Manoug Mouradian nació en Alepo, Siria, el 6 de noviembre de 1951. Cursó sus estudios primarios en el colegio de la comunidad armenia de Kamishli, pueblo al que se había trasladado su familia para encontrar mejores condiciones de vida.
En 1963, ingresó en el Seminario del Monasterio Srpótz Hagopiántz (Santos Santiagos) de los armenios de Jerusalén. En 1968, se ordena diácono y en 1971, es ordenado sacerdote célibe bajo el nombre de Kissag por el patriarca armenio de Jerusalén, S. E. Arzobispo Ieghishé Derderian.
Vino a Buenos Aires en 1975, como cura párroco de la Catedral San Gregorio El Iluminador. Al mismo tiempo, fue vicedirector de la Sección Primaria del Instituto Educativo San Gregorio El Iluminador.
Entre 1982-1987, cursó la carrera de Periodismo y Comunicación Social en la Universidad J. F. Kennedy de Buenos Aires, de la que egresó con el título de Licenciado en Periodismo.
El 7 de octubre de 1990, en la Catedral de San Etchmiadzín, el Katolicós de todos los armenios y Patriarca Supremo, Su Santidad Vazkén I, lo consagró obispo y lo designó primado de la Diócesis de la Argentina y Chile.
En septiembre de 1996, por una bula del Katolicós de todos los armenios y Patriarca Supremo, Su Santidad KarekÌín I, recibió el título y el honor del grado de Arzobispo.
Fue presidente de la Comisión Ecuménica de las Iglesias Cristianas en la Argentina (CEICA) en el período 1998- 2002 y reelegido para el mismo cargo en diciembre de 2004. Hoy, desde la vicepresidencia de la entidad, sigue aportando sus conocimientos a la tarea y al diálogo interreligioso.
Además de sus obligaciones eclesiásticas y docencia, el Arzobispo Kissag Mouradian ha tenido también actividades literarias. Es autor de distintas obras teatrales, de las cuales la más importante es "El prisionero", presentada en 1998 en el Salón del Centro Armenio y en el teatro El Globo de Buenos Aires.
También ha traducido varias obras religiosas al español, como "La Madre de Dios", del R.P. Vatché Iknadiosian; el "Diccionario Litúrgico" del Arzobispo Maghakiá Ormanian, las interpretaciones de la Misa (Eucaristía) de Su Santidad Vazkén I y Torós Chughaietzí, bajo el título general de "Nuestra Misa", "La enseñanza dela Iglesia Armenia, Krisdoneagán", "Las fiestas sagradas de San Gregorio el Iluminador", entre otras. Se encuentran en proceso de edición otras traducciones de Monseñor Mouradian: Como "Los armenios en Tierra Santa" y un Libro de Oraciones.
Su actividad en la Argentina se ha caracterizado por la tolerancia, el fecundo trabajo por lograr el conocimiento de Armenia y de los armenios en medios extracomunitarios; la difusión de la historia y de las tradiciones ancestrales; las relaciones interreligiosas y ecuménicas; sus intervenciones en distintos ámbitos religiosos y culturales y su vocación docente.
Su amplio dominio en temas nacionales y eclesiásticos lo transforman en una fuente de consultas permanentes. Durante largos años y mientras Armenia no tenía su embajada en nuestro país, fue el mayor referente de Armenia en la Argentina; reconocido por los gobiernos como el representante tanto de Armenia como de nuestra comunidad en distintos ámbitos.
Su inquietud, su solidaridad y su respeto por todas las confesiones, lo llevaron a un lugar de alto reconocimiento por parte de las iglesias hermanas asentadas en la Argentina. Con la simpleza de los grandes, ha llegado con acciones y palabras de consuelo a los necesitados, a quienes han requerido de Èl en momentos críticos, como sucedió cuando el Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, Cardenal Jorge Bergoglio, le pidió que lo acompañara para llevar consuelo a las familias de las víctimas de la tragedia de Cromañón, en diciembre de 2004.
"-Monseñor, ¿me acompaña?" - fue la consulta del Cardenal Bergoglio, a la que el Arzobispo Armenio no se negó, aun sabiendo que les esperaba una tarea harto difícil. Él -que sabía del dolor de las pérdidas y de las tragedias- se unía a quien desde su lugar de cabeza de la Iglesia Católica en la Argentina, quería llevar un poco de paz a las familias quebradas por el horror.
Así fue consolidándose una amistad que había comenzado bastante antes con el diálogo ecuménico, que los tuvo varias veces de interlocutores. Monseñor Mouradian y el cardenal Bergoglio hablaron siempre el mismo idioma: el de la hermandad, de la unidad, la solidaridad, el dogma de fe y las virtudes del hombre; un idioma de entendimieno y compartido con otros hombres de fe que -como ellos han dedicado su vida al sacerdocio, al servicio a los demás, con vocación y convicción.
Por eso, no es de extrañar que el Cardenal Jorge Bergoglio -hoy Papa Francisco- hubiera querido conocer más de cerca la historia de dolor y sufrimiento del pueblo armenio y que como guía espiritual de la Iglesia, lo hubiera reconocido como el primer genocidio del siglo XX y condenado, en primer lugar desde el púlpito de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires y luego -ya en forma internacional- desde la mismísima Basílica de San Pedro, en Roma, el 12 de abril del año pasado, antes de la misa dedicada al Centésimo Aniversario del Genocidio Armenio, en la que consagró como Doctor de la Iglesia Universal a San Gregorio de Narek, sabio del siglo X, considerado el "San Agustín de los armenios".
Ya antes, considerando la importancia de la Iglesia Armenia en la difusión del cristianismo -como primer Estado en aceptarlo como religión oficial- el cardenal Bergoglio había autorizado el emplazamiento de un jachkar y un altar armenio en la Catedral Metropolitana y de altares con pinturas armenias de San Tadeo y San Bartolomé en las Iglesia de San Ignacio y en la Parroquia de San Bartolomé de Buenos Aires.
Si Monseñor Mouradian y el Cardenal Bergoglio no hubieran encontrado un lenguaje común y una vocación que los uniera, probablemente todos estos logros no se hubieran alcanzado. De esta manera, en la Argentina, la Iglesia Apostólica Armenia también deja una huella para la posteridad y todo ello, se logró durante la gestión del arzobispo Kissag Mouradian.
Gran lector e investigador, con sus trabajos de traducción, Monseñor Kissag Mouradian ha contribuido enormemente a la divulgación de la tradición eclesiástica armenia tanto en nuestra colectividad como fuera de ella. A toda consulta, sus respuestas son claras y no dejan dudas, porque él mismo accede a las fuentes más fidedignas del saber.
Por su carácter afable y sus conocimientos, se ha ganado el cariño y el respeto de sus pares y de todos aquellos que ponderan sus valores como ser humano y eclesiástico. Como orador, reconocido por huir de los discursos largos y vacíos de contenido, Monseñor Mouradian encuentra siempre la palabra justa para definir situaciones y sus sermones invitan a la reflexión y a la difusión de temas nacionales-eclesiásticos.
Por estas características, fue tentando en varias ocasiones para regresar a Jerusalén, al seminario donde se formó, no solo como docente sino como canciller que velara por los intereses del Patriarcado Armenio en Tierra Santa.
En ocasión de cumplir sus setenta años, el Papa Francisco le hixo llegar la siguiente carta
En esa ocasión recibió también inumerables saludos de sus pares de todo el mundo, y una Bula de SS Karekin II otorgándole la condecoración de la Orden de San Nersés Shnorhalí, la mayor distinción que entrega la Iglesia Apostólica Armenia, por sus años de servicio y su dedicada labor a la Iglesia Apostólica Armenia.
Al haber cumplido 50 años de ordenación sacerdotal, 70 años de vida y ser el arzobispo de todos, el amigo de todos, el consejero de todos, generoso y fiel a su Iglesia Apostolica Armenia, Sardarabad tiene el honor de nominarlo como el "Hombre del Año 2021", deseándole muchos y largos años de gestión frente a la Iglesia que abrazo como misión en su vida.
Agradecemos muy especialmente al arzobispo Hagop Klenedjian, Primado de la Iglesia Apostolica Armenia en Uruguay, al Contador Rubén Kedikian, Presidente de UGAB Buenos Aires y, a Varty Manoukian, Presidente de la Institucion Administrativa de la Iglesia Armenia por sus mensajes especiales para esta nota.
Es la segunda vez, que Sardarabad lo nombra Hombre del Año, la anterior, en el 2001 al cumplir veinticinco años de su consagración como obispo, es para nosotros un verdadero orgullo y le hacemos honor a sus méritos.
Este es nuestro homenaje.