Homilía del Archimandrita Aren Shaheenian, en la Catedral San Gregorio el Iluminador conmemorando el 109° aniversario del 24 de abril de 1915, día del Genocidio de los Armenios.
“Alzaré la copa de la salvación, e invocaré el nombre del SEÑOR.”(Salmos 116-13)
En esta mañana luminosa, reunidos al amparo de nuestra Santa Catedral, como hijos del pueblo armenio nos hemos dado cita, acompañados por nuestros queridos hermanos de diversas colectividades, para participar en esta ceremonia.
Ceremonia que evoca a nuestros Santos Mártires, con la intención de honrar la memoria imborrable, de nuestro millón y medio de hermanos, que, en nombre de la fe cristiana, la nación y la patria, soportaron en carne propia el genocidio, y el destierro. Una ruta cruel y sangrienta que comenzó el 24 de abril de 1915, que se profundizó durante la primera guerra mundial y hasta 1923, y que hoy, 109 años después, se repite, con el desplazamiento territorial y el exilio obligatorio de
nuestros compatriotas en Artsaj.
Hace 109 años, desde el partido Ittihad, de los Jóvenes Turcos, se planeó un salvaje plan de exterminio, que se manifestó en todo el territorio de Armenia occidental y que dio como resultado el primer genocidio del Siglo. Aquel terrible crimen, ocurrió a la vista de los países civilizados, que, si bien izaban las banderas, del respeto a los derechos humanos, nada dijeron del genocidio armenio.
¿Por qué callaron, mientras nuestro pueblo, reconocido por sus valores culturales, por sus mentes brillantes; tal como lo fue y lo sigue siendo, era sometido a la profanación y al espanto?
Porqué callar, mientras nuestro verdugo destruía nuestros monumentos, nuestros hogares, nuestros centros de oración, y redujo a ruinas nuestra arquitectura, nuestras casas, nuestra dignidad social.
109 años después, el mismo proceso de exterminio se repite sobre nuestros hermanos de Artsaj, el no haber sido condenados en su momento, hace que, hoy, estemos sufriendo la réplica de esa barbarie.
Como dice el Salmo ; “Alzaré la copa de la salvación, e invocaré el nombre del SEÑOR".
El pueblo armenio, de profunda fe Cristiana, ha tomado el camino del sacrificio en la vida, el camino arduo, el camino de la superación y la resiliencia; ese camino, es el que en definitiva lo va a conducir a la salvación, a la vida eterna. El pueblo
Armenio, se mantiene vivo y firme, invocando el nombre del Señor, que lo acompaña en todo su camino recorrido
y lo ampara.
Nos preguntamos, por nuestro futuro. ¿Cuál es el futuro de nuestro pueblo?.
La memoria inagotable de nuestros Santos Mártires se ha convertido en un mensaje de lucha permanente, un legado, una visión y un mandato cotidiano que avanza permanentemente junto con la evolución de nuestra sociedad. Es una exhortación, siempre presente, que expresa las aspiraciones de la madre Patria, de nuestros compatriotas desplazados de Artsaj y de la diáspora, que abraza las ideas de la libertad, para mantener encendido el fuego de nuestra identidad, nuestra fe, nuestra lengua, nuestra cultura y nuestras tradiciones.
Como dijo Baruir Sevag : “supimos morir , para vivir”.
Les pedimos a los jóvenes, a las nuevas generaciones, que se comprometan. Nuestros jóvenes, no pueden no
involucrarse, y no reclamar la injusticia que sufrimos hace 109 años atrás, porque el pueblo armenio, hoy, sigue sufriendo esa injusticia.
El mundo, ve y conoce esta injusticia, pero está ciego, hacen culto del negacionismo de nuestro legítimo reclamo. Los organismos internacionales, no alzan la voz por Armenia, cegados y llevados de la mano de sus intereses comerciales y territoriales, dejan de lado el clamor de Armenia y de Artsaj.
Hoy existen países en guerra constante, países que están sumidos en la injusticia al ser sometidos por algunas potencias devastadoras. Apelamos a que, los países considerados potencias internacionalmente, corran el velo de la negación, y le den entidad al reclamo del pueblo armenio, ya que darle visibilidad y reconocimiento al desplazamiento orquestado por
Turquía y Azerbaiyan, configura una victoria para la humanidad toda, sobre todo, para evitar cualquier idea o plan, que derive en un nuevo genocidio.
Querido pueblo armenio, como siempre decimos, por nuestras venas, corren ríos de fe y de vida, la fuerza del talento creativo, el sincero credo cristiano, que trazan nuestra identidad.
En este día sagrado, con esta ceremonia y alzando nuestras oraciones al Señor, damos cumplimiento con el profundo respeto, desde nuestra alma, con la memoria y el reconocimiento eterno de nuestros mártires.
Elevamos entonces, nuestras plegarias al Señor misericordioso, para que Su Diestra salvadora se extienda sobre el mundo y sobre nuestro pueblo en Armenia, Artsaj y toda la diáspora.
Señor, oramos, y te pedimos que nuestros compatriotas, Mártires de la guerra de Artsaj descansen en tu gloriosa paz. Y en las palabras del apóstol San Pedro, decimos: “así, la fe de ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa, que el oro perecedero, purificado por el fuego” (A. Pedro A.7).
En efecto, fuimos pueblo de oro, y puestos a prueba, en el fuego del genocidio, preservamos nuestra fe inquebrantable.
Agradezco su presencia, agradezco su atención y deseo desde el fondo de mi corazón, la unidad, la paz y la fortaleza del pueblo Armenio todo. Amén.