Los efectos devastadores de la Guerra de los 44 Días y la agitación en la región del Cáucaso imponen algunas medidas necesarias para Armenia: unidad interna y evaluaciones independientes y objetivas de los problemas del país y las acciones derivadas de esas evaluaciones. Los primeros objetivos que vienen a la mente son la unidad nacional, la tolerancia mutua y el consenso sobre una agenda de recuperación nacional.
Hemos defendido una y otra vez, que, para un país como Armenia, tan dividido y polarizado, el camino de la recuperación debiera pasar, por la creación de una comisión de la verdad y la reconciliación, en la línea del modelo sudafricano, para poder salir del atolladero y atender los problemas básicos del país.
Es cierto que después de la guerra, en las elecciones de 2021, el 54 por ciento de los votantes apoyó a la coalición Mi Paso (My Step) de Nikol Pashinian. El mismo Pashinian, como todos los demás, sabe muy bien que, en esa elección, la gente votó en contra de su oponente Robert Kocharian y no necesariamente a favor de Pashinian. Ese tipo de victoria no equivale al manto de legitimidad o mandato que la actual administración reclama para justificar sus acciones.
Los medios oficialistas siguen repitiendo hasta la saciedad que “el pueblo nos votó y rechazó a la oposición”.
Otra acusación simplista contra la oposición es que todos los problemas del país provienen de 20 años de desgobierno, incluso la guerra, que tuvo lugar bajo la supervisión de Pashinian.
La oposición ciertamente debe cargar con su parte de culpa por los problemas del país, debido a la corrupción desenfrenada y al abuso de poder. En este punto, tal vez suene políticamente incorrecto afirmar que, a pesar de la corrupción, no ocurrió ninguna guerra importante en una escala comparable a la última, lo que provocó una amenaza existencial a las puertas de Armenia.
Algunos expertos a favor del régimen afirman, irónicamente, que mientras Robert Kocharian esté en la escena política, Pashinian tiene buenas posibilidades de ser reelegido. Esa es una declaración precisa, porque el nombre de Kocharian está manchado por muchos escándalos, incluida la acumulación de una enorme riqueza de un país pobre, la masacre parlamentaria del 27 de octubre de 1999, que ayudó a su supervivencia política y su arrogancia al eliminar a Karabaj de la mesa de negociación del Grupo de Minsk de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
Nadie podría afirmar con certeza si Pashinian podría tener un gobierno más eficiente si no se viera obstaculizado por la pandemia y la guerra. Pero después de la Revolución de Terciopelo, la gente no encontró una mejora notable en su situación económica, ni se desaceleró el ritmo de la emigración.
Desde el 1 de mayo, la oposición ha estado involucrada en manifestaciones masivas y actos de desobediencia civil. El movimiento está liderado por las coaliciones Hayastan (Armenia) y Badiv Unem (Tengo honor), encabezadas respectivamente por Robert Kocharian y Serzh Sargsian. Los expresidentes nunca son vistos juntos durante las manifestaciones. Los visibles en el escenario son los líderes de la Federación Revolucionaria Armenia (Tashnak), Ishkhan Saghatelian, Gegham Manoukian y Armen Rustamian, y el exjefe del Servicio de Seguridad Nacional, Artur Vanetsian.
Una de las declaraciones anteriores de Vanetsian ya ha determinado el resultado del movimiento. De hecho, en una conferencia de prensa improvisada, afirmó: “Si las manifestaciones no dan el resultado esperado, no tengo intención de volver al parlamento”. Si uno de los líderes del movimiento pone en duda el resultado, desde el principio, ese movimiento está condenado.
La oposición ha estado imitando las tácticas que llevaron a Pashinian al poder, pero las multitudes que siguen a esos líderes aún tienen que alcanzar una masa crítica para ser efectivas. El cierre de calles y el asalto a edificios gubernamentales se han enfrentado con brutalidad policial que ha generado críticas de Chatham House en el Reino Unido y del defensor de los derechos humanos local.
Una de las principales razones por las que el movimiento no logra tracción es la falta de consignas pegadizas, así como de una agenda clara. Derrocar a Pashinian cuando no hay un candidato viable entre los líderes de la oposición no inspira confianza. Tampoco tiene sentido la acusación de que Pashinian entregará Karabaj a Azerbaiyán, porque Pashinian ya no tiene el control de ese enclave, ocupado en un 75 por ciento por Azerbaiyán y el resto por fuerzas de paz rusas. Estos últimos son los que mandan en este punto.
La oposición había estado agitando durante mucho tiempo. Lo que provocó el lanzamiento del movimiento fue el largo discurso derrotista de Pashinian en el parlamento el 13 de abril, cuando afirmó que la comunidad internacional esperaba que Armenia “bajara el listón” de sus expectativas. Este comentario fue interpretado como la rendición de Karabaj. Desde entonces, cada declaración del gobierno suministró más municiones a la oposición.
Las próximas negociaciones fatídicas con Azerbaiyán están brindando otra oportunidad a la oposición. Bakú presentó una propuesta de cinco puntos, que la parte armenia aceptó mientras presentaba su propia lista de seis puntos, que hasta ahora se ha mantenido en secreto. Pero hace unos días, el embajador general Edmon Marukian finalmente lo hizo público durante una entrevista con Petros Ghazarian. Básicamente, esos seis puntos se refieren a la seguridad y los derechos del pueblo de Karabaj, una formulación vaga que puede interpretarse de cualquier manera. Ni siquiera se menciona la secesión correctiva, que puede ser la única opción viable.
El presidente de la Comisión de Seguridad Nacional, Armen Grigorian, aseguró al público que tanto Armenia como Azerbaiyán guardan silencio sobre los detalles del tema del enclave para proteger la integridad de las negociaciones. Sin embargo, justo después de eso, Khalaf Khalafov, viceprimer ministro de Azerbaiyán, hizo reclamos públicos por algunos enclaves de Armenia, incluso antes de sentarse a la mesa de negociaciones.
La oposición pide abiertamente la dimisión de Pashinian, sin siquiera celebrar elecciones anticipadas y propone formar un gobierno de unidad, integrado por 250 tecnócratas. Los nombres de esos tecnócratas aún no se han dado a conocer.
Básicamente, lo que sugiere la oposición es “dejen que Pashinian renuncie, luego se nos ocurrirá algo”. Esta no es una agenda nacional que unirá al país. Y es por eso que el movimiento no va a ninguna parte.
El primer presidente, Levon Ter-Petrosian, advirtió que las acciones de la oposición solo entorpecerán las próximas negociaciones con Turquía y Azerbaiyán. Sin embargo, el gobierno y las fuerzas progubernamentales se sienten cómodos mientras Kocharian y Sargsian estén mezclados. La gente está particularmente asustada por las intenciones de Kocharian de ver a Armenia como un estado unido con Rusia, perdiendo así su soberanía.
Lo que más teme la administración actual es el surgimiento de una tercera fuerza, que no esté contaminada por el anterior régimen corrupto y tenga conocimiento del arte de gobernar, del que carecen Pashinian y sus cuadros. Y, de hecho, circulan nombres, incluidos Avedik Chalabian y Arman Tatoian, ambos de gran prestigio entre el pueblo. Es por eso que Tatoian está siendo acosado y Chalabian está actualmente bajo arresto por cargos falsos.
Chalabian es el líder de un pequeño partido político. También es cofundador de una organización benéfica privada que ayuda a los soldados armenios y a los residentes de las aldeas fronterizas de Armenia y Karabaj. Es muy articulador y conocedor de asuntos políticos y militares. Ha apoyado a la oposición, pero su nombre no ha sido manchado en ningún esquema de corrupción. Este es el tipo de persona que asusta al gobierno y ofrece una alternativa al grupo inepto de Pashinian cuyos méritos y educación se obtuvieron en la larga marcha de Pashinian desde Gyumri a Ereván.
Pashinian observa con temor el surgimiento de personas como Chalabian mientras la población espera el surgimiento de una tercera fuerza.