Armenia Soviética garantizó la existencia de los armenios y de su Estado nacional
Hoy, 29 de Noviembre, se cumplen 100 años del nacimiento de la República Socialista Soviética de Armenia. Y en la Madre Patria, en Artsaj y en cada ciudad donde haya comunidad armenia o vivan ciudadanos armenios o descendientes de los sobrevivientes del genocidio armenio, habrá quienes levanten sus copas, brinden y digan: ¡Guetsé Sovedagán Haiastane!
Aqui, a miles de kilómetros de Armenia, conjuntamente con armenios de todo el mundo, festejaremos hoy el Centenario de la Armenia Soviética, un nuevo aniversario de la emancipación nacional y social del pueblo armenio, el comienzo de las siete décadas marcadas a fuego en la milenaria historia armenia. ¿O acaso alguien aún duda de la trascendencia de esta fecha y del posterior proceso de renacimiento?
Creo que no. Es más, estoy convencido que todos -más allá de nuestras visiones ideológicas o pertenencias partidarias- tomamos conciencia de ello, más, conociendo y adentrándonos en el presente de la Madre Patria, en las condiciones actuales en la que se desarrolla el país y sus ciudadanos.
Siempre festejamos esta fecha y lo seguiremos haciendo. No sólo por lo fundamental que significó para asegurar la existencia misma del pueblo armenio y el desarrollo del Estado armenio, sino también por nuestra pública e inquebrantable adhesión a los contenidos ideológicos y políticos que motivaron el 29 de Noviembre de 1920.
Esa fecha significó comenzar a hacer realidad una utopía, comenzar a construir una sociedad hasta allí desconocida. No sólo se ponía fin, definitivamente, a la permanente amenaza turca de continuar el genocidio perpetrado contra los habitantes de la Armenia Occidental, sino que paralelamente comenzó a transitar por un camino de constante desarrollo y fortalecimiento de su identidad nacional.
Aquella República de Armenia, la creada el 28 de Mayo de 1918 luego de más de seis siglos de carecer de un Estado Nacional, inmersa en luchas internas, conflictos interétnicos, con una economía devastada y una situación social por demás acuciante -agravada por los centenares de miles de refugiados que huían de las garras genocidas-, se transformó, con el correr de los años, en la floreciente Segunda República, en Armenia Soviética.
Allá, a principios de la década del 20, el pueblo armenio puso manos a la obra y comenzó a construir la nueva sociedad, lo distinto, lo inexistente en otras latitudes, lo inexplicable e increíble para muchos. El país cambiaba día a día, crecía, se desarrollaba. Se construían centenares de miles de metros cuadrados de viviendas en cada rincón de Armenia; las Universidades estatales aumentaban año tras año el número de futuros profesionales; no quedaba ciudad, pueblo ni aldea que no tuviera su escuela, su centro de salud ni su casa de cultura; decenas de miles de armenios de la diáspora regresaban a Armenia, que a pesar de las difíciles condiciones posteriores a la Gran Guerra Patria, abría sus brazos para recibir a muchos de sus hijos diseminados por el mundo; la cultura y el arte vivieron un período de desarrollo sinigual; Victor Hampartzumian recorría el espacio desde Biurakán, causando admiración en el mundo entero; ese mismo mundo, que conquistó el inolvidable ajedrecista Tigrán Petrosian; el histórico Ararat no sólo se consagraba Campeón de la URSS, sino también se adjudicaba la Copa Soviética; nuestros deportistas coleccionaban decenas de medallas olímpicas formando parte del poderoso equipo soviético. Y hubo más.
Recordemos las enormes industrias que funcionaban, las fábricas, aquellas que hoy algunos llaman despectivamente "obsoletas", pero que paradójicamente, producían mercadería que era exportada a más de 130 países. Recordemos que varios miles de jóvenes integrantes de las diferentes comunidades de la diáspora cursaron sus estudios terciarios en las Universidades Estatales de Ereván, de manera gratuita, y regresaban a sus hogares siendo profesionales. Recordemos que mientras muchos hablaban de pérdida de la armenidad, de que nuestra identidad estaba en peligro, allí, en la Madre Patria, se construían los Monumentos de Dzidzernagapert, en recordación a las víctimas del Genocidio, y el imponente Complejo de Sardarabad, dedicado a la heroica gesta popular. Y también allí, en ese pequeño gigante, se imprimían millones de libros para las escuelas e instituciones culturales de la diáspora.
Podría seguir enumerando, pero muchos de Ustedes conocieron y también se enorgullecieron con aquella "Madre Patria de todos los armenios", esa Madre Patria que tenía -más allá de las mentiras con las que aún insisten algunos hoy- un poderoso Estado, tenía primer ministro y gabinete, tenía parlamento, tenía gobiernos municipales y locales, tenía bandera, escudo e himno nacional. Era una verdadera república con todos sus atributos, como gustan decir, pero socialista.
Pero sucedió lo impensado. Los problemas internos, los errores, los privilegios de algunos y el accionar del enemigo, sumado a la traición interna planificada, trajeron como desenlace la desintegración de la URSS y con ella, la desaparición de la Armenia Soviética. Para algunos, en Armenia y la diáspora, comenzaría un período de bonanzas. Lloverían los capitales e inversiones, regresarían quienes prometían hacerlo "a una Armenia Libre e Independiente", la modernización alcanzaría a todas las esferas del país y todos gozarían de sus beneficios, la diáspora ya no estaría dividida y todos colaborarían con la naciente Tercer República.
Lamentablemente, pasó lo contrario. Altos índices de desocupación, emigración masiva (más de 1.200.000 ciudadanos abandonaron el país), pobreza en más de la mitad de la población, los sistemas públicos de salud y educación ya no son gratuitos y su nivel empeora año tras año por los bajos recursos asignados, la cultura y el arte están desprotegidos y a la deriva, miles de establecimientos industriales y comercialescerrados... Y habría que sumar las interminables disputas internas entre los distintos grupos políticos-mafiosos, las sucesivas crisis políticas (incluidos los crímenes de los más altos funcionarios del país) y la reciente guerra, que culminó con la pérdida de una porción de la histórica Región Autónoma de Karabaj del período soviético.
Aquella Armenia Soviética que ayudaba a sus hijos diseminados por el mundo y también los recibía y formaba, fue transformada en un país que, en gran medida, depende de la usura financiera internacional y de la beneficencia de la diáspora.
Entonces, ¿puede alguien aún hoy cuestionar la celebración del 29 de Noviembre?
En absoluto. Hoy, como hace 100 años atrás, sigue siendo el socialismo la única alternativa capaz de sacar a Armenia de su crisis actual y encaminarla nuevamente por la senda del desarrollo y el bienestar. La Armenia Soviética, que durante siete décadas logró niveles inigualables de crecimiento en todas las esferas de la sociedad, lo hizo de manera mancomunada con otros pueblos y naciones, en paz, con amistad, solidaridad y cooperación mutua, construyendo una sociedad sin explotación ni opresión.
Por eso, seguiremos acompañando a quienes luchan por otro 29 de Noviembre, para hacer realidad el segundo renacimiento nacional y social del pueblo de Armenia.
Փառք քեզ Սովետական Հայաստան, Վերածնված հայրենիք համայն հայության:
“Gloria a ti, Armenia Soviética, Renacida Madre Patria de todos los armenios!
Adrián Lomlomdjian
Presidente de la Unión Cultural Armenia