Una oración en tiempos de pandemia.
Bendito eres, Señor, Jesucristo, Hijo del Dios viviente, Médico de nuestras almas y cuerpos. Bajaste de tu reino celestial para curar toda enfermedad y dolencia. Ante tu infinita misericordia, nuestros pecados se desvanecen, los demonios huyen, las transgresiones se borran, las enfermedades se curan, las heridas se curan, la corrupción se limpia, la tristeza retrocede, los suspiros retroceden, la oscuridad huye, la niebla de lo desconocido se va, la oscuridad se levanta, la noche pasa , se desvanece el pánico, se destruye el mal y se exilia la desesperación.
Te suplicamos en estos tiempos de prueba y tribulación, cuando el mundo entero es sacudido por la devastadora pandemia, que derrames sobre nosotros tu gracia sanadora para que desde lo más profundo de nuestras almas podamos ser sanados, fortalecidos y purificados. Tú, Hijo de Dios e Hijo de la humanidad, moriste en la cruz por nuestra salvación. A través de tu sufrimiento, nos mostraste cómo la prueba y la aflicción pueden acercarnos más a Ti. Tú eres nuestra roca y refugio, nuestro consuelo y esperanza, nuestro gozo y salvación. Sanaste a personas con enfermedades y aflicciones a través de Tu amoroso cuidado y compasión.
Ahora te pedimos, Señor, disipar el dolor y curar la enfermedad de tus hijos en todo el mundo y otorgar a todos perfecta salud y protección bajo el signo de tu Santa Cruz que todo lo conquista. Danos tu paz y fortalece nuestra fe en ti, Señor, para que podamos vencer nuestros miedos y dudas, cuando la ansiedad se convierta en el orden del día. Bendice a todos los que se han puesto en peligro para servirnos. Mantén en tu amoroso abrazo a los que han fallecido y concede la paz a sus seres queridos. En medio de la incertidumbre, nos hacemos eco con fe de las palabras del rey David: “Dios es nuestro refugio y fortaleza, una ayuda siempre presente en los problemas. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra ceda y los montes caigan en el corazón del mar, aunque sus aguas bramen y se espumen, y los montes se estremezcan con su agitación ”(Salmo 46: 1-3).
Confiando en Tu infinito amor y compasión, exaltamos y alabamos Tu Santo Nombre con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Amén.