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Opinion - Mientras Ucrania hierve
No se olviden del otro gran conflicto en la región
27 de Febrero de 2022

Por David Amirian

La guerra de 2020 en Nagorno-Karabaj (NK) entre Armenia y Azerbaiyán que dejó miles de muertos no puso fin al conflicto más largo de la región.

Las hostilidades activas se han detenido en gran medida, dada la presencia de las fuerzas de paz rusas en NK, luego de la declaración trilateral del 9 de noviembre de 2020, negociada por Moscú.

Sin embargo, la situación dista mucho de ser pacífica. Seguimos siendo testigos de numerosos incidentes localizados, además de instancias más grandes de enfrentamientos armados, como los del 16 de noviembre de 2021 y el 12 de enero de 2022.

La guerra de 44 días alteró significativamente la geopolítica del sur del Cáucaso.

Primero, el papel activo de Turquía en el conflicto y el apoyo que brindó a Azerbaiyán, incluso mediante el reclutamiento de mercenarios sirios, aumentó significativamente su influencia en la región.

En segundo lugar, se ha socavado el marco institucional para resolver el conflicto de NK, mediante el Grupo de Minsk de la OSCE. Envalentonado por su victoria, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, ha estado afirmando públicamente que el conflicto ha terminado y se niega a comprometerse más con el Grupo de Minsk.

Esto plantea la pregunta de qué pasará con la población armenia en NK una vez que termine la misión rusa de mantenimiento de la paz en menos de cuatro años. Dadas las brutalidades documentadas durante la guerra, la armenofobia promovida por el estado de Azerbaiyán, así como los incidentes de posguerra que tienen como objetivo a la población armenia, existe una amenaza real de limpieza étnica de los armenios en NK.

Otra consecuencia importante de la guerra es el cambio de facto en las fronteras entre Armenia y Azerbaiyán.

La línea de contacto entre las fuerzas armadas se ha vuelto tan estrecha que en algunos lugares están a unos cientos de metros de distancia entre sí. Esta situación ha tenido un gran impacto en los derechos y medios de subsistencia de las comunidades locales. En varios casos, los residentes cercanos a la frontera fueron tomados cautivos, sus campos cultivados fueron incendiados y sus ganados fueron robados.

Las tres reuniones recientes entre el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, y el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, dos de las cuales contaron con la mediación de la UE, han producido solo modestos resultados.

Uno de los resultados de estas reuniones es que existe una línea directa entre los ministros de defensa de dos países para prevenir escaramuzas fronterizas.

Los dos países también acordaron tomar medidas para desbloquear las conexiones ferroviarias. Uno de los temas más importantes sigue siendo la demarcación de fronteras. Rusia ha propuesto crear un comité que lideraría, sin embargo, no hay avances a la vista.

La situación explosiva en Ucrania puede tener potencialmente consecuencias devastadoras para el Cáucaso, incluido un nuevo conflicto. A pesar de la amistad personal entre los presidentes Vladimir Putin y Erdogan, Rusia está cada vez más molesta con Turquía debido a su posición sobre Crimea y por proporcionar drones armados a Ucrania.

También ha habido algunas tensiones recientes entre Azerbaiyán y Rusia, particularmente por la misión de mantenimiento de la paz de Rusia en NK. Azerbaiyán y Turquía se verán tentados a recurrir nuevamente al uso de la fuerza, especialmente porque sus acciones anteriores no generaron una condena adecuada.

En este contexto, es necesaria una UE mucho más comprometida, en particular en torno a las siguientes tres áreas.

En primer lugar, es fundamental presionar a Azerbaiyán para que se aleje de un enfoque militarista agresivo y adopte negociaciones bajo los auspicios del Grupo de Minsk de la OSCE en torno al estatus de Nagorno-Karabaj.

Debe haber un mensaje inequívoco de que el uso de la fuerza no es una opción y tendrá las consecuencias debidas. El statu quo ha cambiado drásticamente y las dos partes ya no pueden ser tratadas como partes iguales en el conflicto: Armenia está siendo objeto de agresión.

En segundo lugar, la UE podría impulsar y apoyar una misión de vigilancia a lo largo de la frontera. La misión PCSD,  Política Común de Seguridad y Defensa civil de la UE, es un instrumento relevante que la UE ha utilizado en contextos similares y puede contribuir en gran medida a estabilizar la situación sobre el terreno.

Tal misión podría permitir la creación de una zona desmilitarizada para crear un entorno propicio para el proceso de demarcación de la frontera. Paralelamente, la UE debería impulsar un proceso de delimitación y demarcación de fronteras lo antes posible, idealmente bajo la OSCE.

Por último, pero no menos importante, se deben tomar medidas decisivas para el regreso de los prisioneros de guerra armenios (POW) aún detenidos en Azerbaiyán y plantear el problema del discurso de odio promovido por el estado azerbaiyano.

Si bien ha habido muchas declaraciones que piden a Azerbaiyán que devuelva a los prisioneros de guerra, Azerbaiyán todavía tiene decenas de ellos en violación del derecho internacional humanitario.

A principios de este mes, Azerbaiyán anunció planes para borrar las huellas armenias, como los escritos antiguos de las iglesias, lo que generó cierta protesta. La situación justifica medidas más drásticas, incluida la aplicación de sanciones individuales específicas, así como la condicionalidad de la ayuda, en particular frente al paquete de ayuda de 2.000 milloes de euros recientemente aprobado por la UE.

La UE tiene las herramientas para cambiar la situación; ahora necesita la voluntad.

(Este comentario apareció originalmente en EUObserver el 17 de febrero. David Amirian es el subdirector de programas de Open Society Foundations-Armenia).

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