El petróleo de Azerbaiyán y la posición geopolítica de Turquía parecen resultar más trascendentes que la justicia, las verdades históricas y los derechos humanos para los países líderes y las organizaciones internacionales. El artero ataque de las fuerzas azerbaiyanas sobre Nagorno Karabaj- Artsaj, cuando hay un acuerdo vigente de alto el fuego con la participación del Grupo de MINSK de OSCE integrado por Rusia, Francia y Estados Unidos para buscar una solución pacífica al conflicto, pone al desnudo el desinterés de las grandes potencias en actuar, importando poco las vidas humanas, la destrucción de hogares y la devastación de los territorios.
Por historia, cultura y religión, la población de Karabaj siempre fue netamente armenia. Azerbaiyán, de población turcomana, la reclamó como propia con apoyo de Turquía. Tras la sovietización de Armenia, en junio de 1921 el gobierno de Erevan declaró que Nagorno Karabaj era “parte inseparable” de su territorio. Pero apenas unos días después, el 5 de julio, Josef Stalin, en su calidad de Comisario del Pueblo de Asuntos Nacionales, adoptó la decisión de separar a Nagorno Karabaj de Armenia y unirla al Azerbaiyán Soviético. Lenín que necesitaba acuciantemente el petróleo de Azerbaiyán, e intentaba seducir a Turquía para que se sumara al bloque, se la entregó a los azeríes en 1923. Mientras duró el poder de Moscú, el statu quo perduró. No había discusiones, ni disenso. Con la caída de la URSS, en 1991, los habitantes de Karabaj, de abrumadora mayoría armenia, declararon su independencia y se erigieron en República. Es importante saber que el conflicto armado en Artsaj (1988-1994) y el estado latente de enfrentamiento bélico que vive la región desde hace un cuarto de siglo, son el resultado de un proceso democrático, que buscó desanudar un orden político asfixiante. La guerra sobrevino como estrategia de autodefensa ante los ataques azeríes y de ningún modo fue lo que lideró el proceso político de autodeterminación. Karabaj tiene fronteras bien delimitadas, bandera propia, fuerzas armadas y un gobierno elegido democráticamente. Podría ser un país independiente, pero ningún miembro de las Naciones Unidas lo reconoce como tal.
Desde el domingo 27, separatistas de Nagorno Karabaj, apoyados por Armenia, y las tropas de Azerbaiyán supervisadas por Turquía, se enfrentan en los combates más mortíferos desde 2016. Dos dictaduras: Ilham Aliyev y Recep Erdogan, Azerbaiyán y Turquía, pretenden distraer a sus pueblos con una confrontación bélica con final imprevisible, a fin de salvaguardar sus propias ambiciones personales. Erdogan con la aspiración de completar la obra de sus antecesores de aquel Genocidio de 1915 que dice desconocer, su títere Aliyev inspirado en la barbarie heredada, con igual odio y salvajismo.
Mientras tanto, el mundo, a sabiendas, con total conocimiento de las posturas y actitudes de ambos gobiernos, no levanta la voz para terminar con sus crímenes y atropellos reñidos con la justicia, el respeto a la vida y los valores fundamentales de la humanidad. Esta postura indiferente, cotizada únicamente por intereses, hará que tarde o temprano las tiranías dominen el universo convirtiendo a las personas en objetos sin valía.