Buenos Aires, 16 de noviembre 2020
Comunicado de IARA sobre la situación de Artsaj
Luego de 44 días de guerra en Artsaj, el primer ministro de Armenia Nikol Pashinian firmó un
acuerdo de cese de fuego con los presidentes de Azerbaiyán, Ilham Aliev, y Rusia, Vladimir Putin.
Las Instituciones Armenias de la República Argentina (IARA) se dirigen a la opinión pública en
general y a la comunidad armenia en particular para rendir homenaje a los soldados y civiles
armenios caídos en esta guerra, honrar su memoria y heroísmo. Su patriotismo y sacrificio serán el
espejo en el cual las futuras generaciones armenias verán la dignidad del ser armenio milenario.
Esta guerra desatada por Azerbaiyán el 27 de septiembre fue el proyectado final programado
desde que Ilham Aliev asumió el poder en 2003. El presidente de Azerbaiyán hizo del odio a los
armenios una política estatal en su agenda interna y externa y descartó cualquier solución pacífica
al conflicto. La Guerra de Cuatro Días en abril de 2016, el ataque contra Armenia en julio pasado y
los incesantes intentos de incursión y refriegas a lo largo de la línea de contacto en todos estos
años dejaron claro que Bakú esperaba la oportunidad para pasar a la ofensiva general. Lo hizo en
el contexto global de la crisis de la pandemia Covid-19 dando mayor prueba de su inhumanidad.
Turquía es cómplice de Azerbaiyán y partícipe directa de esta guerra. Ankara brindó soporte
militar, apoyo diplomático, armó y trasladó a Artsaj mercenarios y yihadistas de Idlib (Siria) y otras
partes del mundo para combatir contra los armenios. Después de involucrarse en la guerra en Siria
y en Libia, después de armar y financiar grupos islamistas neo-otomanos en el Líbano, después de
constantes provocaciones de enfrentamientos con Chipre y Grecia en el Mediterráneo Oriental,
después de insultos al presidente de Francia y aval y elogio al terrorismo islamista en Europa,
Ankara puso pie en el Cáucaso para “cumplir con la obra de nuestros antepasados”, en las
palabras mismas del presidente Erdogan. Se refiere al centenario proyecto panturquista de
conectar territorialmente Turquía y Azerbaiyán y proyectarse hacia Asia Central. El Genocidio de
1915-23 fue el primer intento de concreción de ese proyecto; esta guerra fue el segundo.
Armenia, por lo tanto, luchó en condiciones de tremenda asimetría de poder contra Azerbaiyán,
Turquía y los mercenarios yihadistas, sufriendo el bloqueo de suministro de armas y alimentos, y
padeciendo la indiferencia de un mundo en el que pocos líderes se dignaron en nombrar al
agresor. Algunos tomaron una postura de neutralidad, que siempre es en detrimento del lado más
vulnerable. De hecho, la población civil en las ciudades de Artsaj fue blanco incluso con armas
prohibidas por el derecho humanitario internacional como son las bombas de racimo, la iglesia de
Ghazachetsots de Shushi fue bombardeada en dos oportunidades, y Azerbaiyán usó fósforo blanco
provocando un claro acto de genocidio. Pese a todo ello, las fuerzas armenias impidieron que se
concretara el objetivo de llegar a la capital Stepanakert, como Azerbaiyán pretendía en una
“guerra relámpago”.
El acuerdo de cese de fuego, cuyo texto oficial aún se desconoce, obligaría la cesión de amplias
extensiones territoriales del histórico Artsaj que se liberaron en la guerra de 1992-1994, como así
también, partes de la otrora Región Autónoma de Nagorno Karabaj incluyendo la ciudad de Shushí
De los aproximadamente 12 mil kilómetros cuadrados del histórico Artsaj, quedarían unos 2,5 mil
kilómetros cuadrados. También se aceptaría establecer un vínculo territorial entre la región de
Najicheván y Azerbaiyán, como también, una franja de 5 kilómetros de ancho, bajo el control de
las tropas de paz rusas, uniría la región sureña de Gorís en Armenia con Stepanakert.
El primer ministro Pashinian aseguró que es el precio para no perder todo. La oposición rechaza el
acuerdo, considerándolo una concesión inaceptable.
Cada institución de la comunidad tiene la libertad de posicionarse con respecto a estas posturas
enfrentadas, pero nos une el deseo inquebrantable de seguir bregando por generar las
condiciones imprescindibles que garanticen la seguridad e integridad de Artsaj, el derecho de vivir
en paz y libertad de su pueblo y la preservación de los valiosos monumentos de la milenaria
cultura armenia.
Es por esta razón que hoy más que nunca llamamos a todos los integrantes de la comunidad a no
bajar los brazos, a seguir en alerta y movilización, y sobre todo a redoblar esfuerzos para enfrentar
los nuevos desafíos de esta etapa difícil y penosa para Artsaj y para Armenia en el frente
diplomático, en el área de la comunicación pública y, fundamentalmente, en la ayuda humanitaria
y financiera para reparar la destrucción que causó Azerbaiyán, asegurar el retorno de los
refugiados a sus hogares, para la reconstrucción y la resurrección de Artsaj.