El uso de palabras nuevas, aunque en rigor no lo sean (ya que su reaparición solo se debe a que su uso se hizo frecuente), obliga a que los significados sean susceptibles de revisión.
Esto ocurre con la palabra empoderar o empoderamiento. La misma no es de uso exclusivo de un género, o de los no binarios; la misma proviene de un término inglés “empowerment”, muy utilizado por las corrientes de estudio sobre Liderazgo, y popularizado después para indicar la voluntad de las personas de aumentar o recuperar sus propias fortalezas, administrarlas convenientemente para sumarlas a sus capacidades plenas de desarrollo personal, desde todos los enfoques: mente, cuerpo y espíritu.
Cada área de la vida encuentra mecanismos para que los individuos adquieran poder, no desde una posición autoritaria sino desde la perspectiva de considerar el fantástico poder interior y personal que permite que las personas podamos ubicarnos en cada espacio de la vida en un lugar cómodo, evolutivo y que no moleste al entorno, garantizando además que, la aceptación voluntaria, libre de sesgos de manipulación. inhiba la propia realización personal, intente vencer la capacidad de lucha que brinda el poder interior, aún en las más duras batallas, que siempre se ganan con menos armas y más alma.
En las personas, un verdadero empoderamiento debe partir del hecho de reunir una serie de valores personales. Para hacer una analogía, vamos a pensar en los superhéroes de la infancia o en las instancias de los juegos online, en donde para acceder a “vidas”, “puntos” o “regalos” necesitamos juntar poderes.
Introspección, moderación, gestión de emociones, comunicación asertiva, cooperación, empatía son algunos de esos poderes que dan fuerzas a las personas y, desde una visión menos egocéntrica y más trascendente, favorecen no solo la propia evolución, sino la de su círculo de relaciones, de su comunidad, de su país y de su especie.
Claro está que no siempre se llega a este punto, ya que la vida es prueba y error; y la humanidad repite errores. Algunas teorías y también la ciencia consideran que solo un cambio de conciencia, es decir la consideración de ver la vida y sus acontecimientos desde otra perspectiva, con otros valores de evaluación, hará que cambie la percepción que tenemos del mundo. Cada quien a su tiempo, pero empezar a considerar que cada uno suma -aunque no se note- es una buena forma de incluirse en la transformación.
Para alcanzar más y mejores niveles de conciencia, la capacidad de discernir es otro poder del ser humano, bastante poco utilizado o entrenado.
Más o menos todos entendemos que cuando empleamos este término estamos frente a una elección. Sin embargo, no todos comprendemos que cuando se elige algo, también uno está advertido sobre lo que queda del otro lado de la elección. Entonces, en el discernir interviene la elección, la advertencia y siempre será bueno tener en claro cómo y por qué elijo lo que elijo.
A la acción de discernir, muchas veces se la vincula con un juicio moral, es decir a una elección sobre lo que está bien o mal. La Iglesia y las religiones en general han establecido parámetros sobre ello, y este uso, a veces exagerado, ha erosionado en parte la intención de actuar de una u otra forma. No obstante, con influencias religiosas, o no, cada individuo es capaz de marcar sus virtudes, y las mismas quedan demostradas por su forma de conducirse en la vida. Una virtud le da una cierta dignidad a cada persona.
Cuando muchas personas cultivan virtudes, las transmiten en su ámbito íntimo, y así sumando, se van generando los valores que pasan a ser de un conjunto, de una sociedad, y también valores humanos.
Visto en la escala actual, podemos inferir que algunas de las virtudes de antaño, consideradas importantes para el desarrollo de la vida, comenzaron a mostrar fisuras en nombre del progreso y la modernidad, poco advertidas, ya que el hombre siempre está corriendo detrás de algo, y finalmente la fisura, a fuerza de persistir y resistir. se hizo grieta. Ya hay muchas tendencias en el mundo que orientan a volver a algunas costumbres “de antes” para revisarlas y acoplarlas mejor a las nuevas formas. Aquí, una vez más aparece el equilibrio como otro factor indispensable a considerar.
Discernir también da poder, basado en la fortaleza de convicciones, tomadas con responsabilidad por uno mismo y por los otros. Para discernir necesitamos elegir, pero también elegimos por rencor, por negación, por celos o por cualquier otro sentimiento negativo. Debemos ser capaces entonces de poner luz sobre algunos puntos oscuros, aunque nos duela. Ponernos a considerar si es necesario cambiar los espacios de creencias y mandatos, de pensamientos únicos, de juicios de valor sobre las personas, para que lo importante a la hora de elegir sea “cómo” y no “quien”.
“Si nuestra mente se ve dominada por el enojo, desperdiciaremos la mejor parte del ser humano: la sabiduría, la capacidad de discernir, y decidir lo que está bien o mal” Dalai Lama
Clr. Cristina Inés Papazian
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