participaron en su implementación, como el ex primer ministro británico Tony Blair, no trabajaron exclusivamente en las sombras. ¿Y nuestros servicios secretos, incluidos nuestros diplomáticos que trabajan en los respectivos países, los siguieron, procesaron y analizaron? ¿Previeron los desastres venideros: la guerra de 44 días y otros ataques previos?

Un hombre ingenioso afirma que el arca de Noé no habría existido y sus ocupantes no se habrían salvado si Noé no hubiera sido advertido. ¿Informó el Servicio Nacional de Seguridad sobre la "inundación" a los organismos estatales pertinentes? En caso afirmativo, entonces en 2020. ¿Por qué nuestro ejército fue tomado por sorpresa el 27 de septiembre y en pocos días los turco-azeríes lograron atravesar nuestra fuerte línea de defensa de Jebraiel? ¿Por qué no estábamos preparados contra el ataque de los drones ATS israelí-turco? ¿Por qué pensábamos que las operaciones militares, como antes, durarían sólo unos días, si no sabíamos cuánto gastó Aliyev en armamento y entrenamiento?

Los "por qué" también son muy destructivos en el caso de las confiscaciones posteriores a esa guerra, e incluso de la pérdida temporal de Artsaj.

Esperando y no esperando ninguna reacción, es necesario dejar constancia aquí con preocupación, la impresión que nuestra propia sociedad tiene sobre nuestro Servicio de Seguridad Nacional. Es una estructura que sirve a la persona, no al Estado. Un servicio profesional que se ocupa exclusivamente de acusaciones de procesos penales, por así decirlo. Un servicio sólo apto para departamentos de policía. 

Si bien la palabra "diablo" se usa en sentido figurativo, él no tiene derecho a permanecer inactivo.

De lo contrario...