Por Nicolás Avellaneda para "Portalsur".- Sergio Nahabetian dice que el tema “es complejo porque para explicarlo hay que repasar muchos siglos de historia”. Y tiene mucha razón el actual presidente de las Instituciones Armenias de la República Argentina pues Nagorno Karabaj es un territorio que formó parte de la Armenia histórica, es decir la Armenia del año 800 antes de Cristo. Nagorno Karabaj –al que de ahora en más llamaremos Artsaj, como lo llaman los armenios- era una de las 15 provincias que entonces tenía Armenia; un territorio obviamente poblado por armenios y que histórica y arqueológicamente (fuertes, iglesias y toda clase de construcciones, elementos y utensilios) perteneció siempre al pueblo armenio.
En diálogo con el programa «De Cultura y de Trabajo» (FM Secla 106.1 martes de 17 a 18 hs), Nahabetian afirma que hoy el problema “no pasa por una cuestión histórica”, y agrega: “Sí tenemos que decir que Armenia era un reinado hasta que en 1917, cuando cayó el Imperio Ruso, pasó a ser una república independiente, junto con Azerbaiján y Georgia. Esa república armenia fue atacada pese a que ya venía de sufrir el genocidio a manos de Turquía, al que podemos fijar a partir de 1915. Y ya que nombro a Turquía, permítaseme recordar que los azeríes son de la misma raza, pues son turcomanos. Incluso hablan el mismo idioma, tienen la misma religión, son el mismo pueblo…”.
Volviendo a la historia, cuando finalmente se crea la Unión Soviética (fines de 1922), el gobierno de Moscú suma a esas tres repúblicas, las que pasan a integrar la URSS. Ya siendo una república soviética, Armenia firma con Azerbaiján acuerdos y tratados por los cuales Artsaj es reconocido como territorio armenio. Hay documentos firmados por las tres partes y escritos en los tres idiomas (ruso, armenio y turco). Pero llamativamente poco después, Joseph Stalin (entonces secretario general del Partido Comunista soviético) ordena desconocer esos acuerdos, dispone disolver los límites ya establecidos y ordena que Artsaj pase a formar parte de Azerbaiján. Si bien hasta ese momento el titular del Kremlin era Lenin –que ya estaba enfermo- nadie osaba discutirle nada a Stalin, cuya crueldad para con sus enemigos ya era vox populi.
“Lo cierto es que mientras existió la URSS no hubo enfrentamientos pues todo el mundo acataba las disposiciones del Kremlin”, cuenta Nahabetian, y añade: “Sin embargo, entre 1922 y 1991 (cuando cayó la URSS), hubo infinidad de documentos y cartas de Nagorno Karabaj a Moscú reclamando la autonomía, una autonomía que nunca fue concedida. Ahora bien: cuando en 1988 surge la ‘glasnot’ (transparencia) soviética impulsada por Mikhail Gorbachov y la URSS comienza a tambalear, la población de Nagorno Karabaj se proclama “escindida” de Azerbaiján. Desde luego que ese levantamiento fue terriblemente castigado por el gobierno de Moscú. Y todo quedó ahí hasta que se produjo la disolución total de la Unión Soviética”.
Fue entonces cuando el Consejo (el Parlamento) de Artsaj llamó a un referéndum en el cual la población aceptaba o rechazaba seguir formando parte de Azerbaiján. Nahabetian interviene y explica el motivo de esa decisión: “Los habitantes de esa región, que casi en un 98 por ciento eran armenios, estaban discriminados, el gobierno azerí nunca los consideró como ciudadanos propios. No podían hablar su idioma en forma pública; las escuelas no podían dar clases en su idioma; no se les permitía ejercer su religión; pagan impuestos diferenciados (mucho más altos que los azeríes) y de hecho no eran ciudadanos porque no se les permitía votar. En síntesis: sufrían todas las discriminaciones posibles”.
Lo cierto es que tras el referéndum, donde ganó en forma aplastante la decisión de separarse de Azerbaiján, de inmediato se proclamó la independencia. Pero el nuevo país nunca sería reconocido por la ONU y sigue siendo reclamado por Azerbaiján como territorio azerí. Además, a partir de aquel momento (1991) los azeríes comenzaron un hostigamiento armado y permanente, hostigamiento que derivó en una guerra que se extendió hasta 1994.
“Ahí intervino el Grupo de Minsk (compuesto por Rusia, Estados Unidos y Francia y responde a la Organización de Seguridad de Europa) –explica Nahabetian-. Entonces la situación se mantuvo relativamente estable y se respetaba el ‘alto el fuego’, pese a que de vez en cuando había alguna que otra escaramuza”. Nuestro entrevistado agrega que esa delicada paz duró hasta hace un mes y días: “El 27 de septiembre último Azerbaiján se lanzó al ataque. Alentado y financiado por Turquía –que no busca otra cosa que recrear lo que era el Imperio Otomano-, y utilizando armamento cedido por el ejército turco. Y Turquía, como no puede participar formalmente en la guerra, contrata mercenarios jihadistas de Siria y de Libia y los cede al ejército azerí para que ataquen particularmente a la población civil”.
Nahabetian aclara que Armenia, como país, no está en guerra. “Pero sí hay armenios que están en guerra”, dice con preocupación. Y explica que “el hecho de que no sea una guerra formal hace que no se hayan respetado ninguno de los tres tratados de alto el fuego firmados hasta ahora”. “Azerbaiján bombardea continuamente –relata, y agrega-: Sin ir más lejos, ayer mismo hubo una verdadera lluvia de misiles sobre Stepanakert (la capital de Artsaj) que destruyó todo lo posible: iglesias, colegios, hospitales: el blanco permanente es la población civil. Usted se preguntará cuál es la intención. Y yo le respondo que la intención es hacer una limpieza étnica, para que no quede ni un solo habitante armenio en la zona”.
El titular de IARA dice que la cuestión legal del tema causa cierta confusión en la Argentina, y la explica: “El derecho internacional habla de la integridad territorial, una de las banderas que levanta Azerbaiján para acusar a los armenios de ser los agresores. Pero junto con la integridad territorial está la libre determinación de los pueblos; desde luego no se puede atacar la integridad territorial (tal es el caso de cuando un Estado agrede o quiere invadir a otro). Y la autodeterminación no puede ser utilizada en cualquier caso. Pero un pueblo sí puede ejercer su autodeterminación por razones étnicas, religiosas, culturales y/ó cuando es discriminado, todos argumentos válidos del pueblo de Artsaj”.
Y ante la pregunta de qué es lo que reclama Armenia, como pueblo y como estado, Nahabetian es muy claro: “Lo que pedimos los armenios a la comunidad internacional es el reconocimiento de la República de Artsaj, única forma de terminar con este conflicto porque, si siguiera después del reconocimiento de Artsaj, ahí sí podrían intervenir la ONU y los demás organismos internacionales. Además, mientras esto siga así, a los armenios nadie nos va a quitar de la cabeza de que está en marcha un nuevo genocidio. Cuando en 1915 Turquía llevaba adelante el genocidio de nuestro pueblo, el mundo estaba ocupado con la Primera Guerra Mundial: las noticias sobre Armenia salían muy pequeñas en los diarios, o no salían. Casualmente ahora pasa lo mismo con lo de Artsaj…”.
En la despedida, Nahabetian deja flotando una pregunta: “¿Cuánto tiempo más puede aguantar una población de 150 mil personas, en su gran mayoría civiles, contra el ejército de un país de 10 millones de habitantes, respaldado por otro país como es Turquía, y apoyado por cientos o miles de mercenarios asesinos?” La pregunta se basa en que, según Nahabetian, “Azerbaiján ataca todos los días, con toda su ferocidad y toda su artillería”.
El cronista prefiere no pensar en la respuesta sobre todo porque, como bien afirma el presidente de IARA, al igual que en 1915 el mundo está mirando para otro lado. Tal vez convenga pensar en que esta vez los esfuerzos que está haciendo la comunidad armenia de todo el planeta pueda más que los petrodólares de Azerbaiján o las presiones políticas de Turquía, el gran interesado en dominar la región.