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Opinion - Edmond Y. Azadian
Nueva amenaza a la soberanía de Armenia, además de Azerbaiyán
25 de Febrero de 2023

Hasta hace poco, Armenia enfrentaba una amenaza a su soberanía por parte de Azerbaiyán. Después de la guerra de 2020 entre Armenia y Azerbaiyán, el presidente Ilham Aliyev exigió la apertura del “Corredor Zangezur”, que efectivamente comprometía su soberanía, dividiendo el territorio de Armenia.

Esta fue la condición de Aliyev para firmar un tratado de paz después de la desastrosa "Guerra de los 44 Días".

Como si eso no fuera suficiente, el Sr. Aliyev inventó otro plan para apoderarse por completo del territorio de Armenia, proclamándolo “Azerbaiyán occidental”. 

De hecho, el Sr. Aliyev, tratando de reescribir la historia, inventó la teoría de que el territorio actual de Armenia había sido parte del “Azerbaiyán histórico”, y eso fue motivo suficiente para que Bakú se quiera apoderar de Armenia. Está tratando activamente de aumentar su masa terrestre, también con la vista puesta en la provincia norteña iraní.

Dado que esta amenaza fue emitida nada menos que por el jefe de un estado, constituyó una declaración de guerra, que la comunidad internacional optó por ignorar, con la esperanza de apoderarse de algunos de los hidrocarburos de Azerbaiyán.

Mientras Armenia luchaba para lidiar con este peligro, de repente se encontró frente a otra amenaza a su soberanía, esta vez por parte de un supuesto aliado estratégico, Rusia.

La política exterior rusa no está brindando ninguna ayuda a su aliado estratégico y socio en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). En cambio, ha recurrido a su última arma de su arsenal: el factor miedo.

De manera similar, la oposición en Armenia, al haberse quedado sin declaraciones positivas sobre Rusia, ha estado usando el factor miedo para convencer a la población y al gobierno de que Rusia puede usar su asombroso poder militar para castigar a Armenia, si esta última se atreve a desviarse de su órbita.

Ese factor de miedo, se manifestó recientemente y en forma descarada  en una serie de casos en los que los intereses de Armenia chocaron con los de Rusia.

Desde la Guerra de los 44 Días, una cosa ha llevado a la otra para ayudar a empeorar las relaciones entre Armenia y Rusia.

Cuando el primer ministro Nikol Pashinian se negó a firmar la declaración final después de una sesión de la OTSC, en Ereván en 2022, porque no condenaba las acciones de Azerbaiyán, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, reaccionó con enojo, justificando la guerra de Azerbaiyán contra Armenia. Las tensiones aumentaron aún más cuando Armenia se negó a albergar los juegos de guerra de la OTSC en enero. Esta vez, Moscú utilizó la política del palo y zanahoria.

El primer ministro Pashinian había utilizado una declaración que había hecho Aliyev para explicar esa no participación. Aliyev había acusado a Armenia de confabularse con Rusia para librar una guerra contra Azerbaiyán. La excusa de Pashinian tenía un tono cínico pero era válida. Afirmó que la membresía en OTSC no solo no ayudaba a defender a Armenia, sino que también conviertía a Armenia en un objetivo para la agresión. Ergo la acusación de Aliyev.

Al principio, el Jefe de Estado Mayor de la OTSC, Coronel General Anatoly Sidorov, anunció que la OTSC protegería a sus estados miembros, si es necesario. En realidad, no ha sabido protegerlos cuando era realmente necesario. La declaración de Sidorov fue seguida por una visita de Igor Khovaev, el copresidente ruso del Grupo de Minsk de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Khovaev transmitió la advertencia del Kremlin a Ereván de que “Moscú está seriamente enojado con la declaración de Pashinian de que la presencia militar de la Federación Rusa en Armenia no solo no garantiza sino que, por el contrario, crea amenazas para la seguridad de Armenia”.

Rusia vio eso como que Armenia cruzaba una línea roja.

Pero lo que rompió el lomo del burro, fue la decisión de Armenia de dar la bienvenida, animar y colocar monitores de la Unión Europea en sus fronteras.

Desde la última guerra, Azerbaiyán ha invadido constantemente el territorio armenio y ha ocupado puntos estratégicos. En septiembre pasado, esa intrusión casi resultó ser el comienzo de una nueva guerra total contra Armenia, ya que murieron más de 200 soldados armenios, con casi la misma cantidad de muertos del lado azerbaiyano. Solo una severa advertencia de Washington detuvo a Aliyev a mitad de su campaña.

Para desalentar tales incursiones, la UE decidió estacionar 40 monitores civiles en la frontera de Armenia con Azerbaiyán. Eso ciertamente no pudo detener una nueva agresión, pero ayudó a disuadir a Aliyev de embarcarse en otra aventura. Sobre la base de esa experiencia, Armenia invitó a los monitores de la UE a permanecer estacionados durante períodos más prolongados y en mayor número. Fue así como se tomó la decisión de colocar 100 monitores, junto con 7 gendarmes de Francia y 15 policías retirados de Alemania.

Esto, por supuesto, no le cayó bien a Moscú. El Sr. Lavrov dijo que la OTSC ahora estaba lista para enviar monitores, pero que Armenia había optado por la presencia de la UE en su territorio. 

El Parlamento Europeo, junto con el envío de monitores, instó a Azerbaiyán a “reabrir inmediatamente” el corredor de Lachin. Su resolución también condenó la “inacción” de las fuerzas rusas de mantenimiento de la paz en Karabaj y pidió su “reemplazo por fuerzas de paz internacionales de la OSCE”.

Moscú y Bakú sostuvieron que Irán se opondrá a la presencia de monitores europeos cerca de sus fronteras e Irán sospecha con razón de cualquier presencia occidental cerca de sus fronteras. En este mundo de espionaje y contraespionaje todo puede pasar. Por ejemplo, mientras los agentes israelíes usan Azerbaiyán para vigilar el territorio de Irán, pueden ocurrir acciones similares con las fuerzas de paz europeas. A pesar de la posición de principios de Irán sobre este tema, Teherán no se opuso a los monitores. Esa fue quizás una consecuencia del reciente enfrentamiento entre Bakú y Teherán.

La primera objeción provino de Azerbaiyán, como si Bakú pudiera controlar el derecho de Armenia a albergar a cualquier grupo en su territorio soberano. Pero la reacción de Moscú fue aún más severa. Vyacheslav Volodin, presidente de la Duma estatal, invitó el 13 de febrero a Moscú a su homóloga de Azerbaiyán, Sahiba Gafarova, para firmar un acuerdo interparlamentario entre los dos organismos.

Volodin, quien es un amigo cercano y socio del presidente Vladimir Putin, aprovechó la ocasión para criticar a Armenia. Advirtió que los organismos europeos no deberían involucrarse en la resolución del conflicto armenio-azerbaiyano. Al enviar un mensaje al Parlamento Europeo y la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (PACE), afirmó que pueden avivar las llamas de las tensiones regionales. Armenia y Azerbaiyán deben apegarse a sus acuerdos negociados por Rusia durante y después de la guerra de 2020, dijo.

“Y aquellos que hacen declaraciones en dirección a las instituciones europeas, simplemente pueden perder el país”, agregó.

Esta fue una amenaza existencial directa para Armenia. 

Maria Zakharova, vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, ha estado haciendo una mueca de dolor durante sus esporádicas declaraciones de prensa sobre la presencia europea en Armenia y advirtiendo que Occidente ha estado tratando de expulsar a Rusia del Cáucaso.

Moscú ha estado guiando a Armenia hacia el formato trilateral para arrinconar a Armenia e imponer la voluntad bilateral, ya que los intereses de Rusia y Azerbaiyán coinciden. Pero todas esas reuniones trilaterales han demostrado ser nada más que hacer girar, las ruedas solo hacia un lado.

Cada vez que las negociaciones se trasladan a Bruselas, la envidiosa Rusia organiza una reunión con el mismo formato en Moscú. Como resultado de los acontecimientos recientes, Moscú invitó una vez más a los ministros de Relaciones Exteriores de Armenia y Azerbaiyán a otra ronda de conversaciones vacías.

Moscú parece haber dado un giro en U en el tema del “Corredor Zangezur”, para alinearse con la posición de Azerbaiyán. Como se puede deducir de la declaración del Sr. Volodin, la soberanía de Armenia es lo último que preocupa a Moscú.

Rusia alimenta ambiciones depredadoras en el Cáucaso y cree que Armenia ha estado socavando su hegemonía en la región cortejando a Europa. En esa línea, la declaración del presidente francés Emmanuel Macron en la Conferencia de Seguridad de Munich ha preocupado aún más a Moscú. El presidente francés comenzó su discurso con la siguiente declaración: “¿Cómo podemos creer que los desafíos del Cáucaso pueden ser superados por la Rusia neocolonial que describí hace un momento? Digo esto en presencia de mi amigo, el primer ministro Nikol Pashinian, con quien seguiremos estando de pie y actuando”.

Hay un elemento de verdad en las objeciones rusas. Ciertamente, Occidente no está involucrado en el Cáucaso por altruismo y hay una intención allí de debilitar la posición de Rusia en la región. Rusia ha hecho todo lo posible para obligar a Armenia a buscar su seguridad en Occidente. El factor miedo en la amenaza rusa, no es una mera palabrería. Rusia puede actuar y dañar a Armenia. Por lo tanto, le corresponde a Armenia calibrar sus movimientos en la búsqueda de seguridad, hasta el grado de tensión que pueda soportar con Moscú. Este es un delicado acto de equilibrio.

Hay que recordar que cuando Georgia se unió a Occidente, Rusia la atacó en 2008 y le amputó parte del territorio, mientras que la reacción de Occidente no fue más allá de las advertencias verbales.

Con la guerra de Ucrania, Rusia se ha convertido en el oso herido. Armenia necesita de su resguardo para mantener su integridad territorial y soberanía. Por lo tanto, en su acto de equilibrio, también necesita de una diplomacia flexible y reflexiva.

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