Hoy, 24 de abril, se ofició la solemne misa en la Catedral San Gregorio El Iluminador, conmemorando el genocidio perpetrado por el Imperio Otomano en 1915.
La misa fue presidida por SE el arzobispo Kissag Mouradian, Primado de la Iglesia Apostólica Armenia para la Argentina y Chile, y contó con la presencia del Embajador de la República de Armenia, Hovhannes Virabyan, el Embajador de la República Árabe de Siria, el Exarca de la Eparquía San Gregorio de Narek, el diputado nacional Eduardo Valdez, el ex canciller Felipe Solá, el senador nacional MC Pedro Del Piero, el legislador de CABA y presidente del Bloque UCR Evolución Marcelo Gouman, la legisladora de CABA Inés Parri, el legislador de CABA Gustavo Mola, el Gran Maestre de la Gran Logia de la Masonería Argentina Pablo Lázaro, el secretario general de la Asociación de Pilotos de Línea Aérea Pablo Biró, la secretaria de DDHH de CABA, Pamela Malewicz, la Cónsul de la República de Armenia Ani Akopian, entre otras tantas personalidades, de las instituciones de la comunidad
.La misa fue oficiada por el archimandrita Aren Shaheenian, cuya homilía les compartimos a continuación:
"No hay nada oculto que no se descubra y no hay secreto que no se conozca y revele" Lucas 8, 17
Esta frase, dicha por nuestro Maestro celestial es una proclamación maravillosa expresada con palabras simples. Jesús, de quién celebramos hace una semana la fiesta de su resurrección victoriosa, nos llama a nosotros y al mundo entero a recordar que la Verdad no puede ocultarse, alterarse, mutilarse ni masacrarse.
La verdad es la luz y sus rayos ilimitados, penetran incondicionalmente la gruesa capa de oscuridad y ocultamiento, iluminan todo a su alrededor brillando como una "espada de luz".
Pero es precisamente en memoria del evento de Pascua, y en virtud de esto, que hoy estamos reunidos, no para recordar la muerte, sino para glorificar la vida cristiana y la esperanza que nace con la resurrección.
Sabemos que nada acabó con la muerte de Cristo en la cruz; al contrario, la piedra volcada en la puerta del sepulcro, fue la que hizo que la vida verdadera renazca, lo que solo Dios nos puede dar.
Es con estos sentimientos y con esta fe que hoy, 24 de abril, nos reunimos aquí, bajo los arcos de nuestra querida iglesia, para rezar juntos y recordar la injusticia que se cometió hace 107 años contra nuestra gente.
Sí, todos los años, el 24 de abril, todos los armenios celebramos con gran dolor la memoria de un millón y medio de sus mártires, de las víctimas que fueron masacradas ante los ojos del llamado mundo civilizado.
El genocidio fue organizado y llevado a cabo ferozmente por el gobierno turco. El gobierno turco desde entonces y hasta ahora ha tratado de hacer que el mundo, los pueblos olviden y no reconozcan esa terrible laceración, al negar la realidad del genocidio de 1915. El estado turco ha violado y aun hoy viola los derechos del pueblo armenio y de esa manera afecta
a toda la humanidad.
Nos recuerda el Evangelio de Lucas "no hay nada oculto que no se descubra".
En un día como este, estar juntos significa recordar el martirio de nuestros antepasados y honrar su memoria.
Ese desgraciado evento de 1915 cambió fundamentalmente el perfil de la condición armenia y la historia armenia de los tiempos modernos y, al expulsar a un pueblo entero de su país de origen, lo convirtió en extranjero y llevó a muchos de sus hijos a perder su identidad nacional, situándolos en el camino del genocidio blanco.
Hoy nosotros, armenios de Argentina con nuestros queridos amigos argentinos, estamos reunidos aquí para proclamar la memoria eterna de nuestros mártires, porque a través de ellos estamos vinculados al pasado y a nuestra historia.
Es cierto que nuestro dolor es inmenso, pero nos consuela la palabra de Dios que nos dice: “Si el grano caído al suelo no muere, no da fruto; si muere, da mucho fruto ", eso significa que el sacrificio de nuestros compatriotas que murieron en el
genocidio no fue en vano; que se puede renacer desde esas muertes valiosas, con tan solo proponerselo.
Queridos hermanos, no estamos aquí para llorar o quejarnos, sino para clamar por la vida; con nuestra propia presencia somos testigos de esta vida; somos testigos de una nación que, gracias al sacrificio de sus mártires, aún vive, espera y reza a su Dios para que nunca se repita en el mundo otro genocidio; porque las guerras fratricidas en curso en algunos países como en nuestro Artsaj, deben cesar y el mandamiento del amor reinará con capacidad de destruir el odio
generado entre hermanos.
Pedimos hoy todos, junto al Señor, que sea la paz en el mundo, que es el regalo más precioso que el Resucitado
nos dejó a todos: "La paz sea con ustedes" (Mt Lc 24,36), dice Jesús a los apóstoles reunidos en el aposento alto.
La paz solo se puede lograr si podemos aceptar en nuestro corazón ese inmenso regalo; y aceptar el regalo significa creer en que somos los instrumentos de paz, los encargados de repartir paz en situaciones cotidianas familiares, concretas, desde el sacrificio de Jesús en la cruz que nos fortalece y por la sangre derramada por nuestros hermanos mártires.
Es mi intención y deseo, que cada armenio, cada ser de este mundo libre y bendecido, viva en paz, consigo mismo, con su familia y con su comunidad y que se desarrolle dentro de su ser nacional con el amor, la unidad y la fortaleza de la unión y hermandad.
Amén.
Al finalizar la misa, los presentes se trasladaron al Monumento a los Mártires delante del cual se realizó el acto de conmemoración.Primero hizo uso de la palabra SE el arzobispo Kissag Mouradian, luego, el presidente de IARA, Instituciones armenias de la República Argentina. Nchan Ishjanian, lo sucedió el Embajador de la República de Armenia, Hovhannés Virabyan.
Luego el ex canciller Solá y finalmente el diputado nacional Eduardo Valdez, mientras sonaba el suave duduk ejecutado por Arno Stepanian. La locución estuvo a cargo de Leo Moumdjian.