La crisis financiera mundial de 2007-2008 desencadenó discusiones sobre el inevitable declive del orden unipolar posterior a la Guerra Fría, marcado por la hegemonía absoluta de Estados Unidos.
La Primavera Árabe, la crisis de Ucrania de 2014, la guerra civil siria y la retirada fallida de Estados Unidos de Afganistán en 2021, contribuyeron al debate en curso sobre el declive relativo de Estados Unidos y el ascenso de otras potencias.
La creciente influencia de instituciones no occidentales, como la asociación de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS) y la Organización de Cooperación de Shanghai (SCO), los intentos de abandonar el dólar estadounidense en el comercio bilateral y el establecimiento de instituciones financieras internacionales alternativas, como el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, pareció hacer añicos el liderazgo indiscutible de las instituciones políticas y financieras occidentales y el papel del dólar estadounidense como única moneda de reserva mundial.
La creciente fuerza económica y militar de China, la política exterior más asertiva de Rusia y la política exterior equilibrada de la India que busca mantener relaciones de cooperación con Occidente y Rusia fueron signos de la naturaleza cambiante de las relaciones internacionales.
Sin embargo, ningún evento fue una confirmación tan fuerte del final de la era unipolar posterior a la Guerra Fría como la guerra de 2022 en Ucrania. A pesar de las advertencias estrictas y explícitas del colectivo Occidente de que un ataque contra Ucrania daría lugar a acciones estrictas contra Rusia, incluidas sanciones económicas y apoyo militar a Ucrania, Rusia lanzó una “Operación Militar Especial” el 24 de febrero de 2022.
Hace solo 20 años, la probabilidad de tal acción era casi nula. En ese momento, solo EE. UU. podía permitirse lanzar acciones militares contra otros países a pesar de las críticas y condenas generalizadas. En marzo de 2003, Estados Unidos invadió Irak sin ningún mandato internacional, ignorando la resistencia de Rusia, Francia, Alemania, China y otros estados. En marzo de 1999, la OTAN lanzó un ataque militar contra Serbia, a pesar de las intensas críticas de Rusia y China,
Quizás la crisis en Siria fue la primera señal de la naturaleza cambiante de las relaciones internacionales. En 2013, el presidente estadounidense Obama exigió la renuncia del presidente Bashar Al-Assad y afirmó que el uso de armas químicas sería una línea roja para que Estados Unidos reaccionara militarmente. Sin embargo, a pesar de la afirmación de EE. UU. de que, en agosto de 2013, Assad usó armas químicas, EE. UU. evitó la acción militar y optó por trabajar con Rusia para expulsar las armas químicas de Siria a través de la resolución pertinente del Consejo de Seguridad de la ONU.
La guerra en Ucrania ha enviado ondas de choque globales. Dejó en claro que la era posterior a la Guerra Fría había terminado, como declaró el Secretario de Estado de los EE. UU., Blinken el 23 de marzo de 2023, cuando testificó ante el Comité de Asignaciones de la Cámara.
Sin embargo, continúan los debates sobre la naturaleza del nuevo orden mundial.
Algunos expertos en Occidente buscan representar el nuevo orden mundial como una lucha entre democracias y autocracias, donde todo es blanco o negro. Algunos buenos pelean contra los malos. Según esta narrativa, el mundo democrático y libre está liderado por EE. UU., mientras que Rusia y China lideran los estados autoritarios.
En este mundo blanco y negro, cada estado debe elegir estar en el lado correcto o incorrecto de la historia y pagar el precio de su elección.
Esta narración nos retrotrae a la Guerra Fría cuando Estados Unidos lideró al mundo libre en su lucha contra el “Imperio del Mal”. Ahora EE.UU. nuevamente debería liderar al mundo libre en la nueva lucha contra los nuevos “malos actores”. Quizás la única diferencia es el hecho de que durante la Guerra Fría original, EE. UU. estaba luchando contra la Unión Soviética, con el apoyo de China. Ahora China es el único competidor estratégico a largo plazo de Estados Unidos. Rusia es percibida como un actor débil, que puede arruinar el juego, pero en última instancia, se unirá a China como socio menor para resistir a EE. UU.
Sin embargo, esta visión de un mundo del “bien contra el mal” o “democracia versus autoritarismo” no se ajusta del todo a la realidad. Muchos países no quieren tomar una decisión y unirse al campamento de EE. UU. o China/Rusia. Más aún, algunos actores importantes creen que el nuevo mundo no debería ser una nueva versión de la Guerra Fría original, con dos actores principales. Creen que el mundo debería ser multipolar. En este contexto, India es el ejemplo más vívido.
Mientras se desarrolla una asociación estratégica con EE. UU. en formatos bilaterales y multilaterales, como QUAD (Diálogo de Seguridad Cuadrilateral, con EE. UU., India, Australia y Japón) e I2U2 (una asociación entre los gobiernos de India, Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos), India continúa su asociación con Rusia, rechazando los llamamientos occidentales para imponer sanciones a Moscú. India cree que el nuevo mundo no debería ser bipolar, dominado por China y Estados Unidos.
Otros estados en ascenso, como Brasil, tampoco apoyan la nueva visión bipolar del mundo futuro, donde los buenos actores deberían unirse detrás de los EE. UU., para contrarrestar al bloque liderado por China.
Es un desafío evaluar los contadores finales del orden mundial emergente; sin embargo, las relaciones internacionales son demasiado complejas para ser puestas en el marco del “bien contra el mal”.