De todo lo que se escucha a diario,un comentario me hizo pensar en un mundo con el que, tal vez podríamos empezar a especular, visto que, abundan las sorpresas, en este caso materializada en un virus que nos enfrenta a más de una circunstancia para la que no estábamos preparados, ni tampoco sabemos organizarnos, ni aquí ni en muchos otros lugares del mundo.
Un médico en la televisión, consultado sobre el tema de bares si, o bares no -y más allá de lo obvio de la vulnerabilidad laboral y económica a la que están sometidas las personas- dijo que, desde el punto de vista de la socialización, la emocionalidad y lo psicológico, es una alternativa buena, considerando que, en todo caso, cada persona debe tomar conciencia y gestionar el riesgo.
Esta expresión me llegó a los oídos como una llamada para indagar sobre el tema.
Así pude empezar a emparentar ideas para recordar que en muchas organizaciones existen áreas en donde se gestionan alternativas de acción. Hay una gestión escolar, las hay en empresas unidas a proyectos, las hay en sociedades.Gestionar es tramitar, administrar. También y como hemos visto muchas veces en este espacio, el ser humano aprende a gestionar emociones y modos de comunicación con otros, con el objeto de favorecer las relaciones interpersonales, también las vinculares y parentales.
Cuando existe una posibilidad de que se produzca un contratiempo o una desgracia, hay un riesgo de que alguien o algo sufra perjuicio o daño. Entonces podemos entender que la gestión de riesgo se estudia; se crean posibles situaciones que permitan desarrollar soluciones; se proyectan opciones y se hace en diferentes áreas, empresariales, de salud, educativas, sociales.
Prevenir sobre un riesgo -fundamentalmente- evita un desastre, que en general tiene carácter de irreversible ya que pasa a ser un hecho consumado.
Tras haber podido hacer este breve, muy breve recorrido sobre estos conceptos que encuentran fundamento de aplicación en distintas áreas de la vida moderna, me puse a pensar que cada uno de nosotros debería estar preparado para conocer, evaluar y decidir sobre los riesgos que desea correr, no solo con los aspectos externos de su vida, sino con sus motivaciones internas.
Quienes administran espacios comunes, deben evaluar riesgos,como también generar opciones para salir de situaciones de desastre, siempre tomando como base las normas o leyes consensuadas, para que vivir en una sociedad organizada sea nada más, ni nada menos que eso. Luego, cada persona, de forma individual debería poder conocer los riesgos a los que se enfrenta si transgrede leyes consensuadas de convivencia o ignora las alertas de un peligro que pone en jaque a la sociedad y a las personas. No se trata de estar en un bando o en otro, solo se trata de que en una sociedad organizada las personas comparten y viven conforme a la ley. Lo contrario, pasa a ser ilegal; por lo tanto, susceptible de penalización.
La expresión del médico me llevó a pensar, cuánto aún debemos insistir para generar una educación, sobre todo en los niños, destinada a conocer las nuevas formas de ver y organizar el mundo. Ellos serán parte de ese futuro del que todos nos preocupamos, pero poco nos ocupamos.
Cuando escucho hablar a los niños encuentro una sensatez que, entiendo se diluye cuando se aumenta la inserción en el espacio compartido. Eso me hace pensar que los adultos somos los ejemplos, y en todo caso, vivimos en sociedades en donde algunos de ellos están trastocados.
Y esa gestión -la de los ejemplos- corresponde al primer espacio de contacto, la familia. Desde ese lugar y hacia adelante es donde se empiezan a ver las responsabilidades, las habilidades, las vulnerabilidades y también los riesgos que luego pasan a conformar la sociedad en la que nos movemos.
Así como una empresa, una iInstitución, un ministerio o un país elabora su plan de riesgo,así cada uno de nosotros y cada familia debería comenzar a involucrarse, a considerar desde el aprendizaje y el análisis los riesgos que puede correr cada uno de sus integrantes ante circunstancias no conocidas; un pensamiento lateral destinado a prevenir situaciones derivadas de un contratiempo, una inconducta, una intolerancia o una rebeldía. Un análisis que pudiera poner de manifiesto responsabilidades individuales o de un grupo pequeño, para que, al fin de cuentas, la culpa no sea de otro u otros. Cada quien corre con sus propios riesgos, aprende y adquiere responsabilidades personales y sociales.
Conocer las etapas de la gestión de riesgo puede ayudar a elaborar las propias, sobre todo, en estos momentos cuando las voces son muchas, las culpas variadas, los miedos propios y las utopías que comparto, por el momento, son solo mías.
Hay un riesgo; es verdad; lo tenemos identificado, podemos realizar un análisis, pero no solo del noticiero, sino uno producto de la introspección personal, de aquel que viene de la voz interior; luego valorar las condiciones personales, las necesidades, no imitar a otros, solo hacer lo que uno cree que debe hacer y si le surgen dudas o cree que está sumido en un miedo psicológico, tomar las riendas del asunto y hacer una consulta profesional de acompañamiento.A esto le llamamos manejo de la situación de riesgo, y el que maneja es uno. Y finalmente salir a tomar algo, dar un paseo, cumplir con la ley para preservar el bienestar propio y general, y así monitorear sensaciones personales, para decidir y elegir con qué riesgos desea cada uno correr el camino de la vida.
Hay una vieja frase que dice “Esto también pasará”.
Clr. Cristina Inés Papazian
Imagen: Arek Socha en Pixabay