El formato "3+3" (Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Rusia, Irán, Turquía) nunca ha sido una plataforma para la solución de conflictos. Así lo anunció en directo en la radio BBC, Elchin Amirbekov, representante del presidente de Azerbaiyán a cargo de misiones especiales.
"En realidad, esta plataforma nunca fue concebida como una plataforma para resolver situaciones de conflicto; desde el principio, la idea del presidente Ilham Aliyev, era establecer una cooperación regional entre Armenia y Azerbaiyán después del fin del conflicto. Creo que hoy Armenia y Azerbaiyán también comparten el punto de vista de que ha llegado el momento de aprovechar esta oportunidad y completar las negociaciones sobre el proyecto de tratado de paz, pero eso no es lo que se hará en la reunión regional "3+3", plataforma consultiva, se hará a través de negociaciones bilaterales directas entre Bakú y Ereván", dijo.
El funcionario azerbaiyano también afirmó que los problemas del Cáucaso Meridional deben ser resueltos primero por los países de la región.
Según sus palabras, durante su segunda reunión en Teherán del 23 de octubre, los participantes del formato "3+3" acordaron que los países de la región deben desempeñar un papel de liderazgo en la solución de los problemas regionales y, en este sentido, pretenden fortalecer la participación de cada uno en ese aspecto, estratégicamente importante para configurar el futuro de la región.
En ese sentido, es natural que los países estén en contra de la intromisión dañina de actores extrarregionales en los asuntos de la región, añadió Amirbekov.
Citó a Francia como ejemplo de injerencia extranjera, que supuestamente "abusa de su papel de liderazgo en estructuras internacionales como el Consejo de Seguridad de la ONU, la Unión Europea, el Parlamento Europeo e incluso la Organización Internacional de la Francofonía".
Según él, al promover constantemente iniciativas tendenciosas, unilaterales y abiertamente antiazerbaiyanas, París se convierte en rehén de su agenda política interna y, por lo tanto, socava no sólo su propia autoridad, sino también la reputación de la Unión Europea como posible mediadora en el acuerdo armenio-azerbaiyano.