Su Santidad Karekin II, Patriarca Supremo y Catolicós de todos los armenios, ha emitido un mensaje en el 33 aniversario de los pogromos de Sumgayt
Queridos fieles,
Hoy conmemoramos la matanza de las víctimas de los pogromos en Sumgayt organizada por las autoridades azerbaiyanas en 1988.
Tras el colapso de la Unión Soviética, las Repúblicas de la Unión proclamaron su independencia y nuestro pueblo de Artsaj también declaró su voluntad de vivir de forma independiente con el derecho a la autodeterminación.
En contra de esta justa decisión, se llevaron a cabo masacres y pogromos de armenios en todo el territorio de Azerbaiyán.
Los organizadores de las atrocidades de Sumgayt atacaron regularmente Artsaj y las regiones fronterizas de Armenia con un nuevo genocidio planeado.
El año pasado, los azerbaiyanos junto con Turquía y grupos terroristas desencadenaron una operación militar a gran escala contra la República de Artsaj, bombárdeándola brutalmente.
Muchos civiles y soldados fueron asesinados, miles de armenios fueron desplazados, monumentos espirituales y culturales fueron destruidos, perdimos una parte significativa de Artsaj, y todavía hay desaparecidos y cautivos.
Observamos con pesar, que después del cese de la guerra, la violencia y las atrocidades continúan ocurriendo, los derechos de nuestro país y nuestro pueblo están siendo violados.
Estas trágicas realidades, los horrores de la segunda guerra de Artsaj demuestran que Artsaj no puede ser parte de Azerbaiyán.
Queridos, con el dolor de las pérdidas causadas por la guerra en nuestros corazones, debemos hacer todos los esfuerzos para superar juntos las catastróficas consecuencias y los desafíos, para fortalecer nuestra patria, para lograr éxito en nuestras vidas.
Inclinándonos ante la bendita memoria de nuestras víctimas, rezamos desde el fondo de nuestro corazón por la paz y la tranquilidad de sus almas.
Le pedimos a Dios que mantenga Su Misericordia, Gracia y Benevolencia esparcidas por todo nuestro pueblo, nuestra Patria, bajo la protección de Su Diestra. amén