No reconocer el genocidio de Artsaj y no responsabilizar a Azerbaiyán por sus atrocidades sienta un precedente peligroso que podría conducir a la repetición de tragedias similares en el sur del Cáucaso y en otros lugares, afirmó el Instituto Lemkin para la Prevención del Genocidio en un comunicado a seis meses de la limpieza étnica en Artsaj.
“Ya han pasado seis meses desde el genocidio de Artsaj. Durante medio año, la población iautóctona armenia de Artsaj (Nagorno-Karabaj) ha lidiado con la dura realidad del desplazamiento en medio de la apatía y la imprevisibilidad globales. Viven en condiciones duras en Armenia, la ayuda internacional ha sido lenta y escasa, y muchos están migrando a Rusia y otros países lejos de su patria”, dijo el Instituto Lemkin.
“La patria ancestral de los armenios de Artsaj se convirtió en un campo de batalla en 2020 tras la agresión militar de Azerbaiyán contra el enclave. Desde entonces, Azerbaiyán ha lanzado repetidas agresiones contra el territorio y contra la República de Armenia. Azerbaiyán también impuso un devastador bloqueo de 10 meses que despojó a la región de sus necesidades básicas desde diciembre de 2022 hasta septiembre de 2023, convirtiendo la supervivencia en una lucha diaria. Una invasión final el 19 de septiembre de 2023 provocó el terror y la huida de prácticamente toda la población de 120.000 armenios de Artsaj. Todas estas cosas se hicieron en violación del derecho internacional, así como de la Declaración Tripartita del 9 de noviembre de 2023 que puso fin a la Guerra de los 44 Días”, afirmó.
“Para agravar la situación de los refugiados de Artsaj está la flagrante ausencia de reconocimiento internacional de lo que les ocurrió a los armenios de Artsaj como genocidio y la falta de condena a Azerbaiyán por sus intenciones genocidas. Ese silencio perpetúa una sensación de abandono entre quienes han perdido a sus seres queridos y sus hogares. Bajo la sombra de intereses globales, estos individuos desplazados navegan por un paisaje plagado de culpa por la supervivencia y el trauma duradero del genocidio”, se lee en la declaración.
“Negociando la incertidumbre de su situación actual, los refugiados de Artsaj son testigos del genocidio cultural sistemático de Artsaj, mientras las fuerzas azerbaiyanas destruyen monumentos culturales, sitios históricos, religiosos y cementerios armenios. Los soldados azerbaiyanos han publicado vídeos en las redes sociales de ellos mismos saqueando y burlándose de los hogares y posesiones de la gente. En manos de Azerbaiyán, las huellas de la herencia y la identidad armenias de 4.000 años de antigüedad en Artsaj se están borrando constantemente, mientras el mundo sigue haciendo la vista gorda. Dadas las circunstancias, es necesario que la comunidad internacional tome medidas proactivas para garantizar que se respeten los derechos de los armenios de Artsaj. El hecho de que la comunidad internacional no haya condenado las intenciones genocidas de Azerbaiyán no ha hecho más que dificultar este trabajo”, afirmó el Instituto.
“No reconocer el genocidio de Artsaj y abstenerse de responsabilizar a Azerbaiyán por sus atrocidades no sólo descuida la responsabilidad de salvaguardar y facilitar el regreso seguro de los armenios de Artsaj, sino que también sienta un precedente peligroso que podría conducir a la repetición de tragedias similares en el Sur del Cáucaso y otros países más lejanos. Al hacer la vista gorda ante tales atrocidades, corremos el riesgo de perpetuar injusticias históricas y potencialmente enfrentar tragedias similares dentro de otras comunidades armenias, como las de Syunik o Tavush. Por lo tanto, abogar por el reconocimiento, la rendición de cuentas y la protección, es crucial no sólo para la justicia en el presente sino también en el futuro, y ayuda a garantizar la protección de todas las poblaciones vulnerables en todo el mundo. Sólo a través de esfuerzos concertados para defender los derechos humanos y las normas internacionales podremos enfrentar y prevenir efectivamente el genocidio”, concluyó.