Marcha de reclamo y conmemoración de la comunidad armenia de Buenos Aires en el 107° aniversario del Genocidio de Armenios.
Organizada por la Mesa Interjuvenil de la Comunidad Armenia (MICA), tuvo lugar el domingo 24 de abril a las 15hs. partiendo como es tradición, desde la Facultad de Derecho de la UBA.
La multitudinaria concurrencia se trasladó por Av. Del Libertador hasta la residencia del embajador turco en donde comenzaron los actos.
Con la locución de Alma Torosian y Federico Lomlomdjian (Agrupación Scout Arart y Juventud de la Unión Cultural Armenia) se dio comienzo con un minuto de silencio en homenaje a las víctimas del genocidio armenio seguido por un cerrado aplauso en memoria del joven Franco Pamboukian, fallecido en un accidente aéreo y del querido archimandrita Magakia Amirian, fallecidos el año pasado.
Se invitó a los representantes de las organizaciones juveniles al escenario y al archimandrita Aren Shahinian junto al padre Drtad Ohanian para rezar el Padre nuestro en armenio.
Luego se invitó a la legisladora de la Ciudad de Buenos Aires, Victoria Montenegro a dirigir unas palabras a los presentes quién expresó que “nuestro compromiso es siempre con la memoria de los pueblos… sabemos lo que es la resistencia, la lucha y la necesidad de tener justicia y que las cosas se llamen por su nombre. En esta lucha está también el pueblo armenio hace ya 107 años”, expresó la legisladora de la Ciudad quién también recordó la desaparición de Arshak Karhanian desde hace tres años y de que al presente no hay respuestas.
En nombre de MICA, leyeron el mensaje Anush Ter Akopian (Agrupación Scout Ararat) y Matías Kederian (Agrupación Scout San Vartán) que se transcribe en su totalidad:
“Después de tres años nos volvemos a encontrar en la residencia del Embajador de Turquía en un nuevo aniversario del Genocidio Armenio. Hoy somos nietos y bisnietos de las víctimas de los crímenes perpetrados por el Estado turco-otomano recordando y reclamando, no sólo por lo que sucedió hace 107 años, sino también, por lo que continúa pasando.
Los hechos los conocemos: el 24 de abril de 1915 el Estado turco dio inicio al plan sistemático de extermino de armenios, asirios y griegos pónticos, en dónde más de un millón y medio de personas fueron asesinadas, deportadas e islamizadas con el objetivo de borrar su historia y su cultura. Ese ideario Panturquista, está hoy vigente de la mano del autoproclamado sultán Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía.
Hoy, con el objetivo de consolidar su plan neo-otomano expansionista y la intención de fortalecer su dominio en la región, Erdogan junto al tirano Ilham Aliyev, presidente de Azerbaiyán, y con el apoyo de Israel, iniciaron en septiembre del 2020 un ataque en escala a la República de Artsaj. Durante 44 días, no respetaron los acuerdos de cese al fuego, atacaron hogares, hospitales, escuelas, edificios públicos; asesinaron a la población civil; torturaron y mutilaron a soldados; utilizaron armamento prohibido y ejercieron todo tipo de crímenes de guerra.
Desde el cese al fuego alcanzado hace más de un año, el acoso a la población de Artsaj es permanente. Hace pocas semanas, y con temperaturas bajo cero, cortaron el suministro de gas que calefacciona los hogares armenios. La invasión no terminó: la toma de Paruj y expulsión de su población es prueba de eso. En Armenia, la situación no es mejor. La intención de ocupar Syunik y el sur del país se manifiesta una y otra vez. Lo denunciamos siempre, el proyecto panturquista no se detiene en Artsaj, si logran se rendición, después irán por Armenia.
¿Y en la diáspora? Ayer, en Uruguay, el canciller turco Mevlüt Çavuşoğlu hizo el gesto de los Lobos Grises, una organización racista, xenófoba y paramilitar de extrema derecha nacionalista de Turquía a manifestantes de la comunidad armenia durante la inauguración de la Embajada de Turquía en el país. No es un simple gesto: es una declaración de odio, y muestra que el verdadero objetivo de su visita en la semana del 24 de abril es provocar y continuar difundiendo el negacionismo.
Pero vamos a hablar de lo que hay detrás de todo esto, de todo intento de limpieza étnica, detrás de todo genocidio: un grupo de personas con poder, que cree que para consolidar un imperio, país, estado nación, debe eliminar las diferencias, acabando con la diversidad. En definitiva, se instala un relato de un "otro, un ellos enemigo" que hay que eliminar, y un "nosotros" bueno que hay que preservar.
Eso fue lo que soñaron en 1915: una nación panturquista, libre de toda pluralidad cultural y de opinión que no corresponda a sus intereses: así diseñaron un plan de exterminio.
Hoy, Erdogán y Aliyev quieren revivir ese ideal panturquista, y quienes responden a sus intereses como este Canciller, también tienen un plan, no solo para Armenia, no solo para Artsaj, sino para nosotros, los que estamos hoy acá.
Ese plan es que nos frustremos. Que nos llenemos de bronca e impotencia. Que nos sintamos aislados del mundo. Que sintamos que no hay nada por hacer. ¿Qué podemos hacer nosotros, a tantos kilómetros de distancia de Armenia y Artsaj?
Podemos empezar por mirar lo que logró nuestra comunidad hace poco más de una década: una ley y una sentencia judicial. Una ley que declaró al 24 de abril el Día de la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos. Y una sentencia en la que el Poder Judicial dictaminó que fue genocidio los sucesos ocurridos entre 1915-1923. El único país que reconoce el Genocidio por sus tres poderes.
Y es acá donde viene nuestro desafío. Nuestro desafío es que Argentina también reconozca que ese genocidio continuo a día de hoy, que por eso Azerbaiyán atacó Artsaj, invadió el sur de Armenia y tiene decenas de prisioneros de guerra armenios. Que por eso Turquía, país miembro de la OTAN, y acompañado de los grandes grupos de poder económicos y los medios de comunicación, despliega su lobby negacionista con relatos falsos de un país plural. Y no lo hace sólo buscando reunirse con políticos, sino también trayendo sus novelas de amor, pagando a influencers para que se saquen una foto hermosa en Capadocia, para que la postal que quede de Turquía sea la de un globo aerostático y no la del segundo país en el mundo con más periodistas presos, no la de un país con centenares de presos políticos, no la de un país que persigue constantemente al pueblo kurdo y que ataca a toda su región: no sólo Armenia y Artsaj, sino también Chipre, Siria, Grecia, Libia y a los propios pueblos que habitan en Turquía.
Porque el verdadero ellos y nosotros, no son los turcos y los armenios. No. Eso es un relato que usan para mentirle a su población y al resto del mundo: la verdadera división es entre ellos, los gobernantes corruptos con fines imperialistas, las fuerzas vivas del panturquismo y el negacionismo, y nosotros, quienes defendemos los Derechos Humanos y queremos vivir en paz, seamos armenios, argentinos, turcos, de Artsaj, o de cualquier parte del mundo.
Tenemos que mostrar que lo que pasa en Artsaj no es una disputa territorial por ver quién le pone nombre a qué, es un objetivo de limpieza étnica, es una causa de Derechos Humanos. Y los Derechos Humanos son asunto de todxs.
Ya lo dijimos, nos quieren hacer creer que no hay nada que podamos hacer, pero en nuestro propio país tenemos ejemplos en donde la realidad se presentaba como la única posible, en donde las consecuencias de protestar eran terribles, en donde todo indicaba que no había nada por hacer, pero hubo gente que se organizó, que desafió la realidad y alzó su voz y se hizo escuchar: las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo nos enseñaron que nunca hay que bajar los brazos, y que hay que luchar contra el olvido, contra el silencio, contra el negacionismo. Su convicción por mantener viva la memoria de los 30.000 y el reclamo por la Memoria, la Verdad y la Justicia marcaron a fuego nuestra historia. Los hechos históricos son diferentes, la lucha contra el negacionismo es la misma.
Por eso hoy, desde la Mesa Interjuvenil, les queremos pedir que recuerden un momento particular de sus vidas, que estamos seguros que lo vivieron.
Por ahí en alguna clase, alguien mencionó la palabra genocidio, o ese momento en que alguien les preguntó por el origen de su apellido o alguien hizo alguna mención a Turquía… estamos hablando de ese momento en donde le contaron a alguien qué fue el Genocidio Armenio, en que se animaron a levantar la mano y sintieron que no se podían quedar callados, que tenían que contar que hubo un genocidio, y que lo perpetró el Estado Turco, y todavía sigue impune.
Bueno, queremos que recuerden esa sensación, porque hoy el pueblo armenio lo necesita. Pero ya no tenemos que decir solo que hubo un Genocidio hace más de 100 años, tenemos que decir que está ocurriendo ahora mismo.
Sabemos que la pandemia nos dejó cansados, el ataque a Artsaj devastados, y la respuesta mundial decepcionados, pero no es el momento de enojarse con el mundo. Si no nos sentimos escuchados, entonces tenemos que buscar nuevas personas para que escuchen, y tenemos que hablar distinto.
Este no es el momento para que cuando finalice la marcha nos vayamos a nuestras casas pensando en que se terminaron los eventos de este año del 24 de abril. Es el momento para que pensemos cómo vamos a seguir, para que pensemos cómo aportar. Para que pensemos cómo organizarnos. Y esa organización es en instituciones… esas que con todo el trabajo realizado en el último siglo lograron lo que tenemos hoy:
Conjuntos de danza y orquestas que transmiten nuestra cultura, grupos scouts y equipos deportivos que transmiten nuestros valores, colegios que transmiten nuestra historia y, una ley y una sentencia judicial que ratifica que nuestro país, Argentina, reclama con nosotros.
Este no es el momento para mirar desde afuera, es el momento para pensar desde adentro. Ellos ya tienen sus planes armados y si nosotros no queremos ser pasto de la historia tenemos que prepararnos para ser protagonistas.
Y eso va a demandar coraje, esfuerzo, convicción, paciencia, compromiso, tiempo, estrategia, valores, organización e instituciones.
Le hablamos ahora a los jóvenes: no les creamos cuando nos hacen sentir que no hay nada más que podamos hacer, no nos rindamos cuando vemos un panorama de frustración: no caigamos en la inacción, en la desorganización.
Demostremos que tenemos la fuerza que necesitan de nosotros quienes están viviendo este Genocidio en primera persona.
Porque entendemos la consecuencia de no intentarlo, de no involucrarnos, de no organizarnos. Entendemos que nuestra inacción es su victoria: la desaparición de Armenia y de Artsaj, la consolidación del genocidio.
No tenemos otra opción más que la de alzar nuestra voz, por Armenia, por Artsaj y por los Derechos Humanos, acá y en todas partes del mundo. Y no sirve que sean voces divididas, enojadas, marginales, sino voces unidas porque saben para qué estamos acá.
Estamos acá para reivindicar el derecho a la autodeterminación de los pueblos, el derecho a la integridad y el derecho a vivir una identidad.
Estamos acá para luchar contra quienes quieren que creamos que no hay nada por hacer y quieren que nos pensemos como individuos aislados, esos mismos que fomentan las divisiones entre pueblos, fomentan el odio, la indiferencia, la impunidad y el olvido.
Estamos acá para apostar por un futuro de paz y amistad entre los pueblos, porque queremos construir sociedades solidarias, igualitarias, inclusivas y con memoria.
Estamos acá para combatir al negacionismo y para defender los Derechos Humanos.
Sí, estamos acá para exigir reconocimiento y reparación del Genocidio Armenio, entendiendo que no se trata de un reclamo del pasado, se trata de una urgencia de hoy. Estamos para denunciar un ataque genocida ocurriendo ahora mismo, y por eso exigimos el reconocimiento de la República de Artsaj, para evitar la consolidación de este intento de limpieza étnica, así como de todos los crímenes de lesa humanidad, porque justamente si está pasando esto hoy es porque un genocidio negado, es un genocidio repetido. Porque si Turquía avanza hoy es porque continúa impune.
Por eso hoy, a 107 años de aquel 24 de abril, gritamos: 1.500.000 armenios presentes, gritamos Reconozcan Artsaj y gritamos: ¡Nunca Más Genocidios!”
Para finalizar el acto, las cantantes Sol Aksarlian y Florencia Delledone interpretaron canciones populares armenias y los jóvenes de los distintos conjuntos de danzas bailaron el “kochari” baile considerado patrimonio de la humanidad, realizando el “pert” (fortaleza), tradicional y característica escenografía de la danza armenia.