Este año la tercera promoción del ISGM, Instituto Educativo San Gregorio El Iluminador, cumple sus bodas de oro de egresados como peritos mercantiles.
Sea éste nuestro mejor homenaje a todos aquellos que partieron a destiempo.
Juntos, nos divertimos, crecimos, aprendimos y transitamos los más maravillosos años de nuestra infancia y adolescencia.
Los recordaremos siempre!
Y... como el tiempo pasó, cada uno de nosotros encontró su verdadera vocación.
A continuación la obra de una de las egresadas, Eva Tabakian
Postal 1
Entrada: patio del San Gregorio, a la vera de la Iglesia, formados, cantando Aurora. Enanitos necesitados del cuidado y del afecto de los adultos. Curiosos del saber que se nos proponía. ¿Qué saber? El colegio nunca fue solo el colegio, fue un lugar de encuentro y fundamentalmente un lugar de pertenencia.
Las maestras (oriorts) siempre fueron parte de nuestra historia: esfuerzos por aprender la lengua, la historia de una cultura que nos pertenecía y nos pertenece de distintas maneras: relatos familiares, reivindicaciones históricas del genocidio que nos acompañaron en nuestra formación y educación; y de un modo más amable las comidas cotidianas que compartíamos en los hogares y en el colegio.
Salida: los micros en la puerta, Antonio, Pepe, que nos albergaban con su familiaridad, suban, vengan, bajen y ahí íbamos cansados pero felices de haber finalizado la jornada. Más cerca de casa. Nos reconocíamos también en esa agrupación ficticia de los micros. Hermosas postales de la infancia.
Postal 2
Pasillos de la UGAB. Hubo un momento de sorpresa y de inquietud en que pasamos del edificio del San Gregorio al edificio de enfrente, al desconocido de la UGAB, Unión General Armenia de Beneficencia, y nos sentimos mayores y más fuertes. Edificio que generosamente fue una sesión y un intercambio que nos permitió caminar, subir y bajar por infinidad de recovecos, sentirnos más importantes en ese ámbito nuevo. Caminos del buffet de don Osvaldo en la planta baja al último piso del gimnasio que nos hacía independientes.
La clase de lengua, de matemáticas, especializaciones contables con las que nos enfrentamos de pronto con curiosidad, asombro y muchas veces con enojo, siempre iban acompañadas de las inefables clases de armenio con sus profesores bizarros, cada uno con su particularidad y con su impronta.
Así transcurrimos nuestra secundaria entre las locuras y los aciertos de los profesores, entre la llegada del querido baron Hadjian que nos inculcó un modo más nuevo y moderno de pensar lo armenio y el acompañamiento de nuestras familias que iban aprendiendo con nosotros. Así nuestras rebeliones y crecimientos se entrelazaron hasta la llegada del término del ciclo. Término que hoy cumple increíblemente 50 años y nos convoca una vez más, con nuestras diferencias y coincidencias, a recordar y agradecer a la institución que nos albergó, nos vio crecer y nos dejó volar.
Eva Tabakian