Armenia difícilmente puede manejar una calamidad a la vez, pero una rápida sucesión de sucesos desastrosos está sacudiendo al país hasta la médula.
El cierre del corredor de Lachin por parte de Azerbaiyán, con las consiguientes consecuencias humanitarias, dejó a la nación armenia tambaleándose desde Ereván hasta los rincones más remotos de la diáspora. Estábamos en un diálogo nacional para encontrar una solución al bloqueo y ayudar a los 120.000 armenios en Nagorno-Karabaj (Artsaj) a sobrevivir. Antes incluso de resolver esa crisis, Armenia fue golpeada por otra catástrofe: el incendio que se desató el 19 de enero en la compañía de francotiradores de ingenieros del ejército, de la unidad militar en el pueblo de Azat, en la provincia de Gegharkunik.
Los detalles han estado saliendo a diario e incluso a cada hora, junto con el juego de culpas sobre quién fue el responsable.
Quince soldados murieron y otros tres fueron hospitalizados. Se cree que un total de 21 soldados estaban estacionados allí y tres escaparon a un lugar seguro. Por lo tanto, hay testigos vivos para dar testimonio y ayudar con la investigación.
En lugar de unirse y llorar las pérdidas, la mayoría de la gente en Armenia tiene prisa por juzgar; desafortunadamente, la calamidad se ha convertido solo en una excusa para que muchas personas expresen sus puntos de vista en la línea de sus prejuicios.
Para la oposición, esta parece ser una oportunidad de oro para echarle la culpa al partido de gobierno y pedir la renuncia del primer ministro Nikol Pashinian y del ministro de Defensa Suren Papikian, como si eso solucionara algún problema, mientras el enemigo está en las fronteras e invadiendo el territorio soberano de Armenia día a día, haciendo oidos sordos a las críticas y a un llamado a la moderación, de muchas capitales internacionales.
“Las especulaciones son inútiles e irrelevantes”, dijo el presidente de la Asamblea Nacional, Alen Simonian. “Sobre la renuncia del Ministro de Defensa Suren Papikian. … El ministro de Defensa no puede tener nada que ver en todo esto porque en cuanto a sus funciones, ha hecho completamente su trabajo”.
Hasta el momento, el comandante del Segundo Ejército estacionado en Gegharkunik, Vahram Grigorian, y una docena de jefes militares ya han sido despedidos.
Muchas figuras del gobierno, comenzando por el elocuente Andranik Kocharian, presidente de la Comisión de Defensa del parlamento, han saltado a las pantallas, tratando de diluir la situación y refutar las acusaciones de la oposición.
El debate y la polémica han alejado a los partidos más que acercarlos en torno a una tragedia nacional.
La pérdida de 15 soldados esta vez ha causado un trauma más profundo que la pérdida de 200 armenios sufrida durante el estallido del 13 y 14 de septiembre de 2022, porque este último ocurrió durante la defensa de la patria contra el ejército azerbaiyano. Además, por primera vez en la memoria reciente, se defendieron bien, causando entre 700 y 800 bajas enemigas, lo que envió un mensaje a los líderes de Bakú de que debían pagar un alto precio por tales aventuras.
El historiador militar Arzrun Hovhannisian afirma que la unidad militar estacionada en Azat había jugado un papel valiente en el conflicto de septiembre. Esa declaración respalda aún más las especulaciones de que este grupo en particular, podría haber seguido siendo un objetivo principal para la venganza de Azerbaiyán.
Uno de los líderes de la oposición, profesor de la Universidad Estatal de Ereván y fundador del Movimiento 5165 Menuah Soghomonian, culpa firmemente al primer ministro, citando el artículo 155 de la constitución: “Creemos que el primer ministro de facto Nikol Pashinian y el ministro de Defensa Suren Papikian tiene la culpa de esta tragedia”.
El mismo Pashinian se ha lanzado a la incursión para reparar algo y durante un discurso en la provincia de Aragatsotn, dijo: “Algunas repercusiones de los eventos muestran que necesitamos profundizar y comprender los problemas en su profundidad, además de los problemas superficiales. . … Estos problemas a menudo surgen de la falta de fuerza de voluntad para romper con el hábito de 'emparchar' los problemas”.
Este debate se reduce a la cuestión fundamental de la reforma del ejército. La primera pregunta que surge es por qué se acomodó esta unidad en unos aposentos tan precarios, con rudimentarios medios de calefacción. Después de tanto alardear de las reformas del ejército, esta situación desmiente las declaraciones de las autoridades actuales, que en este estado deplorable están haciendo una cacería de brujas. Se acaba de anunciar que el exministro de Defensa y actual parlamentario Seyran Ohanian y otro diputado, Armen Charchian, serán juzgados por acumulación ilegal de bienes, sumados otros cargos...
La oposición no está jugando un papel constructivo y el gobierno se rebaja a su nivel para llevar a cabo una farsa de lucha callejera en lugar de gobernar un país que enfrenta decisiones increíblemente difíciles. Aunque la guerra de 2020 librada por Azerbaiyán retrasó muchas reformas, antes había habido tiempo para esas reformas. Durante casi cinco años, la administración de Pashinian ha estado culpando al desgobierno del “antiguo” régimen, pero no ha hecho nada diferente.
Incluso si las reformas del ejército comienzaran hoy, hay problemas internos y externos que resolver primero.
Azerbaiyán, por su parte, ha advertido que obstaculizará cualquier esfuerzo de Armenia para mejorar sus fuerzas armadas. Rusia se niega a entregar los armamentos por los que Armenia ya ha pagado y Moscú tiene muchas formas tortuosas de socavar las reformas del ejército en Armenia ahora que Ereván ha estado buscando en los mercados internacionales para reponer su equipo militar. El acuerdo con India ofreció buenas noticias, pero las compras de aviones no tripulados de Irán pueden resultar políticamente tóxicas, tocando un nervio sensible con los EE. UU. e Israel. En resumen, Armenia está atrapada entre la espada y la pared.
En el mejor de los casos, si se suministraran armamentos, Armenia tendría que desarrollar su propia doctrina militar. Las armas y formaciones militares rusas demostraron ser ineficaces durante la guerra de 2020 y Armenia no necesita disculparse con ninguna de las partes para mejorar su ejército de acuerdo con sus necesidades.
Que estas muertes no sean en vano. El incendio que cobró la vida de 15 soldados armenios puede servir como una lección útil aunque dolorosa para iniciar reformas en el ejército y llevarlo al nivel de las necesidades del país.
