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Opinion - Reflexiones en el 30° Aniversario de la Independencia
Unión General Armenia de Beneficencia-AGBU-
21 de Septiembre de 2021

Unión General Armenia de Beneficencia

Hoy, 21 de septiembre se cumplen tres décadas desde que el pueblo armenio votó a favor de declararse como un Estado nacional soberano, Estado que no poseía desde hace muchos siglos, desde que la Armenia histórica bajo el dominio de sucesivos imperios, lograra la efímera Primera Republica de Armenia de 1918 a 1920, integrándose finalmente a la URSS.

Para aquellos que vivieron en esos años trascendentales de la década del 90, un estado armenio independiente fue un sueño imposible hecho realidad de la noche a la mañana.

 Fue la redención para los sobrevivientes del genocidio y sus descendientes ver flamear la bandera tricolor en las Naciones Unidas.

De vuelta en Ereván, las escenas de ciudadanos armenios regocijándose ante la caída de la enorme estatua de Lenin, haciéndose añicos, mientras el primer Parlamento tomaba juramento durante su primera sesión, son marcadores icónicos incrustados en la psique colectiva.

De repente, la identidad armenia pudo definirse no solo en el contexto de tragedias pasadas, sino en infinitas y nuevas posibilidades de llevar a la Nación Armenia y hacerla parte de la familia mundial moderna.

La patria libre capturó la atención de todos los armenios en todos los rincones del mundo, mientras la nueva República asumía los desafíos y las oportunidades del autogobierno con el apoyo activo de la diáspora del mundo, que veía en esta patria independiente la garante de su herencia e identidad, comprometiéndose enérgicamente en el proceso de su construcción como Nación.

Aquellos primeros días se tornaron agridulces cuando la realidad de la independencia se asentó y Armenia sufrió muchos reveses debido a la guerra y los desafíos económicos.

No fue hasta mediados de los 90 cuando el final de la primera guerra de Artsaj marcó el comienzo de una nueva era de reconstrucción y de economía de progresos.

Los años que siguieron, Armenia tuvo un respiro mostrándole al mundo su valor intrínseco como país en desarrollo. A mediados de la década del 2000, la industria del turismo, la agricultura y la innovación en alta tecnología habían reemplazado claramente a la desaparecida economía basada en las fábricas del periodo soviético.

Esas calles polvorientas de Ereván, con edificios en ruinas y carreteras intransitables de principios de la década del 90, se transformaron en vías modernas, carreteras que conectaban, infraestructura con instalaciones del primer mundo, escuelas nuevas, salas de concierto seguras y brillantes, un aeropuerto internacional futurista, restaurantes con ofertas de diversas culturas culinarias, imponentes hoteles internacionales, supermercados bien surtidos y una impensada cantidad de embajadas extranjeras.

 La ciudad de Gyumri, la zona cero del terremoto de Armenia de 1988, es ahora un centro de alta tecnología para nuevas empresas, lo que trae un renacimiento de la cultura creativa que atrae a jóvenes y turistas.

En las provincias, donde el desempleo ha persistido obstinadamente debilitando la cohesión de familias y comunidades intergeneracionales, en la última década ha sido testigo del aumento de mujeres emprendedoras, todas ellas en zonas ruralesú que han sido empoderadas para poner en marcha micro y pequeñas empresas. También se han abierto centros extracurriculares para que los adolescentes exploren tecnologías creativas y se mantengan competitivos con sus pares de todo el mundo.

Muchos de estos esfuerzos cuentan con el apoyo de AGBU y sus socios que trabajan para nivelar el campo de juego para las mujeres y los jóvenes de Armenia.

Las Instituciones de educación superior como la American University of Armenia-AUA-, que AGBU cofundó y que aun hoy sigue apoyando, ha cambiado la visión del mundo de los jóvenes armenios de toda la nación.

 Con la ayuda de AGBU y numerosas organizaciones profesionales de la salud fundadas por armenios de Occidente, el sistema de salud de la nación continúa progresando. Durante la reciente guerra y la pandemia, médicos locales y profesionales de la salud capacitados en occidente trabajaron codo a codo con equipos extranjeros para realizar cirugías que salvaron vidas, curaron a soldados y civiles con equipos y suministros de diagnóstico de primera calidad.

Titanes de la industria y filántropos de Rusia, Estados Unidos, Medio Oriente, Europa y América Latina son las leyendas que perdurarán como pioneros, visionarios y constructores de esta nueva nación Armenia.

 Mientras, miles  de jóvenes de ascendencia armenia visitan año tras año su tierra natal para reconectarse con sus raíces étnicas o participar de proyectos de renovación formando vínculos estrechos con sus pares.

Las becas AGBU han permitido que decenas de estudiantes de Armenia sueñen en grande y asistan a las mejores universidades del mundo convirtiéndose en ciudadanos armenios competitivos, capacitados y capaces de retribuir sus conocimientos a su nación según lo exijan las circunstancias.

Desde el cambio de gobierno en 2018, Armenia ha celebrado elecciones que, según las agencias internacionales y de DDHH y, a favor de la democracia, han sido libres y justas. Asimismo, los anhelos del electorado continúan apoyándose en los valores democráticos, al tiempo que mantienen relaciones estratégicamente valiosas con los vecinos de la región.

El dilema que plantea la celebración de la independencia de este año es si un estado libre con la mano debilitada debido a las nuevas realidades geopolíticas y la lucha política desencadenada por la segunda guerra de Artsaj de 2020 puede crecer.

AGBU, una de las organizaciones más antiguas de la diáspora, en la línea de frente de las crisis nacionales, tiene una perspectiva a largo plazo sobre los desafíos del momento.

Nuestro enfoque en poner a nuestra gente antes que la política, ha dado como resultado innumerables historias sobre la resistencia del pueblo armenio que enfrenta situaciones de vida o muerte.

Estos encuentros cercanos con ciudadanos y familias comunes, tanto de entornos urbanos como rurales, de diferentes regiones del mundo y muchos puntos de inflexión históricos, han revelado un hilo común de determinación y esperanza que nos une como una nación armenia.

Creemos en una Armenia libre porque esa es la esencia del espíritu armenio que vive en todos los armenios del mundo. Y, cuando los armenios se sienten libres como armenios, no hay límites para lo que podemos lograr en todas las esferas.

A pesar de los primeros reveses de la independencia, mantuvimos el rumbo. Por eso, no podemos dejar de mirar todo lo logrado en estos 30 años, dándole la espalda.

Treinta años son muy pocos en la vida de un Estado, sin embargo, Armenia debe dejar atrás el término “incipiente democracia”. Aunque no esté aun en su mejor momento, Armenia, antes de la guerra del año pasado, estaba preparada para impulsarse y consolidarse en muchos frentes importantes.

Esperamos sinceramente que este importante aniversario nos recuerde a todos los armenios del mundo que después de 30 años, no podemos dar marcha atrás ni perder la confianza en nosotros mismos.

Somos un pueblo que peleamos contra viento y marea, que no resistimos pronósticos, y el mundo debe reconocer esta característica nuestra, única, que desafía repetidamente esas anticuadas predicciones de nuestra inminente desaparición.

Es hora de que el mundo apueste por Armenia.

Es hora de que los armenios apostemos por nosotros mismos.

En la unión está la fuerza.

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