A poco del estreno del filme El Secreto de Maró, de Alejandro Magnone, una charla exclusiva con la gran actriz Norma Aleandro, la protagonista.
Su Premiere Mundial tuvo lugar recientemente durante la 18º edición del Golden Apricot Film Festival en la ciudad de Ereván, capital de la República de Armenia. Su estreno en Buenos Aires será el 28 de octubre.
– Norma, como actriz supiste viajar en tiempo y espacio sin reparos, encarnando todo tipo de personajes y demostrando que la magia existe. ¿Cómo se construye un personaje?
– Para armar un personaje se necesita tener un conocimiento previo de lo que escribió el autor, saber para qué lo escribió y qué significa ese personaje para los demás. No es otra cosa que «armar una persona», y eso tiene sus dificultades, pero siempre es una alegría poder hacerlo. Por ejemplo, para armar un personaje de una mujer armenia que ha venido hace muchísimos años, corrida por las brutalidades que habían sucedido en su país y que además es cocinera, tuve que enterarme de muchísimas cosas dentro de la comunidad, pero también necesitaba saber qué le pasaba a esa gente que intentaba huir, gente que moría en el desierto. Llegaban los que podían escapar, sobrevivir, o sea que llegaban pocos aquí, de una familia llegaban poquísimos, pero por suerte tuvimos un lugar para armenios y no armenios.
– Y yendo a Maró, ¿qué conexión tenías con Armenia?
– Por supuesto conocía gente armenia pero no tenía una relación especial. Trabajé con Alejandro Magnone, el director y autor, que escribió el libro con mucho conocimiento de todos los sucesos pasados de Armenia y de su presente también. La comunidad nos apoyó, nos ayudó mucho, una comunidad muy unida, así fui enterándome, tratando de entender, esos hechos en ese personaje particularmente.
El pasado de Maró hace que tenga ése carácter tan particular, su historia la obliga a guardar ese secreto que no voy a decir. Todo esto hace que Maró viva de una manera como si no se hubiese ido nunca de su pueblo.
– La cocina armenia es otro de los grandes personajes de la peli, ¿pudiste cocinar?
– Bueno, no me voy a mandar la parte de cocinera pero me interesó muchísimo ir a los restoranes y preguntar a gente armenia que cocina y que sabe cocinar. Investigué para hacerlo naturalmente, me interesé en los puntos de cocción de la comida, en el armado del plato, en los condimentos. La cocina es el hogar de Maró.
– El Genocidio Armenio está presente en toda la peli, de hecho Maró es sobreviviente del mismo, ¿qué reflexión te merece ese crimen aberrante que sigue sin ser reconocido después de más de 100 años?
– ¿Qué te puedo decir? Esas canalladas de la historia que están en la humanidad. Lo que sucedió fue uno de los grandes crímenes de la humanidad y nunca se terminó de componer. Hay gente que quedó desmembrada, incompleta, familias desmembradas, buscando integrantes de esas familias. En fin, la historia misma de Maró.
– ¿Será por eso que Maró no puede reír ni llorar?
– Reírse y llorar no es lo suyo, tiene un mandato materno a seguir. Maró tiene que ser muy fuerte para soportar todo lo que había que soportar. No podía ponerse a llorar porque se desataba como persona y por otro lado, tenía para llorar la vida entera. Es interesante ver cómo la orden de una madre modifica el destino de una persona, Maró está muy marcada por esas palabras, no eran otra cosa sino un mandato de su madre y de su abuela. Hay muchas “Maró” en el mundo.
– ¿Cómo fue el clima durante el rodaje?
– El clima que hubo en la filmación fue particular, pocas veces he vivido algo así. He tenido momentos muy hermosos en muchas filmaciones con grandes directores y grandes actores, pero lo que pasó en la filmación de El Secreto de Maró fue maravilloso. Una verdadera hermandad entre todos los compañeros como Lidia Catalano, Héctor Bidonde, Manuel Callau, Analía Malvido, César Bordón, Florencia Raggi y todo el elenco.
Había un gran cariño en todos los integrantes del equipo, todos tenían una gran voluntad para ayudar, para que todo saliera de la mejor manera. Todo el staff, los electricistas, sonidistas, actores, maquinistas, trataban de hacer lo mejor posible, para que cada toma saliera como el director lo pedía.
Lo mismo el director, Magnone, quien tampoco tenía problemas en agacharse a buscar cosas que se habían caído, un clima de trabajo excepcional. Lo quiero remarcar porque no es común ver tantos jóvenes y gente con experiencia trabajando juntos con un amor por lo que estaban haciendo que se trasmitía permanentemente.
El clima fue maravilloso, a partir del guión de Magnone, la música original de Pablo Bronzini. Han dado lo mejor de lo mejor, en un momento tan difícil económicamente y en todo sentido. Era una alegría ir todos los días a filmar.
– Los referentes son importantes y a veces se modifican….
– Yo empecé a los 12 años, muy chica, en teatro profesional. Me ayudó mucha gente pero especialmente la gente con la que trabajaba. Los momentos en que no estaba en escena, los pasaba entre bastidores viendo a mis compañeros. Me ayudaba mucho verlos, entender el trabajo que hacían y cómo lo hacían. Así pude entender lo que me gustaba y lo que no. Fui aprendiendo a observar, además tomaba clases estupendas en el Instituto de Arte Moderno. Por supuesto, además del teatro y de las clases, mis padres eran actores y me enseñaban mucho. He conservado el recuerdo de muchísima gente. Gente que me mostró cómo era el oficio, unos de una manera y otros de otra,
– ¿Qué trabajo se te aparece naturalmente recordando tu carrera?
– «Viaje de un largo día hacia la noche», de Eugene O ́Neil, con Alfredo Alcón y mi hijo, Oscar Ferrigno. Es un personaje terrible pero que me ha dejado deslumbrada siempre. Es muy impresionante ver cómo el autor arma y prepara los personajes en esa obra. Hay otros personajes que también amo, como el de La Señorita de Tacna (Mario Vargas Llosa) y muchas obras del teatro clásico español que he hecho. Creo que todos los personajes dejan algo de conocimiento y también de sentimiento. En general son textos que no han envejecido porque muestran cosas muy importantes al espectador, a la gente en general.
Recuerdo también «Sobre el amor y otros cuentos sobre el amor», un unipersonal que me encanta hacer y que he realizado en todo el mundo.
– Un espectáculo maravilloso, lo vi en Buenos Aires y creo que en Montevideo, si no me equivoco en el Teatro del Centro …
– No te equivocás, en Montevideo en el Teatro del Centro, dirigía Mario Morgan que es un hermanito mío, tengo muchos hermanitos en el Uruguay. Me siento argentina y uruguaya. Uruguaya y argentina, y lo digo siempre porque lo siento así. El abrazo más grande en el peor momento de mi vida me lo dieron los uruguayos. A mí y a mucha gente, nunca dejaron a nadie tirado por ahí, históricamente muchas personas se han refugiado en Uruguay.
Estamos acostumbrados a que nos abran los brazos siempre, hermanados para siempre. Siento un gran amor por ese país, cuando estaba exiliada caminaba por la calle y la gente sin conocerme, salvo por mis trabajos, me preguntaba cómo podían ayudarme. Muy fuerte.
– ¿Como si fueran dos barrios?
– Si, exactamente, como si fueran dos barrios.
– También has tenido Hollywood…
– Sí, absolutamente y lo pasé muy bien allá. Viajé contratada, aceptaba los libros solo si me gustaban. No fui a hacer algo a contrapelo, lo que fue a contrapelo era que estaba estudiando el idioma. Para trabajar, si no hablás el idioma es complicado. Me encontré con gente maravillosa como Ted Danson e Isabella Rossellini y lo pasé bien, pero extrañaba mucho mi casa. Recuerdo que estaba haciendo teatro acá y un día viene Lino Patalano, otro hermanito mío, a mi camarín y me dice que había una propuesta muy buena de Estados Unidos, pero no podía aceptar porque estaba haciendo teatro aquí.
– ¿Qué pasará con el teatro después de la pandemia?
– Yo creo que el teatro siempre ha sufrido modificaciones a través de la historia. Una vez vi un dibujo animado que me hizo reír mucho, porque era exacto. Se trataba de dos griegos sentados en un teatro en la Grecia antigua y uno le decía al otro: “la gente no va a venir al teatro”, “el teatro ha pasado de moda”. Esto lo vengo escuchando desde siempre, desde la invención del teatro, desde que el teatro se hacía en las esquinas de las calles.
El teatro tiene la habilidad de ir cambiando de acuerdo a las necesidades, mostrando lo que vamos necesitando. Hoy en día, hay muchos clásicos que nos cuentan tal cual estamos. Si el autor tiene talento, puede saltar en el tiempo hacia atrás o hacia adelante. Eso lo vemos y eso te indica que el teatro no va a terminar nunca porque es una necesidad. Hasta las tribus más antiguas tienen quién les cuente cuentos o formas de vivir. Los ritos siguen. Por supuesto que el teatro va a cambiar y va a cambiar mucho, de hecho ha cambiado y lo seguirá haciendo sin duda alguna. Ocurre como con la música, ha cambiado y lo seguirá haciendo, pero el hombre no deja de cantar.
– Recién mencionaste la música. La pintura y la escritura forman parte de tu vida activamente, ¿y la música?
– Fíjate que tengo un problema con la música. O sea, la música que me hace bien escuchar es por ejemplo Ravi Shankar. No es una música moderna en ningún sentido, no tiene época pero tiene una forma de penetrar que me conecta con lo mejor. De todos modos, Wagner o Beethoven me parecen admirables pero no es una música que me haga bien.
– ¿Proyectos?
– Tengo varios proyectos, en principio. Muy pronto se publicará un libro con mis dibujos. En teatro tenemos un proyecto que lo venimos empujando desde que comenzó la pandemia, era para marzo de 2020. Se trata de «Mi Abuela la loca», inicialmente para el Maipo pero ahora vamos al Multiteatro, con Jorge Marrale y bajo la dirección de Claudio Tolcachir, a quien conozco de chico.
– Después de haber sido testigo de tantos cambios y movimientos en la historia y en la ciencia, ¿la humanidad lo está haciendo bien?
– Yo creo que la humanidad se está comportando como puede. En todo caso no estamos destruyendo el mundo, podemos mirar al horizonte lejano y vemos planetas que están explotando o que chocan. Pasa de todo en el universo y nosotros somos el universo, por lo tanto no podemos estar aislados del mismo. Quienes han viajado por el espacio cuentan que está lleno de deshechos, de estrellas que chocan, nos manejamos como podemos en este entorno. A veces sale bien y a veces sale mal pero no tengo una mirada apocalíptica.
– Una última pregunta, ¿tanta maravilla, tanto logro en la vida, apabulla?
– ¿Apabulla? No, no apabulla, me gusta, lo disfruto. lo gozo. Con mi marido siempre decimos eso, hace tantos años que estamos juntos y no nos lo parece. Estamos gozando lo que hay, que es bastante, en la naturaleza, en la vida, en los amigos, en la gente que uno quiere, en la gente que vamos a querer mañana. Yo creo que el universo está hecho para el amor, aunque haya tropiezos el amor siempre está presente, aún en los lugares donde están ocurriendo las cosas más atroces.
Escenas de la película "El Secreto de Maró"