En tanto Rusia y Turquía –países ligados a los contendientes por acuerdos de defensa– no se han visto arrastradas a la guerra, la retórica por ambas partes sigue siendo prácticamente la misma de hace un mes. Por un lado, la del presidente de Azerbaiyán, Iham Alíev, que insiste en que está reconquistando territorio y afirma que no se detendrá, la del primer ministro de Armenia, Nikol Pashinián, quien sostiene que no cederá porque los armenios están librando una guerra por su propia supervivencia, pues Turquía, que respalda a Azerbaiyan “quiere regresar al sur del Cáucaso para continuar su política genocida”.
En Stepanakert, la capital del territorio karabají que los armenios llaman Artsaj, la viceministra de Asuntos Exteriores, Armine Aleksanyan, ha visto su familia duramente golpeada por esta guerra, como ocurre prácticamente con todos y cada uno de sus conciudadanos. La actividad de su ministerio, dado que la República de Artsaj no tiene reconocimiento internacional, es obviamente muy limitada, pero el conocimiento que tiene Aleksanyan de la evolución del conflicto que afecta a su tierra es profundo. En entrevista telefónica, se muestra indignada por el silencio internacional.
- Esta es una guerra, todo el mundo lo dice, que nadie puede ganar. ¿Qué esperan en Stepanakert del campo diplomático, qué tiene que pasar?
- Llevamos un mes de guerra, y en todo este mes se puede decir que la totalidad de la República de Artsaj es un campo de batalla. En Stepanakert los bombardeos se han suavizado un poco, aunque no siguen un patrón. A veces son por la tarde, a veces por la noche; un día son los drones, otro día son misiles... En Martuni –a dos o tres kilómetros del frente–, de donde es mi familia, en cambio es día y noche. Pero podemos decir esto: en pleno siglo XXI nadie está tomando ninguna decisión para frenar los apetitos de Turquía y Azerbaiyán.
Estamos siendo atacados por Turquía... Erdogan ha dicho en televisión que se están cumpliendo los objetivos que tuvieron sus abuelos
- Se ha acordado un alto el fuego hasta tres veces, con la mediación de Rusia, Francia, Estados Unidos.... El último intento fue el lunes. Todas las veces ha sido violado de inmediato.
- Al final, nos siguen bombardeando y nosotros seguimos en nuestra soledad. ¿Qué tenemos que hacer si somos atacados durante un alto el fuego? Además, existen pruebas de que Turquía ha enviado terroristas yihadistas. Es increíble este silencio del mundo. Con tanto que se habla de luchar contra el yihadismo, nada habría más justo que defender a aquellos que comparten los mismos valores. En 1994 –al final de la guerra que determinó la situación actual del enclave– no había los medios de internet que existen ahora, ni Facebook, ni Instagram, pero que ahora el mundo no se mueva cuando estamos siendo atacados por Turquía... El presidente Erdogan ha dicho en televisión que se están cumpliendo los objetivos que tuvieron sus abuelos. Lo que estamos viendo es que la historia se repite. Pero seguimos creyendo en que la diplomacia es la mejor salida.
- El primer ministro Pashinián ha intentado promover el reconocimiento internacional de la República de Artsaj. ¿Sería esa una salida para ustedes?
- Sí, para salvar a la gente de Artsaj. El mundo tiene que responder para proteger a los civiles, según todas las leyes internacionales.
-¿Qué implicaría ese reconocimiento?
Habría entonces mecanismos legales para protegernos. Ahora las agencias internacionales no pueden acceder a Artsaj por falta de ese reconocimiento. Así que el mensaje que nos dan es: que se mueran
-En cualquier caso, acaba como acabe esta guerra, un día habrá que volver a negociar. Y parte de esa negociación será la exigencia de Azerbaiyán del retorno de sus refugiados de 1994, unos 700.000. ¿Estarían dispuestos a aceptarlo, hoy por hoy?
Hablando en teoría, no veo por qué no... Pero no, no volverán a Artsaj. No después de todo lo que está pasando y de lo que está haciendo Azerbaiyán, ¿quién iba a garantizar la seguridad de los que fueran aquí o allá? Nosotros también podríamos hablar del retorno de los refugiados armenios a Bakú y Ganja –la capital y la segunda ciudad de Azerbaiyán-. Se tiene que trabajar mucho para crear las condiciones, y no creo que podamos en las actuales circunstancias.
No es por el territorio, es por nuestro derecho a vivir sin tener que luchar.
- Otro de los obstáculos es la exigencia de Nikol Pashinián de que ustedes sean también parte negociadora, pero Azerbaiyán lo rechaza...
Fuimos parte, en el grupo de Minsk, hasta 1997, cuando fuimos expulsados de la negociación. Y desde entonces nada ha avanzado. Eso es como pretender organizar una boda sin el consentimiento de los novios. Nagorno Karabaj ha existido antes que Azerbaiyán, y nosotros nos independizamos con las mismas leyes soviéticas al igual que Armenia, Azerbaiyán, Georgia o Kirguistán... Nos libramos entonces de 70 de discriminación bajo los soviets. No es por el territorio, es por nuestro derecho a vivir sin tener que luchar.
- Ha habido voces, tímidas, en Moscú y en Washington, en favor de la causa armenia. ¿Cree que la actitud de EE.UU. podría cambiar con una administración demócrata?
No voy a creer en vanas esperanzas. El grupo de Minsk, como EE.UU., Rusia y Francia como copresidentes es el formato existente y no va a cambiar. Los tres hablan desde la misma posición. No espero nada porque creo que seguirán jugando el mismo papel, que es el de simples mediadores. El hecho de que no pase nada es debido una falta de voluntad política. Hemos dicho que queremos una solución por medios pacíficos, mientras que Azerbaiyán dice que si no lograba sus objetivos por medios diplomático lo haría por la fuerza, y es lo que está haciendo.
Foto de archivo: la vicecanciller en una conferencia de prensa en Chipre, marzo de 2020