El Patriarca San Pedro de Alejandría y el Diácono Abisolom son santos importantes de la Iglesia Universal.
A principios del siglo IV siendo el Patriarca de Alejandría San Pedro, gracias a la fuerza de su fe y con el apoyo del Diácono Abisolom, dirigió y protegió a su rebaño durante el período del reinado de los reyes Diocleciano, Galerio y Maximiano, quienes persiguieron a los cristianos.
Debido a la intensificación de las persecuciones y ante la insistencia de la comunidad local, el Patriarca partió hacia Palestina y Mesopotamia. Sin embargo, al darse cuenta de los martirios de los cristianos, regresó inmediatamente a Alejandría y pronto fue encarcelado.
Por deseo del santo, y también por temor a la indignación del pueblo, los soldados no lo decapitaron públicamente.
El patriarca Pedro y el diácono Abisolom fueron martirizados en 311.
Monseñor Blas de Sebastia siempre dirigió a los cristianos y animó a los mártires.
Durante el período de persecuciones del rey Likianos, el obispo Blas aconsejó a su rebaño que dejara Sebastia y se fuera a vivir a los monasterios de la montaña Areos, donde vivió una vida ascética y de oración. Sin embargo, las autoridades hallaron al santo y lo llevaron a la corte, donde lleno del Espíritu del Señor, el obispo Blas reprochó a los paganos.
Por su comportamiento fue sometido a tormentos, luego arrojado al lago de Sebastia y decapitado en 316.
La vida, el comportamiento y el martirio del Patriarca San Pedro, el Obispo San Blas y el Diácono Abisolom han sido un modelo para todo el mundo cristiano, al precio de cuya sangre se fundó la Iglesia cristiana.